Kimitachi wa Dō Ikiru ka (El niño y la garza, 2023)

A estas alturas no es necesario hablar mucho sobre Studio Ghibli para que el público esté al tanto de la importancia del estudio y sus producciones. Pilar de las cintas animadas de Japón (y del mundo), realizador de grandes éxitos tanto de crítica como de taquilla, mágicas y surrealistas historias que se han contado a lo largo de 21 películas que se realizaron durante los primeros 29 años de vida del estudio.

Después de tomar la decisión de suspender sus actividades en el año 2014, debido al retiro del fundador y principal director del estudio, Hayao Miyazaki, retomarían sus actividades para desarrollar, hasta el momento, dos cintas más: su única película realizada enteramente en CGI, Āya to Majo en el 2020; pero, sobre todo, la que regresó a Miyazaki al mundo de la animación y de la que hoy escribo, titulada Kimitachi wa Dō Ikiru ka (¿Cómo viven? en su traducción literal), decima como director y decimotercera como guionista que realiza para la compañía que ayudo a crear.

Mucho se ha dicho sobre que esta es la historia más personal que el director ha escrito y es verdad, ya que varios de los aspectos que toma fueron extraídos de su propia historia y muchos de los personajes que aparecen en esta película fueron creados a partir de algunas de las personas más cercanas en la vida del realizador, incluyendo su amigo recién fallecido, director y también fundador de su estudio, Isao Takahata.

En esta ocasión, tratando de explicar de manera simplificada la trama (las metáforas y simbolismos son tema aparte), seguimos la historia de Mahito, un niño de Tokio que sufre la pérdida de su madre debido a la Guerra del Pacifico en 1943. Por tal motivo, después de 3 años de lo sucedido, él y su padre se mudan a una finca en el campo, lugar donde su familia cuenta con una fábrica que produce partes para aviones de guerra. En este lugar se nos muestra que su padre se ha vuelto a casar con la hermana menor de su difunta esposa, quien se encuentra a poco tiempo de finalizar su embarazo. Todo esto perturba al niño, quien no está conforme con la nueva relación de su padre, con la mudanza y con la vida que se le ha obligado a llevar en ese lugar, en la que el pequeño no logra encajar. En medio de todo este drama familiar, Mahito encuentra una extraña garza real que lo guía hasta una torre cercana a la propiedad donde vive, misma que esconce dentro de sus paredes mágicos y misteriosos secretos que han pesado sobre su familia desde generaciones anteriores, mismos que le son revelados una vez que se atreve a adentrarse en la estructura. 

Con este proyecto Miyazaki demuestra estar en plena forma, regresando con la que es posible la mejor cinta del estudio en mucho tiempo; es probable que nunca hayan producido una mala película y que dentro de su filmografía existan mejores pero, en definitiva, con esta ha vuelto a demostrar los niveles a los que nos acostumbraron en sus etapas tempranas. Alejándose un poco de los tonos sensibles y hasta cierto punto inocentes que se han manejado con anterioridad, el director optó por dotar a su cinta personal de un tono más oscuro y tenebroso que sus obras anteriores, lo cual puede deberse al momento personal que vive desde el momento en que decidió ese periodo de retiro años atrás, hasta la muerte de uno de sus amigos más cercanos.

Para poder entender esta historia es necesario estar al tanto de la vida del realizador, por lo menos para comprender ciertas situaciones que se dan en la trama. Con esto me refiero a las partes que toma directamente de su vida, ya que toda producción que recurra a las metáforas y representaciones surrealistas de pasajes y personajes de su vida pueden variar en sus lecturas de persona a persona, aunque al final sea el director el único que sepa en realidad que quiso decir o a quien quiso honrar con cada uno, situación que se mantendrá en incógnita hasta el momento en que el decida explicar en su totalidad cada detalle de su obra, si es que en algún momento lo hace.

En este sentido podemos saber con claridad que la introducción y la base de la historia son verídicas, ya que el mismo director tuvo que abandonar su ciudad natal para vivir en el campo, tal cual lo hace Mahito, debido a que su padre era propietario de una fábrica que producía partes para aviones, aunque esto no se haya debido a la muerte de su madre. De la misma manera, el volvería tiempo después a su lugar de origen, una vez que la guerra finalizo. Esta situación ha sido comentada por él mismo en varias ocasiones, demostrando la culpa que sintió al saberse privilegiado por el estrato social al que pertenecía su familia, lo que provocó en él el vergonzoso recuerdo de salir resguardado de una ciudad en ruinas, con miles de personas padeciendo carencias y dolor, mientras ellos tomaban rumbo a un lugar donde dichas cuestiones no los afectarían. Una situación que ha arrastrado desde su infancia y que apenas ha podido expiar gracias a este proyecto.

Hasta este punto es lo que puedo explicar, las referencias básicas y simplistas, ya que no pienso caer en el juego de tratar de definir de que va en realidad esta historia en el fondo, como mucho lo han hecho, contrastando y chocando sus puntos de vista unos con otros. Como he dicho, ninguno tenemos el poder de ver dentro de la cabeza de Miyazaki para saber la verdad absoluta sobre lo que quiso decirnos; pero el sí lo tuvo para crear una narración que ha logrado que todos encontremos significados en ella con los cuales proyectarnos, lo cual es por mucho un logro muy grande para todo tipo de mensaje. El enojo del niño esta ahí, es evidente; sus miedos y traumas infantiles también, se nos muestran desde esa potente escena de apertura; el dejar ir y ver el mundo desde una perspectiva en el que uno acepta que no es el centro del universo, que nuestros problemas no son tan importantes si los comparamos con el todo. Podemos hablar sobre muchos mensajes, referencias, metáforas o como queramos llamar a esas situaciones plagadas de misticismo que el director nos ha regalado, sólo para aceptar que este es uno de esos casos donde la historia no se ve o se escucha, sino que se siente y eso es un regalo.

Por este motivo es que resulta casi imposible dar un tratamiento común en esta ocasión, dejando los aspectos técnicos o lastres que pueda tener en contra sin el peso suficiente para que resulten un aspecto detractor. Sí, la cinta es maravillosa, pero eso no impide que resulte notorio en cierto sentido que el guión fue reescrito sobre la marcha debido a la muerte de Isao Takahata, lo que hizo que la relación del protagonista con ciertos personajes se extendiera y eso provocara ciertas inconsistencias. ¿Esto es notorio para todos o sólo para los que estamos al tanto de la situación? Posiblemente sea exclusivo para los que pertenecemos al segundo grupo, ya que los primeros no deben ni notarlo, porque cuando la proyección inicia y su perfecta animación onírica se entrelaza con la magnífica partitura de Joe Hisaishi, hasta nosotros pasamos por alto estas cuestiones, dejándonos llevar y enamorar, para comenzar a sentir y vivir semejante maravilla.

Hasta el momento no se sabe si esta será la última película de Hayao Miyazaki, si dejó su retiro autoimpuesto porque tenía que mostrar al mundo este otro pasaje de su vida o si todavía cree que tiene mucho que contar en futuros proyectos. Cual sea la situación, se agradece este regreso, sin importar lo que venga en un futuro para él y su estudio, ya que su huella ha quedado grabada para la posteridad y este podría ser un cierre perfecto para el trabajo de una vida como la de él.