Priscilla (2023)

El año pasado Baz Luhrmann asombró al público con su estridente versión del ídolo musical Elvis Presley. Cuando la estrella es de semejante brillo, no existe otra manera de contar su historia que no sea creando a su alrededor un espectáculo que, por lo menos, reluzca tanto como la leyenda que vas a retratar. Esto, que resultó positivo en el apartado técnico, vino a reiterar uno de los mayores vicios del director, anteponer la forma sobre el fondo. No digo esto de mala manera, ya que su estilo visual es una de sus principales características, pero esto tiende a provocar que en el campo narrativo, salvo sus protagonistas, el resto pasen a ser simples piezas de decoración alrededor del personaje central. En un mundo donde sólo existe el héroe caído en desgracia y el villano que lo llevó a su destrucción, ningún otro de los seres que pulularon alrededor del ídolo tuvo cabida para ser desarrollado y profundizado como se merecía, a pesar de que en la vida real se hayan inmortalizado de la misma manera que el astro que les regaló algo de su brillo. 

Priscilla Beaulieu, después conocida como Presley, es uno de esos personajes que, si bien tuvieron peso en la trama, no fueron presentados con la importancia que se debía a pesar de haber sido el único amor verdadero del cantante y la única que en su momento intentó ayudarlo cuando lo vio a un paso del abismo. 

Al tanto de que nunca se había contado la historia de esta mujer sin ser presentada sólo como un personaje secundario en la vida de Elvis, la directora y guionista Sofia Coppola, después de haber leído la biografía Elvis and Me, que escribió la misma Priscilla, decidió que era el momento de dar la vuelta a esta narrativa, adaptando dichas memorias y contando todo desde la perspectiva de esa mujer cuyo nombre siempre será relacionado al de quien fuera su célebre marido. 

Como el nombre de la biografía lo indica, esta cinta nos narra sólo los 14 años que duró la relación entre ambos personajes, desde el momento en que se conocen en 1959, cuando Priscilla no había cumplido siquiera los 15 años, hasta el momento en que ella decide, por su bien personal, dejarlo en 1972, para no terminar consumida por el caos en que se había sumergido Elvis. Durante las poco menos de 2 horas que dura la cinta, somos testigos de cómo la adolescente se va convirtiendo en mujer, mientras permanece casi en solitario cautiverio dentro de las paredes de Graceland, recibiendo migajas de un amor idealizado, pasando por todo tipo de situaciones que robaron parte de su juventud, haciéndola crecer de manera forzada, así como siendo prácticamente construida al entero gusto de su amado, situación que se extendió hasta el momento en que este se marcha a Las Vegas, tiempo en que ella comienza a tomar sus propias decisiones y descubrirse a si misma como una persona independiente.

En esta, su octava película como directora, apoyada en una exquisita puesta en escena, Sofia Coppola disecciona una de las parejas legendarias de la farándula estadounidense, desmitificando ese sueño juvenil de cuento de hadas en el que parece que la protagonista deambulaba al iniciar su romance. Con una impecable manufactura, aunque posiblemente demasiado correcta, y contando con una sólida y lograda actuación de su protagonista Cailee Spaeny (posiblemente la revelación femenina del año) la directora nos presenta una historia de ilusiones que se estrellan contra la realidad, de una adolescencia truncada, de un romance de ensueño que se vino abajo demasiado pronto y de los conflictos mentales de dos seres que lo intentaron a pesar de saberse incompatibles desde un inicio.

Priscilla es una cinta intima, como la mayoría en la filmografía de la directora, aquí no hay grandes escenarios ni secuencias abiertas, todo sucede en espacios cerrados, mismos que logran proyectar esa jaula dorada donde la joven entra por cuenta propia, embelesada por un príncipe con demasiados demonios internos para resultar encantador. Porque puede que la misma Lisa Marie (recientemente fallecida) haya atacado a la también guionista por la visión que muestra de su padre (interpretado a la perfección por la sensación en que se ha convertido el actor Jacob Elordi), pero cuando la misma Priscilla Ann Beaulieu Wagner se desempeña como productora de la película y es su libro en el que se basa la historia, es muy difícil poner en duda esa imagen distante y por momentos violenta que vemos de Elvis. 

En esta historia ella suplica por amor, dice te amo o te extraño sin recibir una sola palabra que demuestre que él sentía lo mismo; la contemplamos ser convertida en una muñeca que actuaba, vestía y lucia tal cual él quería, sin permitirle tomar decisiones por si misma; pero, sobre todo, vemos a una casi niña cegada por el brillo de su ídolo, quien la sacó de su hogar para mantenerla a su lado, a pesar de no tocarla hasta que su relación había avanzado y el tiempo le dio la edad suficiente para que se consumara su romance. Pero incluso con esto, resulta incómodo y notorio, sobre todo en esta época, que estamos ante un caso donde algún tipo de grooming fue normalizado y aceptado, donde la diferencia de edad y poder es tan notoria que incomoda.

Y a pesar de que todo se nos muestra en la pantalla, es posiblemente por la presencia de la verdadera Priscilla en la producción y un probable respeto extremo que la directora siente para con esta, que la cinta es demasiado correcta, demasiado solemne al tocar algunos puntos. Todo está donde debe, el vestuario es recreado a detalle, los escenarios igual, las actuaciones brillan y los diálogos son acertados mientras se recitan como se espera; todo en su lugar, todo perfecto y es posiblemente eso lo que vuelve tan fría y distante a la cinta como el astro lo fue con su esposa. Imposible decir que se trata de una mala película, porque es todo lo contrario, pero para una realizadora que sabe tocar fibras de manera sutil pero tajante, en esta ocasión pareciera que sólo nos muestra una pincelada superficial de todo ese dolor que resulta evidente sentían los dos. Se ve el abuso, se entiende y se siente, pero tan sólo como una herida superficial.

Priscilla pudo ser una mejor película que enalteciera la figura de una mujer que luchó por encontrarse en medio de todo ese huracán que fue su juventud, que ha sobrevivido a la muerte del amor de su vida y de su hija mayor, claro, pero aun así resulta efectiva y cumple en todos los puntos donde debe hacerlo. Brillantemente actuada y actual con respecto a la revisión de ciertos comportamientos sociales, con un apartado visual sobresaliente a pesar de su austeridad, es una buena opción si se busca otro tipo de cine en medio de los enormes estrenos de la temporada. Posiblemente la escuchemos en alguna que otra premiación en esta temporada y sus menciones serían completamente válidas.