Los riesgos del ocio
La oscuridad nos da miles de posibilidades de creación y de destrucción. Es el momento de los deseos y terrores. De la ceguera y la claridad. La oscuridad como momento de redención, del túnel que nos lleva a la luz. Lobreguez, desesperanza, incertidumbre. Pasión, creación, certeza. No todo es silencio en la penumbra. También hay gritos, susurros y cantos que permanecen flotando, incitando, retando.
Los anhelos más profundos los recreamos en la oscuridad, los volvemos reales. Los miedos se reflejan en cada sonido u olor que captamos en la noche, en esos ruidos que no deberían estar ahí. Incluso en los rayos de luna que de pronto irrumpen en la ventana, como algo irreal, como algo que no recordamos que estuviera ayer. Son un quiebre en nuestro pensamiento y nos distraen con el brillo sobrenatural con el que envuelven la casa. Uno se puede levantar, caminar entre sombras, asomarse por la ventana de la cocina y notar que lo oscuro se vuelve más fuerte por causa de ese hilo plateado que ilumina un fragmento de nuestro temor.
Deseamos el cuerpo junto al nuestro, el destello del alba, el sonido de las palomas en el nogal, el silbido de la cafetera; realidades que alejen lo incierto de la negrura de la habitación. Y no llegan. No tocamos por temor a que desaparezca esa respiración rítmica, vital. Certidumbre en el insomnio creador de monstruos bajo la cama, en el clóset, en el baño, junto a la jarra del agua.
Deambular por la casa de noche es la pesadilla paradójica que nos despierta de madrugada. La intención es quedarse en cama con nuestras ideas bien arropadas en la almohada pero “la loca de la casa” nos obliga a dar un recorrido por las habitaciones mientras nos construye o destruye sin cesar, en lo más íntimo.
La oscuridad no es buena compañía, a veces. Puede que sí lo sea, en otras ocasiones. Todo depende de qué hagamos con ella o en ella. ¿Alimentar al engendro que vive justo a un costado de nuestro pie tocando el suelo? ¿Seguir el haz de luna hasta dar por terminado ese momento creador y retomar el sueño?
No en vano muchos llenan de luces artificiales las casas. Guirnaldas de foquitos extendidas por todos lados. Hay que eliminar la hora de los asesinos, los rincones para espectros, el sentimiento de soledad, de ser un ente lleno de temblores en el primitivo mundo que nos sorprende de madrugada, cuando todavía no dominábamos el fuego.