Robot Dreams (2023)

Cuando has vivido toda una vida bajo el dogma de que no habrá nadie, nunca. Y resulta que alguien aparece, el miedo a estar solo se vuelve aún más terrible. Al depositar en otra persona la posibilidad de devolverte a esa soledad con la que has convivido como una odiosa compañera de juegos, dejas de ser el dueño de tu cómoda tristeza.

El párrafo anterior, extraído de las páginas de la novela Cicatriz, del escritor de best sellers madrileño Juan Gómez-Jurado, puede describir el sentimiento de pérdida vivido por todos aquellos que han experimentado por primera vez un lazo afectivo, ya sea en la forma de una amistad o romance, y que lo han visto desaparecer. De la misma forma, el texto puede mostrar ciertos aspectos de la cinta silente animada nominada al Oscar, Robot Dreams, del director español Pablo Berger.

Basada en la novela gráfica homónima (que tampoco tiene diálogos) del 2007 de Sara Varon, la cinta (que puede parecer infantil por sus imágenes, pero no lo es) nos narra la historia de Perro, quien vive en la ciudad de New York en la década de los ochenta. Él, que lleva una vida pacifica, rutinaria, pero sobre todo solitaria, es el espectador constante de la felicidad ajena que parece estar reservada para los demás. Un día como cualquier otro, en la televisión aparece el comercial de un robot que ha salido a la venta, capaz de hacer las veces de compañero para todos aquellos en su situación.

Sin perder el tiempo, Perro realiza la compra de uno de esos amigos artificiales, el cual resulta ser lo que necesitaba, ya que una vez ensamblado y con “vida”, mejora la existencia del protagonista en todo sentido. Él y Robot comienzan una serie de “aventuras” citadinas, cosas comunes que los demás realizamos con nuestros seres queridos, siendo este segundo el que le muestra, observando todo con la inocencia y expectación de un niño, un mundo que sólo observaba a través de las ventanas de su departamento.

Pero como nada puede ser perfecto, porque en la vida nada lo es, ciertas circunstancias en el segundo acto provocan una desgarradora separación entre ellos que los llevará a vivir las etapas de un duelo al que se resisten, cada uno a su manera y con situaciones de diferentes indoles para ambos, aunque siempre aferrados a ilusión de reencontrarse. Ya sea en las diversas maneras de recuperar a su amigo (o posesión) del primero, mientras busca formas de sacarlo de su mente por momentos; o en el caso de los sueños que dan título a la cinta, mismos que chocan con una cruel realidad a la que el amigable robot no estaba acostumbrado.

Es imposible contar más de esta historia si se quiere que el efecto que provoca sea eficaz, porque lo es, ya que hasta el momento ha sido común escuchar a los espectadores hablar maravillas de la cinta, así como en todo lo que los ha hecho sentir. Y es precisamente ese el principal punto a favor de Robot Dreams, su universalidad. Ok, puede que no todos seamos seres ermitaños sin contacto social, pero la mayoría hemos tenido algún amigo o pareja que, sin importar lo que hayamos luchado o nos aferráramos a ese lazo sentimental, este terminó por romperse, llevándonos por caminos diferentes en la vida.

Algo que se debe mencionar sobre la cinta, es que al tratarse de personajes antropomórficos donde, salvo algunos robots, el resto son animales sin sexo definido en su mayoría, esta historia funciona tanto si se ve como una de amistad, como de romance, puesto que se plantean ciertas situaciones en que se puede llegar a entender esto. De la misma forma, esta es una historia con diferentes lecturas para cada personaje, dependiendo desde el lugar donde se observe. Porque puede que entre los protagonistas se dé una relación mágica desde el inicio, pero también existe un juego de poder al ser Perro el propietario de Robot.

De igual manera, mientras esperan pacientemente por reencontrarse, el primero intenta entablar otro tipo de relaciones, buscar más amigos, como si tratara de sacar de su mente a un ser querido que se encuentra en la situación que está por un descuido de él, siempre con resultados desalentadores; mientras el segundo permanece añorante, sin culparlo, soñando y deseando únicamente volver al lado de su compañero. Si analizamos esto, ambos están incapacitados para generar otro tipo de relaciones, uno por la dependencia que ha generado y ser lo único que conoce, mientras el otro lo ha intentado sin éxito. Aunque no se nos narra el pasado de Perro, el que le resulte imposible congeniar con otros seres de carne y hueso habla más de él que de los demás, por más que sus intentos hayan terminado por mala suerte relacionándolo con personajes egoístas y hasta mezquinos; pero una cosa es ser selectivo con tus amistades, incluso presumir el hecho de ser un ente solitario, y otra es aceptar cualquier cosa por no estar solo y el no poder siquiera entablar una amistad con alguien que no fue adquirido por ti y que puedes controlar del todo. En este sentido, el personaje tiene mucho para estudiar si se observa desde esa perspectiva.

Robot Dreams es una película de animación muy diferente al resto en este sentido, ya que su comparación más cercana no es ninguna realizada con esta técnica o parecidas, sino con la maravillosa Her (2013) de Spike Jonze, donde el protagonista termina enamorándose de un sistema operativo que cada día parece más humano, debido a que su personalidad no le permitía relacionarse con mujeres de carne y hueso, aunque en su caso él sí tenía amigos, contados, con los que interactuaba y socializaba. Aun con estas diferencias, ambas historias nos narran la tristeza de la soledad y el aislamiento, aunque las épocas en que se desarrollan sean tan diferentes, lo que viene a corroborar que estos sentimientos no tienen edad, época o género para que nos afecten.

Para que todo este trasfondo luzca como lo hace, a pesar de que para muchos este tipo de animación sea considerado rustico, el director buscó a un equipo de animadores que han trabajado ya en cintas tan peculiares en su aspecto visual como lo fueron la francesa Les Triplettes de Belleville (2003) y la española Buñuel en el laberinto de las tortugas (2019), motivo por lo que el diseño de arte de esta cinta es tan vibrante y nostálgico al mismo tiempo. Berger quiso, aunque fiel al material base, plasmar sus propias vivencias cuando estudió en su juventud en la New York University, donde vivió en carne propia un poco de esta soledad y retraimiento, pero recordando con cariño una época donde todo era más inocente y la vida podía parecer más sencilla, motivo por el que es recurrente el uso de las Torres Gemelas como fondo. La gama de colores, los trazos, incluso el movimiento de los personajes puede hacer lucir esta cinta inferior a otras, acercándola al cine infantil con animación de caricaturas, pero todo es pensado para generar ese contraste que te lleva a ese final con el que resulta imposible no conmoverse.

Pablo Berger ha demostrado ya que las palabras no son necesarias para narrarnos poderosas historias, como lo hizo con su otra gran película sin diálogos Blancanieves (2012), por lo que no es de extrañar que en esta ocasión nos vuelva a mostrar algunos simbolismos en pantalla para tocar temas tan profundos como la amistad, el amor, la soledad, la codependencia, la crueldad que habita en los seres humanos (aunque no lo sean en la pantalla), las segundas oportunidades que nos damos a nosotros mismos y el desapego. Porque Robot Dreams puede que hable de aferrarse y luchar por un sentimiento, pero también lo hace al mostrarnos que hay ocasiones en que uno debe reconstruirse, volverse a armar después de las heridas, agradecer a quienes nos ayudaron en este proceso y saber que la vida avanza, transformándonos, haciéndonos conocer en el camino a seres que pueden mejorar nuestra existencia, por más rotos que nos encontremos, que es uno de los principales mensajes de la cinta, así como aceptar cuando debemos retirarnos por el bien de la persona que queremos.

Para el final de la película, los personajes han mutado, uno más que el otro, los sacrificios se han realizado, la vida ha continuado, el dolor se ha superado, ya no son los mismos, aunque quedan los recuerdos y eso es lo que vuelve tan humanos a los personajes. Perro y Robot son como nosotros, los que hemos logrado sanar y tratamos de ver la vida con la mejor cara posible, a pesar de lo vivido y lo perdido, porque sabemos que hemos ganado y crecido, si hemos aprendido que la vida es eso, un constante cambio que nos ha transformado, a veces en lo que queríamos, pero en la mayoría de las ocasiones en versiones que nunca pensamos llegar a ser. Ese es el poder de esta cinta, su mensaje, uno que nos llega y que nos mueve, como lo hacen las mejores historias y esta es una de ellas.