Los riesgos del ocio

“Para que tu hijo no se drogue”, es la nueva frase descubierta en mi andar por las avenidas.

Y vuelve el absurdo de este país, donde te encuentras esa clase de espectaculares en un Torreón siempre en campaña electoral. Parece que, a los creativos de los partidos políticos, ahora sí ya se les secaron las ideas. Que por otro lado no fueron muy brillantes que digamos. 

Basta leer estos mensajes cada vez más mentirosos, absurdos, prometedores de humo para muchos, pero, para los que conocemos la historia, llenos de saña y desprecio por la humanidad. Desprecio por la gente a la que aspiran “representar” según ellos, cuando lo único que desean es vivir de nosotros, sin mayor esfuerzo.

Porque la frase no tiene fondo, no hay una planeación que nos indique que acabarán con el problema de la venta de droga desde el origen; no, para ellos es más fácil otorgar la culpa al hijo, a la madre, al padre, a la escuela y eso es todo. 

O sea, “para que tu hijo no se drogue” no habrá una legislación que permita encerrar a los que abusan y matan en nombre de un negocio que año con año se vuelve más guerra, más visible, más producto de los mismos gobernantes y menos particular.

La frase “para que tu hijo no se drogue” no hará una revisión verdadera del problema, no realizará una limpia de todo aquello y aquellos que ocasionan secuestros, desapariciones, asesinatos absurdos, balaceras a medio día, trata de menores, de mujeres, de todo ser humano vulnerable, y que han sido utilizados por este negocio de la droga, porque al fin y al cabo no existe un castigo real, un escarmiento total para los que iniciaron esto que para algunos partidos es tan fácil de erradicar como gastar el dinero de nuestros impuestos en sus campañas moralinas sin sustento, en sus frases hechas para tapar el dolor de una sociedad cansada.

Un hijo que se droga es el final del túnel, o del arcoíris de alegría que para muchos resulta del negocio de los narcóticos; un hijo que se droga es la última etapa de todo lo que implica la producción de estupefacientes; es lo que hay al final de la lucha de poder, de la creación de contenidos mediáticos, del derecho de piso, de la violencia que mata a nuestros hijos (antes de que prueben o dejen la droga, para los jefes da lo mismo). 

El hijo que se droga es el último eslabón de la cadena de persecución a los jóvenes que se niegan a drogarse, del secuestro de personas para trabajos de esclavos, de la protección de gobiernos, de la impunidad, de los llantos, de la orfandad, de los balazos, de la policía que no te cuida, sino te extorsiona y viola, de la maquinaria tan bien estructurada que con una simple frase invitando a votar por un partido que seguramente se encuentra sumergido en el mismo lodo del poder, resulta ofensiva para las y los que han perdido a sus hijos, para las y los que estamos esperando se acabe esta guerra y que, sobre todo, se dejen de hipocresías.

Votando por ustedes no se terminan ni los feminicidios, ni el problema de la droga, ni el de la falta de agua, ni solucionarán la brecha salarial, ni crearán mejores condiciones laborales. Votando por ustedes (hablo de cualquier, de todos los partidos) no cambiará nada. Únicamente cambiarán los seres que asumirán poderes sin saber manejarlos, influencias que utilizarán en cosas vanas y en gastos para su beneficio personal. El imperio de la droga seguirá igual, lo mismo que la falta de legislación a favor de la mujer. 

Las madres seguiremos con el miedo de saber que en cualquier momento nuestro hogar será destruido, gracias a la autoridad.