El fin de la inocencia, de Teresa Muñoz

Reseña

La literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma –quizá la más completa y profunda –de examinar la condición humana.  Ernesto Sábato                                                                                        

El libro de cuentos de Teresa Muñoz fluye antes los ojos del espectador; lo conduce suavemente a las encrucijadas del destino. Así, los personajes descubren el amor adolescente, el placer sexual, el desencanto y el irremediable encuentro con la soledad.

La realidad de las relaciones y la evolución de la vida se enfrentan aquí a sus propios temores. La sociedad y la familia controlan las pulsiones individuales a través del engaño, de amenazas que provocan ser corroboradas por los protagonistas, con el fin de apurar el paso hacia la individualidad, por doloroso que esto sea.

Para perder la inocencia, primero se vive sobre una alfombra tapizada de prejuicios, presentada como enseñanzas útiles para preservar la afectividad y resguardarla de todo peligro. Se resalta el papel de los padres que fortalecen en sus vástagos sus propias creencias y miedos, para implantarlas en ellos. Es así como el despertar se convierte en una condición inherente para lograr el acceso al conocimiento de la verdadera naturaleza humana. Recordemos que “todos los padres quieren lo mejor para sus hijos” y estos a su vez tratan de demostrar que vienen con un guion propio, que son inéditos, que cuentan con su propia naturaleza, mental y corporal, que lucha por expresarse como una entidad diferente, aunque de todas formas el placer y el sufrimiento son inevitables. El descubrimiento, la desilusión, y todas las experiencias posibles estarán ahí, aunque se les rehúya y se les niegue.

La autora nos acerca con rasgos e imágenes poéticas al transitar entre la compañía y la soledad, terminando por mostrar que la compañía más segura es justamente la soledad; a mayor anhelo de compañía, mayor es la soledad. En estas historias se transforma por completo el sentido y el color de las vivencias de sus personajes, de un gris profundo de tristeza a la más colorida luminosidad que representa la alegría, cada polaridad contiene por completo a su opuesto como en el tao, donde el ying contiene un centro del yang y viceversa; lo bueno esconde algo negativo y cualquier experiencia negativa encierra algún bien.

Cuentos expuestos desde narradores agudos e irónicos, observadores de los sucesos, de esperanzas destruidas, de pronósticos imprecisos. En fin, planes echados a perder, de melancólicas estatuas de sal condenadas a llorar mientras contemplan el mar. Los individuos presienten en su subjetividad, la existencia de otros seres dentro suyo, mismos que determinan en un momento dado su comportamiento y hasta su destino, aunque ni siquiera los conozcan, esos seres, pueden ser antepasados o eventos guardados como secretos de familia. De esta manera se mezcla la consciencia del yo con la supremacía del inconsciente, tal como lo apuntaba Carl G. Jung: esa sombra no reconocida por el yo suele ser tan pesada que termina por emerger aun en contra de la propia voluntad, al grado de llegar al suicidio, tema relevante en esta obra, que devela la dificultad del ser para reconocer el eje de su existencia, llevándolo a su propia destrucción.

Nos sumerge en imágenes oníricas, que confunden la realidad de un circo social delicadamente montado para engañar a los demás, aunque todos formen parte del mismo espectáculo. Por ejemplo, los oficios delimitados y el papel estereotipado de la mujer, que borda el futuro previsible de su familia, mientras oculta las imperfecciones. Sin embargo, nada garantiza la firmeza del tinglado y nos muestra lo que sucede cuando todo sucumbe: “El circo se convirtió en una grotesca máscara insuficiente para cubrir la miseria del deseo humano de agradar”, nos dice Teresa, en su cuento Desde el baúl.

Allí aparece la mujer violentada por el hombre, dentro de su hogar. En el cuento “Día de la Madre”, muestra la forma en que el halago y el supuesto homenaje a la madre, encierra la justificación para seguirla agrediendo, para maltratarla y desconfiar de ella, mostrando a su vez que todo ello es el reflejo de la endeble confianza en sí mismo que tiene el hombre. Esta es una historia de raíces ancestrales que revelan la subordinación de la mujer hacia su pareja: “Así es esto del matrimonio, soñar la muerte del otro” Nos cuenta Teresa desde el pensamiento de la protagonista.

Los seres que pueblan este libro asumen todos los matices de la vida que les tocó vivir: alegría, placer, desilusión, soledad y debilidad. Transitan con delicada y poética consciencia, convirtiéndola en su mayor fortaleza. Teniendo la certeza de que la vida no es lo que soñamos que iba a ser, porque a ese tren se le atraviesan tormentas, obstáculos y contratiempos que, muchas veces, el sortearlos, nos cuesta la vida misma. No hay juicio ni consuelo desde el testigo que enuncia la autora, simplemente nos invita a comprender la vida y a vivirla como es, tratando de entendernos a sí mismos.