Killers of the Flower Moon (2023)

Si Martin Scorsese dice que algo es o no cine, es porque el señor entiende de lo que habla y nos ha demostrado lo que debe considerarse como tal. Directores de su generación hubo muchos, de su camada quedan unos pocos en funciones, con su talento (sin importar la generación) la cantidad se vuelve todavía menor, ya que la brillante maestría con la que este maneja sus historias, espacios, ritmo y atmosferas, es una de esas que tan sólo un puñado pueden presumir, esa que sólo los verdaderos genios y pilares de la cinematografía son capaces de lograr, y que no ha perdido una pizca de su magnificencia, a pesar de haber entrado hace poco en su octava década de vida. Ejemplo claro de esto es su última cinta Killers of the Flower Moon.

Scorsese utiliza como base el libro de investigación Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI de David Grann, para narrarnos de nuevo una historia de seres despreciables con comportamientos de dudosa moralidad, todo dentro de una impecable y bellísima realización, como nos ha acostumbrado a lo largo de una filmografía que ha utilizado esto como sello personal. Con su perfecta manufactura, la historia que se nos cuenta es la del primer crimen que fue investigado por un insipiente FBI, que puso sus ojos y recursos en pro de descubrir la razón de las muertes que aquejaban a la nación Osage a principios de 1900.

Debido a que en 1904 se encontró un enorme yacimiento de petróleo en la reservación de Oklahoma que se había destinado a dicha tribu, los miembros de esta se volvieron las personas más ricas del país, situación que no agradó a los blancos que querían quedarse con la fortuna. Por este motivo se realizaron una serie de asesinatos de diversos tipos, buscando apropiarse con los derechos sobre el petróleo y que eran encubiertos por las autoridades mismas, ya que no consideraban que los indios de dicho grupo merecieran la pena para defenderlos, así como ser tratados como el resto. En medio de estos sucesos, una familia en particular se vio diezmada por estos actos, la de Mollie Burkhart (interpretada por Lily Gladstone), quien vio como una a una sus 3 hermanas fueron asesinadas como parte de un plan maquilado por William Hale (Robert De Niro), quien había hecho que su sobrino Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio) se casara con ella con la finalidad de heredar su fortuna al eliminar a la familia. Sería la desesperación y hambre de justicia de Mollie, que viajó buscando apoyo del gobierno, las que llamarían la atención de un todavía joven John Edgar Hoover, quien envió a su agente Tom White (Jesse Plemons) para investigar los crímenes y encargarse de que se castigara a los responsables de estos.

Utilizando esta historia como fondo, el director, acompañado del guionista Eric Roth, creó un relato épico, un retrato sobre la maldad y la avaricia, mostrándonos un ser que llegó a Oklahoma sin nada y terminó, debido a su retorcida escala moral, volviéndose un rey cuya influencia se extendía en cada sector de esa sociedad; un monstruo capaz de toda atrocidad posible, si con esto lograba sus fines. Porque puede que la cinta nos narre las penas de la nación Osage, pero aquí los protagonistas son los villanos, los asesinos que se mencionan en el título, tanto de la película, como del libro. Esto ha molestado a ciertos grupos, por centrar el protagonismo en un par de hombres blancos y sus acciones, pero si sabemos que se trata de una adaptación y que, la verdad sea dicha, este punto de vista por el que optó el cineasta en sus manos logra su cometido con creces, que es el odiar a ese par de horribles personajes y todos aquellos que los ayudan a lo largo de los 206 minutos que dura el metraje, se entiende la razón de su decisión.

Para lograr esto último, la producción contó con un reparto por demás atinado, pero son el trio de protagonistas los que cargan en sus espaldas la fuerza que vemos plasmada en la pantalla. Robert De Niro en su décima colaboración con Scorsese y Leonardo DiCaprio en su sexta, no necesitan de ningún tipo de reseña para que sepamos que cada vez que trabajan en equipo el resultado es maravilloso; aunque en esta ocasión sea maravillosamente repulsivo, ya que ambos logran que los odies, que rechaces y juzgues cada una de sus acciones, ya sea como el artífice del plan o como la marioneta que lo lleva a cabo. Ambos despreciables a la par, aunque en apariencia naveguen en moralidades diferentes. Completando esta triada, la revelación en esta ocasión en la forma de Lily Gladstone, en el que se va a volver el papel de su vida, con una actuación matizada y silenciosa que no necesita en ocasiones más que miradas y ligeras muecas para decir mucho más que sus compañeros de reparto. La victima en medio de los lobos que logra sobrevivir a la masacre que amenazaba con acabar con ella. Los tres dignos de aplausos y alabanzas, así como algún premio que posiblemente les llegue en la temporada que acaba de comenzar.

Casi todo en Killers of the Flower Moon esta donde debe estar y va más allá, es espectacular, sus 200 millones de presupuesto se notan en cada cuadro que se grabó. Rodrigo Prieto en la fotografía (tercera colaboración con el director), Thelma Schoonmaker en el montaje (19 colaboraciones), así como las nuevas adiciones Jack Fisk y Adam Willis en los decorados y diseño de producción, y Jacqueline West en el de vestuario, se han encargado de crear de manera tangible y realista ese mundo que avanza por casi dos décadas, mostrándonos los cambios que se dieron en una sociedad salvaje y brutal que se iba disfrazando de civilidad. El avanzar del tiempo es lento, el ritmo es pausado, pero en ningún momento se siente sobrada de minutos esta producción y eso se debe al trabajo conjunto de un grupo que logró que todo funcionara, comandado por un director que sabe cómo hacer las cosas.

Si tuviéramos que buscar un defecto en esta cinta casi impecable, porque toda cinta los tiene y es imposible buscar la perfección, algo que de entrada resulta subjetivo en la mayoría de los casos, sería entonces el guión de la película. Esto puedo sonar contradictorio después de haber alabado el trabajo realizado, pero es debido a la decisión de incluir al personaje de Mollie como narradora (tal vez para dotar a la cinta de una mirada femenina entre tanta masculinidad tóxica, así como brindar un lugar más notorio a los Osage en medio de ese mundo tan blanco) que se siente una falta de cohesión en la narración. Cuando toda la historia esta vista a través de los ojos del personaje interpretado por DiCaprio, el protagonista verdadero de la historia, el que se haya forzado a que ella narre situaciones hace que ambas narrativas choquen y se pierda un poco el ritmo y la lógica del relato; aunque nada de esto logre en realidad mermar la calidad general de un producto que parece haberse diseñado bajo un microscopio.

Si el fenómeno Barbenheimer nos adelantó algunos meses lo que nos esperaba por ver en la temporada de premios, es Killers of the Flower Moon la encargada de iniciarla de manera oficial, por lo menos en lo que se refiere a estrenos cinematográficos. Una película que vamos a escuchar repetirse mucho en cada uno de los premios que se entregaran en los próximos meses (si es que la huelga de actores no continúa) y que en la mayoría de los casos serán menciones totalmente validad y justificadas.

Por su duración y tema, posiblemente muchos le den la vuelta, pero para los que se atrevan se encontraran con una película que vale cada peso pagado y cada minuto invertido. Ese tipo de cine que hay que ver en, precisamente, una sala de cine para poder apreciarla en su totalidad, pero que muchos terminarán viendo cuando Apple TV+ (estudio que la produce) termine agregándola en su catálogo streaming. Sea como sea, definitivamente es una obra digna de verse y que, como diría su propio director, sí es cine.