Poor Things (2023)

Yorgos Lanthimos se volvió uno de mis directores favoritos desde que tuve mi primer acercamiento a su filmografía con las cintas Dogtooth (2009) y Alps (2011), con las cuales se generó en mí una fascinación por su trabajo, misma que sólo ha crecido con el pasar de los años y cada uno de sus proyectos posteriores. Las historias e imágenes de estas, junto a The Lobster (2025), The Killing of a Sacred Deer (2017), The Favourite (2018) y hasta su cortometraje Nimic (2019) se han quedado grabadas en mi cabeza debido a su particular estilo y a esa visión tan particular que tiene del mundo. Con el estreno de su última película en salas mexicanas puedo decir que, fanatismo de lado, Lanthimos es uno de esos directores que va puliendo su estilo y mejorando con cada uno de sus trabajos, puesto que Poor Things, digan lo que digan sus detractores, no sólo es una de sus mejores realizaciones, sino una de las cintas más logradas y originales del año pasado, por lo que este texto será largo, muy largo.

Tomando por primera vez como base un material que no ha sido creado por su mente, el director seleccionó la novela homónima de Alasdair Gray para contarnos el viaje de descubrimiento, crecimiento y liberación de Bella Baxter (Emma Stone), una mujer que ha sido vuelta a la vida después de su suicidio y a quien se le ha trasplantado el cerebro de un bebé, por el doctor y maestro Godwin “God” Baxter (Willem Dafoe) como otro de sus poco ortodoxos y éticos, aunque innovadores experimentos.

Como este no puede seguir de cerca el desarrollo de la infanta en un cuerpo de mujer, selecciona al que considera su estudiante con más potencial, Max McCandles (Ramy Youssef), para que registre la evolución de la joven por la que comienza a tener sentimientos románticos, situación que se ve truncada cuando aparece en escena el cínico y liberal Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), quien la convence de escaparse con él para conocer el mundo y sus placeres, situación a la que ella accede, no sin antes informar a su creador de sus intenciones. Esta escapada permitida resulta en una constante serie de revelaciones y situaciones que son observadas desde la perspectiva de un ser que no ha sido condicionado por convencionalismos sociales, provocando en ella y su entorno un enfrentamiento tan fascinante como desconcertante para sí misma y todo aquel que se cruza en su camino.

Si a simple viste esta parece una trama coming-of-age mezclada con Frankenstein, ¿por qué ha resultado tan controversial? Porque sí, a cierto sector del público que la ha visto parece que le ha molestado, como sucedió con algunas parejas que abandonaron la sala en que me encontraba o comentarios que se escuchaban entre los espectadores sobre situaciones mostradas en la pantalla. Esto puede deberse a ciertos aspectos que mencionaré a la par de tratar de analizar (hasta lo que se puede cuando se trata de este director) la cinta en general; aunque, antes que otra cosa, hay que dejar muy en claro que, guste o no la película, esta es excelente. Uno de esos casos donde no sólo todo se encuentra dónde debe estar y funciona a la perfección, sino que cumple con darnos un producto diferente que se separa de la típica producción que llega a nuestras salas, y eso es algo que debemos agradecer, en lugar de criticar.

Dicho lo anterior, el primer aspecto es el director mismo, puesto que tratándose de él existimos dos tipos de personas: los que estamos familiarizados con su filmografía y los que no. Esto es algo que puede parecer intrascendente, pero con ciertos realizadores y temas es puntual para el impacto que el producto va a tener ante una audiencia mayor a la que acostumbra a ver sus realizaciones. Comparando con otro caso parecido, si mother! (2017) no tuviera a una Jennifer Lawrence ahogada en fama como protagonista, los espectadores no se hubieran lanzado a las salas provocando el rechazo casi generalizado que rodeó a su estreno. En este caso, cuando una persona escucha que Emma Stone es la protagonista de una comedia de época, después de saltar a la fama con la amigable The Help (2011), estelarizar dos cintas de The Amazing Spideman, ganar el Oscar por un romance musical y venir de su cinta más comercial, Cruella (2021); al público masivo no le importa que haya aparecido trabajado con anterioridad con Lanthimos en The Favourite, puesto que ahora es una super estrella y la gente espera cine de cierto tipo de su parte.

Partiendo de esto, hay que hacer hincapié en el hecho de que en definitiva estamos ante un producto 100% Yorgos Lanthimos, pero al mismo tiempo se trata de su película menos Yorgos Lanthimos. Esto puede sonar contradictorio, pero hay algunas razones para decir esto, incluyendo el hecho de que, a pesar de las reacciones mencionadas, este sea tal vez su trabajo más accesible. La primera de estas diferencias es el hecho de que estamos, como ya escribí, ante su única cinta basada en un material escrito con anterioridad; la segunda, es que se trata de la primera ocasión en que el director no se ha encargado del guión, ya que dejó por completo esa función en las manos de Tony McNamara con quien compartió crédito (y nominación al Oscar) en este apartado en su trabajo anterior; el que este sea su primer proyecto con una celebridad de ese tamaño como protagonista es un tercer punto que la separa de su forma acostumbrada, a pesar de haber trabajado ya con actores de la talla de Colin Farrell, Nicole Kidman, Barry Keoghan, Olivia Colman o Rachel Weisz, pero ninguno en su momento máximo de celebridad; por último, esta es hasta el momento su cinta con el presupuesto más elevado, 35 millones de dólares, algo que puede parecer diminuto al lado de otras películas, pero que en su caso hace una enorme diferencia con sus trabajos previos y que el director aprovecha de una manera que nos hace pensar que costó el triple.

Tomando estas particularidades para hablar de la calidad de la cinta, los dos primeros puntos se entrelazan en la forma de un guión en extremo bien escrito y ejecutado, aunque algunos hayan criticado la omisión del epilogo narrado por la protagonista y algunos encuentros en su andar por el socialismo, que en la novela (que en lo particular no he leído) da un sentido diferente a la historia. Dejando esto de lado y observándola como un producto cinematográfico en su totalidad, Tony McNamara parece haber creado una mancuerna de leyenda con el director, de la misma forma que lo ha hecho con Emma Stone, ya que repite por segunda y tercera vez respectivamente con cada uno. Esto se nota en la pantalla ya que resulta evidente que la complicidad con el primero se ha dado de manera orgánica y que el papel definitivamente fue escrito con la segunda en la cabeza. 

Con una historia de fantasía steampunk victoriana que habla del crecimiento acelerado de una niña que se enfrenta al mundo por primera vez, experimentando todo tipo de sensaciones en un periodo que al resto nos lleva una vida completa, el hacer que su evolución sea fluida y creíble, dentro de lo que la historia permite, es un logro sobresaliente, sobre todo por la cantidad de temas de toda índole que toca. Que lo haya hecho de una manera en que los diálogos embonan con sincronía, provocando risas, reflexiones y tensión por igual, es algo digno de aplausos, sobre todo cuando algunas de las escenas pueden resultar difíciles para cierto sector, sobre todo en las referentes al aspecto sexual.

Porque si, en esta película el sexo y la desnudez son usadas en repetidas ocasiones y, por más que la actriz sea adulta, la historia nos narra que dentro de ese cuerpo existe una niña (aunque las críticas no se basen en esto, sino en el simple hecho de que el sexo sea mostrado con tanta ligereza), lo que ha molestado a un sector que se ha quedado con la primera capa de la historia, sin profundizar, debido sobre todo esa programación social en que la violencia puede ser aceptada, pero el sexo debe ser reservado, aunque todos nos encontremos sobre este planeta debido a que dos personas lo practicaron.  Entonces, dejando la moral de cada uno de lado, en este caso las escenas mencionadas son necesarias para mostrarnos el desarrollo en un personaje que, al igual que todo ser humano, comienza a descubrir el placer físico y experimentar con su cuerpo; pero lo hace a la par del resto de las situaciones que se le presentan y debe enfrentarse a ellas por primera vez, como lo es la imposición social y religiosa, los códigos de conducta, la diferencia de oportunidades que se da por la estratificación económica, la desigualdad entre géneros y el patriarcado, la doble moral y el libre albedrio. En esta historia vemos a Bella pasar de ser una bebé que aprende a hablar, caminar o degustar cierto tipo de alimento; a experimentar cosas tan simples como seleccionar su propia vestimenta, bailar y el sexo mismo; para luego quebrarse cuando se le muestra la burbuja de comodidad en la que ha vivido, a comparación de la pobreza que padecen otros; convirtiéndose en una mujer completa que decide dejar el pasado atrás, realizarse, avanzar y tomar sus propias decisiones sin importar la época o lo que los demás le quieran imponer. 

Si para un guionista este tipo de trabajos resulta un reto desafiante, a la par de un regalo absoluto cuando se realiza bien, para un actor estas cuestiones se dan por igual. Es común ver grandes actuaciones en las películas de Lanthimos y en esta ocasión el fenómeno se repite. Ramy Youssef, salido de la televisión, realiza una actuación entrañable como el corazón de ese grupo de personajes que rodea a Bella, mostrando un talento natural para la comedia que ya le conocíamos, pero que no se había explotado a este nivel; Willem Dafoe, brillante como siempre, bajo toneladas de maquillaje, interpretando a ese dios mutilado que hace todo por el avance de la ciencia, fungiendo como creador, tutor y padre de la protagonista, cumpliendo histriónicamente en cada una de las facetas que le escribieron, mostrando un vena cómica poco explotada en su carrera; así como Mark Ruffalo como el carismático y en apariencia liberal hombre que ve destruida su seguridad y temple cuando cae embrujado por el amor y los cuestionamientos de la protagonista que derrumban por completo su mundo. Incluso la gran actriz de teatro Kathryn Hunter, la recién adoptada por el director Margaret Qualley o Christopher Abbott, a pesar de aparecer tan poco, están en el punto preciso para que sus escenas y personajes se te queden en la mente.

Cada uno llegando hasta donde debe, pero al final bailando alrededor de Emma Stone, la productora y protagonista absoluta en el, hasta el momento, personade de su vida, con un papel que puede destruir o encumbrar carreras, la actriz nacida en Arizona lo da todo, desnudándose en cuerpo y alma ante nosotros, puesto que no solo cambia su acento, sino que se transforma por completo en esa creatura que nos muestra su visión del mundo en cada etapa que transita; a Stone no la ves jamás imitando a una bebé, una niña o adolescente, la observas transformarse en ellas, con una corporalidad y profundidad interpretativa que, si bien ya le conocíamos, nunca había utilizado a un nivel tan marcado como en este caso, todo en pro de ese complicado trabajo que le tocó realizar, pasando de la comedia al drama con una facilidad que pareciera no estarle costando nada. 

Y es posiblemente a la presencia de la actriz que se confió una cantidad mayor de dinero para que Yorgos diera rienda suelta a sus ideas, logrando el que es posiblemente el apartado visual más espectacular del año, gracias a la participación de un equipo técnico conformado por nuevos y extraños que dieron lo mejor de si para que ese anacrónico mundo retrofuturista luzca tan maravilloso, a pesar de lo complicado que resulta recrear, con su respectivo estilo y etapa que vive la protagonista, los escenarios del Londres victoriano, la excentricidad de Lisboa, la majestuosidad de un crucero con destino a la enigmática Alejandría, que contrasta con la grisácea frialdad del invierno de Paris, para cerrar regresando a Londres, pero uno que luce completamente diferente al que vimos al inicio. 

En este sobresaliente sentido, la película cuenta con la adquisición de nuevos elementos, como el novato (por lo menos en cine) musico Jerskin Fendrix, quien escribió 21 melodías para la película, cada una representando el estado de ánimo de Bella, así como su crecimiento personal. De la misma manera, los decorados y el diseño de arte realizados por James Price, Shona Heath y Zsuzsa Mihalek, se encargan de que cada uno de los escenarios mencionados tengan una personalidad propia que se adaptan al despertar del personaje central, mezclando tanto estilos como épocas, para crear un mundo tan maravilloso como teníamos tiempo de no ver en la pantalla. El maquillaje a manos de Nadia Stacey (única que trabaja por segunda ocasión con el director y tercera con la actriz), Mark Coulier y Josh Weston resulta imprescindible para la creación de todos los personajes. Luego viene el otro elemento que ya ha trabajado con el director, el fotógrafo Robbie Ryan, repitiendo el éxito que representó su labor en The Favourite, volviendo a utilizar su gran angular y ojo de pez para hacernos sentir la manera en que ven el mundo los protagonistas, tal cual lo hizo en su colaboración anterior, pero llenando en esta ocasión de color cada encuadre, con los filtros indicados y el tono preciso para que la evolución ya mencionada fluya. 

Para el final he dejado el espléndido trabajo de Holly Waddington, porque si hay algo que merezca tantos elogios como la protagonista y el guión, es el trabajo del diseño de vestuario que ha realizado en esta ocasión, aventurándose en este su primer trabajo como cabeza del departamento, con un reto tan difícil como hacernos notar el andar de Bella, con trajes que complementan la actuación de Emma Stone y sin los cuales nada seria lo mismo. Desde los infantiles camisones y trajes con volantes, pasando por la mezcla de estilos que utiliza para los momentos en que el personaje central comienza a experimentar con prendas como lo hace una niña, las transparencias en su etapa adolescente, el abrigo de latex que simula un condón para la parte en Paris, para finalizar con su etapa escolarizada y el momento de su regreso. Nada sobra, nada falta, pero todo luce en este apartado que merece cada uno de los premios que ha ganado.

Es evidente que esta es una película que disfruté, lo hice y mucho, pero no por eso hablo tan bien de ella, sino por el hecho de que merece todos los halagos que ha recibido. Para nada es una cinta que el público masivo va a recibir sin juzgar, tal cual le sucede a Bella, pero alguno que otro se va a sorprender si se da la oportunidad de acercarse, ya sea porque la publicidad lo atrajo o por el impulso que ha tomado después de recibir 11 muy merecidas nominaciones al Oscar; sea el motivo que sea, es bueno que este tipo de proyecto esté siendo visto, sin importar la reacción que se tenga o lo que provoque en los espectadores. Sabemos que no resultará ganadora en la categoría principal, no cuando tienes una película tan bien hecha y popular como Oppenheimer como tu principal competencia, pero al final eso no importará, porque el tiempo pone todo en su lugar y Poor Things seguirá brillando como la joya controversial que es durante mucho tiempo, porque esas son el tipo de cintas que perduran por siempre.