A Real Pain (2024)
Dos años después de realizar su medianamente aplaudida opera prima como director y guionista, When You Finish Saving the World (2022), el actor Jesse Eisenberg ha vuelto para presentarnos su segundo trabajo tras las cámaras, cumpliendo en esta ocasión no sólo con las dos funciones mencionadas, sino también tomando uno de los dos roles protagonistas. La cinta en cuestión lleva por nombre A Real Pain y a resultado un suceso de crítica, así como un éxito económico moderado al que no le costó nada recuperar su presupuesto de 3 millones de dólares.
Continuando con la línea de desmenuzar conflictos familiares en tono de comedia dramática, pero alejándose en esta ocasión de los que se dan en una familia nuclear y las incompatibilidades entre sus miembros, en esta ocasión ha decidido ampliar un poco los lazos sanguíneos, mostrándonos la historia de David (personaje tomado por Jesse Eisenberg) y Benji (el ahora reconocido y premiado en televisión Kieran Culkin), dos primos con personalidades opuestas que han decidido tomar un tour por Polonia que los lleva a conocer los lugares relacionados al Holocausto.
Acompañados por un variado grupo de turistas, cada uno con su propia historia personal que los ha hecho pagar el recorrido, lo que comienza como un simple viaje para reconectar con su raíces, al mismo tiempo que honran el recuerdo de su abuela polaca sobreviviente de la guerra, fallecida un año atrás, termina siendo un viaje personal para los dos, que intentan reconectar después de haber sido inseparables en su infancia, ahora que apenas tienen trato debido a la adultez y la decisiones que cada uno de ellos ha tomado para sus vidas. Conforme el viaje avanza, las diferencias entre ellos comienzan a aflorar, así como resentimientos que cada uno tiene para con el otro.
Con un formato inicial que puede darlos la idea de que estamos ante otra buddy movie, la historia no tarda en demostrarnos que hay mucho más bajo esa fachada de personajes dispares que por circunstancias son llevados a convivir durante cierto periodo, engrosando los lazos que los unen, no sin antes ponerlos a prueba. Las diferencias entre ambos se marcan desde el primer encuentro, con los dos actores encargándose de desarrollar sus personalidades de tal manera que uno no tarda en encasillarlos en sus respectivos roles. David es un padre de familia, maniático del control, entregado por completo a su trabajo; Benji es todo lo contrario, un eterno adolescente que parece no tomarse nada en serio. Uno llega al punto de reunión con el tiempo contado debido a sus múltiples actividades, tratando de dejar arreglado todo pendiente que pueda antes de iniciar su viaje; él otro por su lado, nos dice que lleva mucho tiempo en el lugar, ya que no tiene nada de qué preocuparse. Hasta aquí podemos decir que estamos ante el estereotipo de este tipo de cintas.
Y no es que estos cambien con el avanzar de la trama, la historia sigue algunos lugares obligados en este tipo de producción, porque resulta evidente lo que va a pasar conforme avanzan los minutos. Ni uno es tan perfecto, ni el otro tan insensible, ambos son humanos, los dos están rotos, tienen diferentes capas, estados de ánimos y traumas propios que superar. Apenas comienzan su interacción con el resto del grupo y ciertas situaciones se presentan, pequeños quiebres se van dando en ambos hasta que se vuelve imposible ocultar ese dolor verdadero que cargan y da nombre a la película.
Eisenberg ha optado por la sencilles, más nunca la simpleza, para su segundo trabajo y se agradece. Aquí no hay grandes despliegues técnicos porque no son necesarios, lo suyo son un par de actores interpretando de gran manera los roles asignados, mientras deambulan por las bellamente retratadas ciudades y calles de Polonia. La fuerza de la cinta reside en ir mostrando poco a poco las esencias de ese par de primos, regalándoles efectivos diálogos que no pudieron encontrar mejores voces para recitarlos.
Con lo anterior no digo que la película no tenga méritos en sus aspectos técnicos, porque los tiene. Posiblemente el más logrado sea el realizado por el fotógrafo Michal Dymek, que logra plasmar la belleza del país, más como si estuviera creando un comercial para una agencia de viajes que una película, pero para los fines del guión sirve de maravilla, a pesar de haber quedado muy por debajo del soberbio trabajo que realizo para Pigen med nålen (La chica de la aguja) este mismo año; todo luce lindo y pintoresco en cada encuadre de la película y funciona de maravilla como un pastiche de la ciudad que los protagonistas están visitando por primera ocasión. De igual manera, la banda sonora, compuesta por obras ya conocidas de artistas de la talla de Frédéric Chopin, dota a la trama de esa atmosfera idealizada que los extranjeros tienen cada que se visita un país que no se conoce, una representación estereotipada del lugar, pero con la que se sienten cómodos y felices.
Pero lo que logra que la cinta se mantenga y funcione, a pesar de llegar a sentirse reiterativa y predecible por momentos (a pesar de su corta duración), es el trabajo de sus dos protagonistas. Ambos pareciera que interpretan sus personajes como lo han hecho con varios anteriormente, los dos con esa forma tan veloz de pronunciar sus líneas, recordándonos trabajos previos de cada uno; pero son en los pequeños momentos en los que dejan escapar el dolor en que ambos demuestran que no, lo que estamos viendo es algo por completo diferente. Esta es una de esas cintas donde parece que nada está sucediendo, porque todo el conflicto, el caos, se da dentro de los personajes. El quiebre que tiene David ante el resto del grupo, cuando revela la verdadera razón de su presencia en el tour; la despedida en el aeropuerto, donde resulta evidente la adoración que cada uno siente para con el otro, misma que no es suficiente para mantener un contacto cercano debido a que ya ninguno de ellos es aquel niño que pasaba sus días junto al otro; llevándonos a ese encuadre final donde Benji vuelve a su soledad, pasando de una mirada completamente vacía, para un instante después llenarla de ansiedad y esa búsqueda de felicidad que le será muy difícil de encontrar.
A Real Pain es un muy buen segundo trabajo como director, aunque todavía pide prestado de muchos otros realizadores, por lo que espero que en futuros proyectos Eisenberg logre encontrar su propio estilo, ya que va por buen camino. Una cinta que para algunos podrá resultar un poco lenta, pero que funciona por tocar las fibras sensibles indicadas, sin llegar a la sensiblería barata de manual, a pesar de los clichés (no pocos) que se dejan ver a lo largo del metraje.
Con dos nominaciones al Oscar en la categoría de Guión Original para su director y otra como Actor de Reparto (en un enorme fraude de categoría) para Culkin, que ha cosechado una ingente cantidad de premios en la temporada, la cinta puede volverse una buena opción una vez que se estrene en salas mexicanas el 6 de febrero, si se busca un producto rebosante de sentimiento y conflictos humanos que posiblemente logre conectar con muchos, porque la mayoría hemos perdido a alguien y hemos sentido ese dolor verdadero.