Los riesgos del ocio

Llegó nuevamente octubre rosa.

Antes de tener cáncer, el mes de octubre me producía cierto malestar por algunas situaciones. Veía sobre todo a nivel institucional: carreras que no me convencían, eventos vacíos de propósito, palabras huecas.

Este año me ha tocado observar desde el lado de las mujeres las cuales perdieron una teta, y ahora están viviendo con metástasis. Y he pensado, sentido malestar y me he dado cuenta de varios detalles.

Dejando a un lado las carreras en tacones de años pasados que en su momento critiqué por el daño fatal provocado en las participantes; los discursos repletos de lugares comunes; las fotos para “no dejar pasar el día inadvertido”; este año lo peor fue “el moño más grande del mundo”.

¡Qué falta de solidaridad! No, no es falta de solidaridad. Desde luego es terrible para la autoestima perder un seno y la necesidad de la sociedad por vernos completas. Pero también el daño a la autoestima se puede remediar de otras maneras. La sociedad debería acostumbrarse a vernos con un seno. Por eso, buscar un récord Guinness con un propósito tan periférico como la reconstrucción mamaria de diez mujeres me obliga a reclamar. Vivir con un solo seno no es tan trágico. El problema es cuando las mujeres tienen todavía ese tumor y necesitan eliminarlo, pero no se poseen los medios adecuados, médicos o económicos.

Cuando nos enteramos del asunto del moño rosa más grande del mundo, yo me encontraba rodeada de gente amada, en espera de mi séptima quimio, con la seguridad de recibir mis tratamientos y tener una chance de sobrevivencia de algunos años más. Sin embargo, pensé en todas las mujeres sin oportunidad, aquellas que podrían ser atendidas para seguir vivas por más tiempo, con ese dinero destinado a un asunto de vanidad. Claro, los organizadores del hospital privado y los participantes hacen con su dinero lo que quieran, pero la verdad ¿qué caso tiene llamar a un mes, el mes rosa, de prevención o lucha contra el cáncer, si las mujeres enfermas no tienen acceso a mastografías y tratamientos de eliminación o control del cáncer de manera gratuita? ¿Así como mastografías en horarios vespertinos o nocturnos para no interferir con horas de trabajo y no se les descuente el día a las trabajadoras?

Reconozco el trabajo realizado durante todo el año, por las diversas asociaciones dedicadas a ayudar de manera desinteresada y gratuita a las mujeres con cáncer y bajos recursos. Para todas esas mujeres que crearon esas asociaciones y todas las voluntarias que trabajan en ellas, mi reconocimiento. Lo mismo a los doctores, enfermeras, trabajadoras sociales que día a día se esfuerzan para salvar, curar, aliviar el dolor, aun yendo en contra de los sistemas burocráticos que, con sus trabas, lentitud, falta o desvío de recursos económicos, vuelven siempre difícil esta lucha contra una enfermedad que ya no debería ser mortal.