Dune: Part Two (2024)
Todavía con la resaca de la temporada de premios, comienzan a estrenarse una serie de producciones en esta época baja que buscan posicionarse en el gusto del público, tratando de volverse el siguiente éxito de taquilla inesperado que atraiga hordas completas de fanáticos a las salas. Con los fracasos monumentales de los dos primeros intentos, Argylle y Madame Web, pintando un panorama nada alentador para el año cinematográfico, parece ser que el tercer intento fue el ganador, en la forma de Dune: Part Two del laureado director Denis Villeneuve, producción que no sólo ha tenido un excelente recibimiento en números, sino en los comentarios de los expertos en el tema.
Si bien el caso de esta producción se separa de las dos mencionadas, al ser una secuela directa (o segunda mitad de un solo producto, como se quiera ver) de Dune (2021), uno de los pocos éxitos comerciales reales de la época pandémica, el buen recibimiento de esta continuación no se debe sólo a los millones de fanáticos que esperaban saber el desenlace de la historia, sino a méritos propios sustentados en la gran calidad de la cinta.
La historia en esta ocasión inicia exactamente donde finalizó la primera entrega, con Paul Atreides (Timothée Chalamet) y Lady Jessica (Rebecca Ferguson) huyendo por las áridas tierras de Arrakis en compañía de los Fremen, después de haber visto su casa y legados ser aniquilados a manos de los Harkonnen por orden directa del emperador Shaddam IV (Christopher Walken). La trama se centra ahora en los conflictos políticos y religiosos a los que ambos personajes deben enfrentarse para demostrar que son los esperados elegidos de una antigua profecía de los Fremen que dicta que una mujer externa y su hijo llegaran para que Arrakis vuelva a su época de prosperidad, al mismo tiempo que el protagonista debe asegurarse de ser el Kwisatz Haderach, el macho Bene Gesserit, único con la capacidad de servir de puente entre el espacio y el tiempo. En medio de todo esto se desatará una revolución entre los habitantes del planeta que son comandados por Paul, contra los Harkonnen, quienes en compañía del emperador deberán rendir cuentas por su traición.
Denis Villeneuve es uno de esos directores de los que se puede decir que nunca ha hecho una mala película y le han bastado 9 para llegar a su producto soñado, su obra maestra, por lo menos en lo que el cine de este tamaño se refiere. Si bien con la maravillosa Arrival (2016) y posteriormente con Blade Runner 2049 (2017) ya había demostrado los alcances de su talento para la ciencia ficción, es con la dupla de cintas basadas en la novela de Frank Herbert que ha desplegado todo su talento, puesto que en esta producción todo esta donde se debe, nada sobra y logra corregir los pocos puntos débiles que tuvo la primera entrega.
En este sentido es vital mencionar que para ver Dune: Part Two es necesario haber visto la anterior, porque ambas son una misma y el también guionista, acompañado de Jon Spaihts (quien con esta saga logró quitarse la mala fama creada por escribir la The Mummy con Tom Cruise), no gastan ni un minuto del metraje en explicar lo que estamos viendo, como si diera por hecho que todos conocemos la historia y hubiéramos visto la anterior. Esto en ningún momento es un lastre, la cinta fluye y se disfruta, sobre todo gracias al eficaz y solvente montaje realizado por Joe Walker, pero que para los recién llegados puede representar un problema; aunque es precisamente esto lo que provoca que, mientras la primera fue tachada por algunos como demasiado lenta, puesto que casi no ocurren acontecimientos épicos hasta el tercer acto, debido a que en realidad estamos hablando de un guión cuyo arco argumental esta formado entre las dos, en esta ocasión todo se siente mucho más fluido, lleno de acción y situaciones que logran atrapar el interés del espectador en todo momento.
Como si haber mejorado el aspecto narrativo de su propuesta no fuera suficiente, en esta ocasión el aspecto visual logra superar también al de su predecesora, con un despliegue técnico como hace mucho no veíamos en el cine de este tipo. Como sucedió con la anterior, en esta ocasión todo es enorme también, pero a diferencia de aquella, aquí los personajes no lucen diminutos o distantes, el director nos acerca a ellos a pesar de la distancia y la pantalla se siente llena, completa, como si esta vez se nos permitiera caminar entre ellos, acompañándolos en su travesía.
Lo anterior se apoya sobre todo en una excepcional fotografía de Greig Fraser, quien logra pulir su trabajo ganador del Oscar por la primera parte; el desierto de Arrakis, los jardines del emperador y, sobre todo, esas secuencias carentes de color correspondientes a los Harkonnen vuelven este reto artístico en un espectáculo digno de aplausos. Acompañando a cada encuadre, las portentosas melodías escritas por Hans Zimmer retumban de la misma manera que lo hace el suelo con el avanzar de los gusanos de arena o las espectaculares escenas de batalla que se diseñaron en esta ocasión. Como ya dije, aquí todo es impecable, incluyendo el diseño de vestuario de Jacqueline West, el de producción de Patrice Vermette, o los decorados realizados por Zsuzsanna Sipos y Shane Vieau. Cine, del grande, el enorme, el cuidado hasta el milímetro, lo cual no lo hace mejor que el de escalas menores, pero que en esta ocasión se agradece.
Y en medio de todo este espectáculo un Timothée Chalamet que confirma la razón de ser la super estrella que es a tan corta edad, uno de esos extraños casos donde la presencia, el carisma y el talento se unen en uno mismo, como pocas veces sucede; puedes odiarlo o amarlo, pero no negar el alcance que tiene como una cosa o la otra. A su lado todo un reparto sobresaliente conformado por la celebridad que es Zendaya, quien quizás se encuentra en la misma categoría que su protagonista masculino, demostrando sus alcances; al igual que una Rebecca Ferguson en racha que esta viviendo por fin su mejor momento, como la madre que ha manipulado a su hijo desde el momento mismo de su nacimiento, a pesar de amarlo sobre todas las cosas; Javier Barden haciendo lo suyo, con un tiempo en pantalla superior a la primera parte y que en esta ocasión le permite lucirse como el fanático Stilgar; y junto a ellos los recién llegados, una Florence Pugh que, a pesar de no tener grandes escenas no las necesita porque sabemos de lo que es capaz y estamos al tanto de la evolución que su personaje tendrá en un futuro, y un Austin Butler demostrando que su Elvis no fue una chispazo de suerte, con su sádico y terrorífico Feyd-Rautha.
Resulta evidente que esta es una cinta que me ha gustado en lo personal, pero eso nunca ha influido al momento de hablar de alguna película y en esta ocasión todos los halagos son mencionados porque la película los vale. Nunca me ha gustado dar valor a un producción basándonos en premios, sobre todo cuando está tan reciente la época en que acaban de entregarse los del año anterior, pero no está de más decir que, si el año pasado hubo producciones que lograron llegar, siendo presentadas en festivales a inicios del año, en esta ocasión puedo asegurar que la primera contendiente a dicha temporada anual se ha estrenado de manera comercial y que, si no es olvidada para entonces, nos encontramos ante una dura contendiente para esta.
Con Dune: Messiah, sin fecha tentativa de estreno, pero en desarrollo y nuevamente bajo la dirección de Villeneuve, se nos dice que queda todavía bastante del mundo de Dune por delante, por lo que solo esperamos que este sea uno de los casos en que el equipo creativo repite y la calidad no decae. El dinero habla, las formulas se agotan y el publico se cansa, por lo que espero que esta sea de las excepciones, aunque esto no pesa por el momento, Dune y Dune: Part Two son las que importan por el momento y en definitiva, estamos ante un nuevo clásico del género que marca un antes y un después para los fanáticos de la ciencia ficción de esta generación, algo que no sucedía desde hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana.