Till (2021)

El 28 de agosto de 1955, el joven afroamericano Emmett Till, de Chicago, con tan sólo 14 años, fue brutalmente linchado en Money, Mississippi por, según se contó en el momento, coquetear con Carolyn Bryan, una mujer blanca. En una época en la que este tipo de sucesos se daba de forma recurrente, pasaban desapercibidos y sin castigo en el sur de Estados Unidos, este caso en particular se volvería un antes y después en lo referente a la lucha por derechos civiles, debido a las acciones y actitud que tomó su madre, Mamie Till, desde el momento mismo en que se enteró del asesinato de su único hijo. La notoriedad del suceso se debería sobre todo a la decisión de esta a realizar un velorio con ataúd abierto, para que todos, incluida la prensa que fue invitada, pudieran observar y perpetuar la imagen del joven desfigurado, víctima de tortura y actos brutales contra su persona. Sobre esta historia y la consecuente lucha de Mamie porque este tipo de situaciones no se repitiera, centra su trama la cinta de la que hoy escribo, Till, de la directora Chinonye Chukwu.

Podría parecer que el párrafo anterior es un spoiler, pero en este caso sería casi imposible que no se estuviera al tanto de dicho suceso, sobre todo después de que en el 2018 se reabriera el proceso judicial contra los relacionados con el crimen, por lo menos contra los que siguen con vida, una vez que Bryan aceptara haber mentido en sus declaraciones, posiblemente debido al peso en la vejez de su podrida conciencia. Gracias a este renovado auge es que, tanto la miniserie Women of the Movement, como este proyecto, que llevaba demasiados años en desarrollo sin llegar a concretarse, por fin pudieron realizarse. La directora, consciente de narrar por vez primera un suceso de semejante importancia y la vida de una mujer que fue causante de un cambio tan significativo, tenía un reto enorme frente a ella, por lo que tuvo que ser muy cuidadosa al escoger el tono de su película, así como a la actriz que interpretaría a una figura de ese calibre. Lo primero es posible que divida opiniones y tenga algunos puntos en contra; pero de lo segundo puedo asegurar que su selección fue acertada en extremo.

Empezaré en esta ocasión hablando de Danielle Deadwyler, actriz que había figurado más en televisión, protagonista absoluta de esta cinta. Así como la semana pasada dije que Cate Blanchett era Tár, al referirme a la fuerza detrás y frente a su película, en esta ocasión el fenómeno se repite, ya que Deadwyler es Till, el personaje central, el motor que hace todo funcionar y la película entera. De la misma manera, así como mencioné que para la actriz australiana significaba uno de los pináculos de carrera, en esta ocasión podemos afirmar que se trata de uno de esos papeles e interpretaciones que marcan a los actores, ese personaje que los hace notar y los vuelve famosos pero, sobre todo, los cataloga precisamente como eso, actores y no simples celebridades. Esta comparación que hago entre las dos actrices se debe a que ambas se encuentran en competencia en esta temporada de premios, por lo que muy probable las veamos en el quinteto final cuando sean anunciadas las nominaciones al Oscar. Si bien Danielle ha perdido fuerza y apoyo en la recta final, su actuación no le pide nada a las veteranas con las que se ha visto nominada en diferentes premios, incluso ganando en algunos. Su actuación es de esas que no se olvidan, que proyectan tanta fuerza y vulnerabilidad en cada una de sus escenas, que es imposible que pase desapercibida. Si tratáramos de emparejar una actuación con el término “abanico de emociones”, definitivamente este sería uno de esos casos al transitar por tantos estados emocionales. Para ella es suficiente un temblor en los labios, un parpadeo, la tensión de la mandíbula, para que sepamos lo que está sintiendo, la rabia y la frustración impregnan la pantalla cuando es necesario; a la par, en los momentos indicados, la vemos explotar, romperse, desbordando en lágrimas el dolor, cuando su razón de vivir le ha sido arrebatada; luego la vemos resurgir, con una fuerza que pocas actrices pueden proyectar, cuando decide que aquello que casi la destruye será la razón por la cual continuar y seguir adelante. Es muy improbable que termine haciéndose con el premio, pero en caso de suceder, su triunfo seria justificado, ya que, por mucho, estamos ante la revelación actoral del año.

Dejando en claro que el desempeño de la protagonista es monumental, queda saber si la película está a su nivel. En este sentido dependerá mucho del gusto personal de cada uno, ya que esta está construida y desarrolla de manera más que eficiente en todo sentido. Tal vez esto no suene muy convincente, pero la razón del comentario se debe a las decisiones tomadas por la directora. Cuando se realiza una cinta basada en hechos reales, esto juega tanto a favor como en contra, ya que limita a los realizadores a escoger un bando, mismo que en esta ocasión, quiero creer, no tienen que obligarnos a tomar, ya que los hechos hablan por sí mismos y la atroz historia que nos cuenta no da cabida a empatizar con los perpetradores del crimen, suponiendo que el público tenga por lo menos un ápice de empatía y sentido humano.

Chinonye Chukwu tenía dos opciones (posiblemente más, pero las obvias eran esas) para definir este proyecto, el sentimental o el social, decidiendo al final, sin abandonar del todo el primero, centrar su trama en el segundo. La realizadora, junto a los guionistas Michael Reilly y Keith Beauchamp, han optado por presentarnos un drama de realización clásica, pero que evita el sentimentalismo sencillo, así que los que esperen llorar a mares deben saber que esta no es esa clase de cinta, puesto que sus valores no se encuentran en ese sentido. Claro está que se nos narra una historia por demás desgarradora, pero su fuerza radica en evitar, salvo en los momentos necesarios, los conflictos íntimos y personales, aunque definiendo los personajes de manera congruente, para mostrarnos un momento histórico específico y evidenciar una sociedad que desborda racismo e intolerancia, situación que tristemente no ha logrado erradicarse, si vemos como ejemplo los casos recientes como el de George Floyd, pero que sin el de Till serían mucho más recurrentes. Es posible que debido a esta forma de estructurar su narración, la cinta por momentos se sienta distante, aunque no por eso deja de incomodar al espectador que recapacita al darse cuenta de que todo sucedió en un pasado de relativa cercanía que quisiéramos nunca hubiera sucedido. Esta es una historia de héroes y villanos históricos, donde se ha decidido no dar espacio en pantalla a los asesinos del joven, más que en un par de escenas. Incluso Carolyn Bryant, causante del suceso, interpretada de forma brillante por Haley Bennett, aparece tan sólo en dos momentos de importancia puntual, para desaparecer el resto del metraje. Aquí no hay cabida para ellos, esta no es su historia, pero sabemos que están ahí, acechando, mintiendo y presionando para salir impunes de sus crímenes, situación que tristemente ocurrió en la vida real, por lo que no merecen ser definidos en esta ocasión, más que como las siluetas desdibujadas de una forma de pensar retrograda y obscena. 

Habiendo hablado de la protagonista, del manejo que se ha dado a la historia y a pesar del denso tema que trata, así como de algunas imágenes fuertes y otras llenas de tensión que se nos presentan, Till es una cinta en extremo bella visualmente, por lo que resulta una de esas películas que no puedes criticar en realidad, porque todo está impecablemente cuidado, lo que irónicamente las hace resultar demasiado perfectas. Esto no es malo como tal, pero en este caso no se trata de un drama romántico, es uno histórico que puede llegar a perderse entre la belleza que se ha logrado en los aspectos técnicos. Cuando hablas de un periodo especifico de la historia, la recreación de la época es vital para lograr la veracidad necesaria, sentido en el que la cinta destaca, pero que resulta demasiado “lindo” para resultar creíble en determinados momentos. El vestuario es impecable, como lo es el diseño de arte con sus decorados y espacios abiertos logrados a detalle, pero todo esta tan cuidado, tan limpio, que parecen piezas de museo en lugar de objetos y lugares que se utilizan en el día a día. Incluso en las escenas en Money, en medio de campos de algodón, bajo el sol, los personajes que aparecen en pantalla parece que acaban de salir de una vitrina, sin mostrar la suciedad en sus ropas, polvo o desgaste por uso en muebles y objetos de utilería. Repitiendo que esto no lo podemos tomar como un aspecto negativo, ya que la reconstrucción es impecable, se han realizado otras producciones donde resulta más natural el entorno a comparación de esta. Aun así, resulta una nimiedad que puede ser pasada por alto.

Till es una película incomoda de ver por momentos, pero que en definitiva puede ser abrazada por el publico que aprecia este tipo de productos. Una realización bien dirigida, con el ritmo indicado para que te enganche, poseedora de una estética bien realizada, pero, sobre todo, magníficamente actuada por un reparto que complementan Jalyn Hall como el joven Emmett y Whoopi Goldberg como su abuela Alma, por mencionar algunos. Tristemente no ha tenido la notoriedad que merece, pero en definitiva es un producto demasiado necesario para no olvidar que se vive todavía en un tiempo en que la enfermedad social del racismo (entre otras) sigue infectando a muchas personas, llevándolas a cometer crímenes como el retratado aquí. Los humanos tenemos memorias selectivas que borran con facilidad lo que les incomoda, por lo que no se deben olvidar a los Emmett Till, para evitar que los George Floyd continúen sucediendo.