Past Lives (2023)

No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuenta cuánto has cambiado tú, dicta la famosa frase; esta también aplica para las personas que hemos conocido en etapas en las que éramos otros y que al reencontrarlas nos hacen darnos cuenta de, si hemos aprendido de las experiencias de la vida, la transformación que hemos sufrido. A la par de esto, el ser humano tiende a preguntase en momentos puntuales de su existencia qué hubiera ocurrido si nuestras decisiones hubiesen sido otras o si la vida misma nos hubiera llevado por otro camino. ¿Nuestros sueños se hubieran realizado si hubiéramos hecho tal o cual cosa? ¿Nuestra relación hubiera funcionado de haber actuado de cierta manera? ¿Si nos hubiéramos atrevido a actuar de otra manera nuestra vida sería diferente? El eterno hubiera.

Sobre esta premisa la novel realizadora surcoreana Celine Song ha basado la historia de su primer proyecto como directora y guionista cinematográfica (con único trabajo previo como parte del equipo de escritores de la serie de Amazon, The Wheel of Time), brindándonos uno de los productos de mayor sensibilidad en su género que se han realizado en años recientes en la pantalla, mostrándonos los vínculos que generan las personas a lo largo de su vida, con una manufactura tan fina que, incluso en los momentos en que disecciona las contradicciones y vicios emocionales humanos, resulta imposible para el espectador no comprender y empatizar a pesar de las tensas situaciones que se dan por momentos.

Usando experiencias personales, Song nos cuenta la historia de Na Young y Hae Sung dos niños de 12 años que acuden a la misma escuela primaria, entre los que existe una gran amistad y un romance platónico infantil. Dicha relación termina cuando la familia de Na Young decide, en busca de una mejor vida, emigrar a Toronto, situación que termina con el contacto entre ambos niños.

12 años después, Na Young ha cambiado su nombre por el de Nora Moon (Greta Lee) y ha comenzado a vivir sola, mudándose a la ciudad de New York; mientras que Hae Sung (Teo Yoo) ha terminado el servicio militar obligatorio a los que son sometidos los hombres en su país. Es en este periodo que ambos retoman contacto debido a las redes sociales, reavivando los sentimientos que tuvieron para el otro durante su infancia, pero debido a los diferentes planes que tienen para sus vidas, les resulta imposible concretar alguna visita en ambos sentidos, decidiendo interrumpir por un tiempo la comunicación que han mantenido en pro de lograr las metas o planes personales que tienen por separado, como un seminarito de escritura en el caso de ella y un viaje para estudiar mandarín a China en el de él.

Transcurrirán otros 12 años para que el contacto entre ellos se renueve, en situaciones muy diferentes para cada uno, ya que ella se encuentra casada con Arthur Zaturansky (John Magaro) a quien conoció en el retiro mencionado; mientras Hae Sung permanece soltero y ha decidido viajar a New York, con el pretexto de conocer la ciudad, pero entendiéndose que su principal motivo es verla en persona. A partir de su llegada, el trio de personajes (incluido el esposo) tendrá que enfrentar una serie de emociones que no pensaron sentir al inicio, pero que terminará por transformarlos y marcarlos de una manera tan profunda como suelen ocurrir con este tipo de situaciones.

Con el primer acto definido, por lo menos para mi gusto y entendimiento, estamos ante una cinta que bien podría ser una versión compacta de la Trilogía Before de Richard Linklater; con la diferencia de que aquí el periodo que se muestra es mayor y la trama no trata de mostrar una historia de amor como tal, sino una de desarrollo y cambio personal.

Esto no quiere decir que en la serie de películas mencionada no se vea una evolución de personajes, ya que la muestra y es parte de su gran calidad, pero siempre centrándose en la relación que se da entre ambos protagonistas; por le contrario, en esta ocasión, usando como punto de apoyo una relación amorosa (aunque platónica) a través del tiempo, lo que en realidad vemos es el cambio en todo sentido que ha sufrido nuestra estelar con el paso del tiempo.

La directora utiliza con tino a su trio de talentosos actores para mostrarnos ese debate interno que vive Nora, puesto que los dos hombres de su vida no son en realidad simples intereses amorosos, sino la representación de los dos mundos a los que ha pertenecido y la mantienen en un limbo cultural con el que ha luchado toda su vida.  

Hae Sung representa su pasado, sus raíces, las cuales ha dejado de lado para adaptarse al mundo occidental en busca de sus aspiraciones profesionales, interpretándolo Teo Yoo con la parquedad superficial que un hombre con su experiencia de vida debe mostrar, sin por eso dejar de lado la inocencia y calidez de un niño que sigue enganchado a la que parece ser la única mujer que ha amado; Arthur Zaturansky es lo opuesto, el artista liberal que acepta la presencia del antiguo amor de su mujer y John Magaro utiliza todo su encanto para mostrarnos que bajo esta fachada de liberalismo se encuentra un hombre que nunca ha estado seguro de los sentimientos y razones que su pareja tuvo para decidir casarse con él. Los dos funcionando a la perfección como la contraparte del otro, nivelando una historia que pudo caer para una de las dos partes, pero que gracias al sobresaliente trabajo de ambos se equilibra para el bien de una historia que ya de por si había logrado este balance desde las páginas de su guión.

Pero esta es la historia de Nora Moon y su interprete Greta Lee ha encontrado en este personaje el papel de su vida, el que, si las cosas funcionan como se debe para una actriz de su talento, le permitirá la notoriedad que no había encontrado hasta el momento. Greta Lee es la película (con el perdón que la directora merece), puesto que en ella descansa el conflicto principal y la actriz logra que sintamos esa incertidumbre que padece. La lucha interna que vive al enfrentar su pasado y su presente, la tensión que proyecta ante el hombre de su pasado y las dudas sobre las decisiones que ha tomado. Una mujer que se encuentra en un momento de su vida en que parece perdida al vivir una crisis en la que ha llegado a un momento en que no sabe si esta satisfecha con el rumbo que tomó su existencia y, claro, entre esas cuestiones se encuentra su vida amorosa, a pesar de que dentro de todos sus conflictos este no sea el principal.

Mucho se ha dicho que esta película habla sobre amores pasados, lo cual no es del todo mentira, pero como el titulo mismo lo indica, aquí se trata de contemplar las vidas de una persona que ha cambiado tantas veces de piel que ya no se reconoce a si misma, sin que esto sea malo, tan solo desconcertante. Voltear la mirada al pasado y preguntarnos ¿Qué hubiera pasado si…? Una situación que no puede ser más humana y que en este magnífico guión se siente realista y natural, como la vida misma.

Para algunos puede resultar demasiado lenta y contemplativa, una de esas cintas donde pareciera que no ocurre nada, porque el conflicto se da dentro de los personajes, que son interpretados de una manera tan natural que, de la misma forma, pareciera que sus intérpretes no están actuando, pero Past Lives es sin duda el debut direccional más importante del año y una de las mejores producciones del 2023 en general, siendo recompensada hace pocos días con las nominaciones al Oscar en las categorías de Mejor Película y Guión Original, dos menciones que saben a poco ante las posibilidades que dejó para La Academia de nombrar a la directora y sus actores como algunos de los mejores del año. Una producción totalmente recomendable si se busca un cine personal y humano, que no se debe dejar pasar cuando llegue a nuestras salas el próximo 1 de febrero.