Apuntes al margen sobre el libro “Grandiosas. Ensayos sobre género e historia de las mujeres en Torreón”
El siglo XX se caracterizó por una sucesión de cambios. Entre estos, destacan, por ejemplo, la revolución socialista y por supuesto, la de las mujeres: La revolución feminista. Si miramos hacia atrás, antes de la reconstrucción identitaria relacionada directamente con la autonomía y el empoderamiento de las mujeres, los valores sociales, la estructura del estado, los ejes económicos, la forma de gobierno, eran absolutamente patriarcales. ¿Qué sucede ahora? Si bien, la participación de la mujer en todos los ámbitos es más clara ahora, la mala noticia es que aún vivimos una profunda desigualdad de género. Lo que en el pasado hacían las organizaciones, las asociaciones de mujeres, se aplica en nuestros días, con la ventaja de que estos se vuelven más visibles. El internet y las redes sociales han contribuido en ello, de un modo o de otro, con aciertos y errores.
En México, hay grandes ya no proyectos sino empresas que evidencian y difunden nuestro quehacer. Por ejemplo: Hablemos escritoras, coordinado por Adriana Pacheco; EscritorasMX, proyecto de Cristina Liceaga; Mapa de Escritoras Contemporáneas, de Esther M. García; la iniciativa de Documentación y Estudios de Mujeres (Demac), de rescatar la voz de las mujeres –profesionales o no– a través de talleres y convocatorias literarias; y escritoras y editoras que unen esfuerzo para visibilizar a las mujeres escritoras. No olvidemos también que, en cada estado, cada lugar recóndito, al interior de las universidades, en las bibliotecas, los círculos de lectura… estas alianzas tienen un alto impacto.
Quizá la reunión de todos estos elementos que atraviesan la historia de las mujeres, cada una de las experiencias vividas, cada esfuerzo, cada batalla, ha llevado a que se tomen acciones con el fin de, no sólo mirar transformado el proyecto histórico de y hecho por las mujeres, sino de dejar constancia de ello, y generar así la reflexión y la discusión que orienten y ayuden a comprender que la mujer no es un objeto embelleciendo la casa o que se presume como una joya o que se violenta en el vaivén del miedo y el odio.
Estas acciones, como un proceso de construcción de la identidad, están relacionadas con el rescate de la memoria histórica en donde las mujeres son centro de atención; libros, revistas, publicaciones realizadas con el fin de visibilizar a aquellas que quedaron relegadas del canon oficial. Y no sólo se trata de rescatar sino de conceptualizar un discurso dentro de su representación social, política, económica y cómo este discurso transforma la realidad y, como dicen los teóricos, las subjetividades.
Grandiosas. Ensayos sobre género e historia de las mujeres en Torreón, de Adriana Vargas Flores y Carlos Castañón Cuadros, conformado por 12 breves ensayos, se inscribe perfectamente en este apartado que menciono. Un punto clave de todo el libro es que, al reconocer el papel activo de cada mujer, se reconoce nuestro presente y nuestro futuro. Y se corrige, esto debería ser lo más importante.
Después de esta introducción, les hablaré sobre mi experiencia al leer Grandiosas. En lo personal, el libro es indudablemente un oasis y su definición me parece más que pertinente: “Paraje aislado en el desierto en el que hay agua y crece la vegetación”. Pocas veces un texto con estas características se puede leer y disfrutar al mismo tiempo. Debe ser un libro de cabecera para nosotros y para las nuevas generaciones quienes ven con demasiado recelo la historia y más la propia. Yo misma, que he vivido aquí por más de quince años, me era desconocida la importancia de María Luisa Ibarra Goribar en la fundación de Torreón y que, sin su capital monetario, otra cosa hubiera ocurrido incluso para su marido. Me sorprende el enojo cuando se publicó ese texto para rescatar su figura y a contracorriente a estas preguntas que intentaron restarle valor, diría que sí, sí vale la pena mover el orden establecido de la historia; sí vale la pena cortar de tajo la idea de que las cosas siempre han sido así.
De Hermila Galindo conocía previamente su trabajo, pero no me deja de asombrar su valentía y pienso, que su columna dominical, publicada en el periódico El pueblo, si la publicáramos ahora, crearía, no lo dudo, la misma confrontación. En su artículo “La mujer como colaboradora en la vida pública”, afirmó que la mujer tiene derecho a aspirar a una vida mejor porque está dotada “de las mismas cualidades psíquicas que el hombre, como la inteligencia, la voluntad, el raciocinio, la memoria y el sentimiento”. Una valentía similar la encontramos en el discurso de Virginia Herrera de Franco, escrito en 1955, en el contexto de la elección federal, caracterizado por la incursión del voto femenino: “El 3 de julio de 1955 por primera vez miles de mujeres acudieron a las urnas para ejercer su derecho a votar formalmente en un proceso electoral federal”.
Claro que disfruté el apartado “De Musas y creadoras”, en donde se habla de Enriqueta Ochoa, Pilar Rioja, Magdalena Mondragón y Magdalena Briones. ¿Cómo no saber la polémica en torno a Enriqueta Ochoa cuando publicó su libro Las urgencias de un dios? Los sacerdotes desde el púlpito exhortaban a no comprar el libro y mujeres católicas fueron a la casa de la autora para pedirle que lo quemara. Un libro en efecto potente, capaz de mover las fibras morales y religiosas de la época. ¡Qué poder el del libro y qué apagada la lucidez de quienes pretenden, con acciones como esta, eliminar la evidencia del pasado, la visión, la cosmogonía de un pensamiento, la memoria! Lo sorprendente es que se sigue haciendo: “La actual tendencia de las comunicaciones y archivos digitales ha dado como resultado catálogos de trabajos escritos que son almacenados en medios digitales. Cuando estos trabajos son borrados a propósito para purgarlos se puede pensar en una forma de quema de libros digital. En la actualidad la expresión quema de libros se asocia con la censura masiva de una publicación, ante la imposibilidad de sistemáticamente eliminar información en la era digital”.
Claro que resultaba incómodo un libro así. Recuperemos el texto: “Una mujer muy joven, empieza a hablar de una mujer que gesta a Dios, empieza a describir un embarazo, es un escándalo. ¿Cómo va una mujer a engendrar a Dios en su vientre?, suena blasfemo, pero también es revolucionario. No puedes tener contacto con Dios si no está dentro de ti, si no es parte tuyo. ¿Y cuál es el lazo más fuerte que puedes entablar?, es con el hijo, más que con el padre”. Además ¿cómo, una muchachita de 22 años? ¿Una poeta, que en sus diferentes momentos creativos, se interesa por los temas de la femineidad, el amor, la maternidad, etc.?
Otro capítulo que disfruté mucho, tanto del texto como de las imágenes, fue el de “Primeras mujeres policías”. Imagino el ambiente en que vivieron estas mujeres rodeadas de compañeros varones y se me pone la piel de gallina. Además, era un oficio exclusivamente masculino. Leo sobre su vestimenta, sobre sus herramientas de trabajo y me muero de miedo. Realmente iban desprotegidas al campo de batalla. El testimonio de Teresa Bernal fulmina a cualquiera. Desde niña quiso ser policía y a eso jugaba: a policías y ladrones. Y una se pregunta ¿de dónde germina la fuerza y la determinación de las mujeres? Luego de escribir esta pregunta, reparo en la facilidad con que caemos, incluso como mujeres, en los estereotipos.
Es fácil pensar que las mujeres, incluso las de la prehistoria hacían muy poco, o no tanto como el hombre. Podemos pensar que, por su misma fragilidad, dependían totalmente del varón, por ello, se comportaban de manera pasiva y temerosa. Este estereotipo de género se ha venido abajo. Hay estudios muy interesantes sobre la interpretación de los huesos de las mujeres de diversas épocas en donde se da cuenta de su fortaleza: “El impacto físico y la actividad muscular ejercen presión sobre ellos, ante lo que reaccionan cambiando de forma, curvatura, espesor y densidad para adaptarse a una tensión repetida”. Eran mujeres que labraban el suelo y recolectaban las cosechas a mano, molían los granos por largas horas, caminaban kilómetros, atravesaban grandes extensiones de desiertos, soportaban el frío, el calor, etc. ¿Por qué entonces permitir una posición subalterna?
El capítulo “Invisibles en la historia, invisibles en las calles”, obliga a salir de nuestra cerrazón y volvernos a los espacios de la ciudad; esos espacios humanizados porque llevan un nombre y más si son nombres de mujeres. Es un acierto la cita que se toma del Manual de Análisis Urbano. Género y Vida Cotidiana: “Cuando se conoce un lugar, cuando hay un sentimiento de pertenencia al entorno, la gente lo usa, se encuentra, se conoce y siente que forma parte de una comunidad. Cuando las historias personales se funden con las del lugar y sus gentes, es más probable que en él se viva sin miedo”. Un reconocimiento, pues, a figuras tan importantes como Leona Vicario, La Corregidora, Sor Juana Inés de la Cruz, Sara Pérez de Madero, Carmen Serdán.
Quisiera continuar platicándoles sobre Grandiosas pero el tiempo es finito a diferencia del Universo que como lo entendemos es realmente infinito en todos los sentidos, abierto y no cerrado (aunque también es finito por este mismo tiempo que ocupamos ahora). Me resta felicitar a sus autores, a quienes colaboraron en la hechura de esta obra, este objeto viviente que contribuye y contribuirá a seguir madurando el discurso sobre las mujeres, su estudio des-romantizando muchos de los matices con que aún se pretende mirarla. Este libro también es punta de lanza para nuevas investigaciones, por ejemplo, ¿qué podemos decir de las mujeres médicas, las abogadas, las historiadoras, las restauradoras, las artistas visuales? ¿Podemos referirnos también a las mujeres que han incursionado en la música? Continuemos pues esta lucha y mantengamos la fuerza entre las mujeres, porque como lo refiere esta publicación, aún quedan en Torreón (en el país, en el mundo) muchas deudas históricas pendientes.
Texto leído durante la presentación de este libro, el pasado 28 de abril en el Archivo Municipal de Torreón.