Talk to Me (2023)

Después de una potente secuencia de apertura, se nos presenta directamente a Mia (Sophie Wilde), una joven australiana que no ha podido superar el aparente suicidio accidental de su madre, sumida en un duelo acrecentado por el segundo aniversario del suceso, que la hace pasar sus días inmersa en sentimientos de duda, pena y culpa que la han mantenido aislada del resto del mundo, a excepción de la familia que la acogió debido a la depresión y alejamiento emocional de su padre Max (Marcus Johnson).

Su amiga Jade (Alexandra Jensen), su hermano menor Riley (Joe Bird) y la madre de estos Sue (Miranda Otto), son sus únicos salvavidas en una existencia que parece ir sin rumbo en una etapa de la vida que, ya es difícil de navegar sin un acontecimiento de este tipo. Todo esto cambia cuando, por petición y presión de la protagonista, ella y el par de hermanos acuden a la casa de otro adolescente donde se realizan reuniones, mismas que graban para luego subir a sus redes sociales, en las cuales parece que los jóvenes son poseídos por espíritus gracias a una mano embalsamada que ha llegado a su poder, misma de la que no saben mucho, pero que resulta contar con verdaderos poderes para contactar con el más allá. Con la falta de madurez y pensamiento crítico comunes de la adolescencia, los jóvenes se dejan llevar por las emociones y sensaciones que experimentan al entrar en contacto con ese mundo, sólo para, como suele suceder con este tipo de historias, todo comience a salirse de control y demostrar que nada es tan bueno o libre de consecuencias como podría parecer al principio.

A simple vista, este argumento no deja de ser el mismo de todas las cintas cuyo eje central ha sido el uso de una ouija como fuente de entretenimiento entre jóvenes hastiados de la monotonía de su vida, pero esta es la última cinta de la casa productora A24, por lo que sabemos que es mucho más lo que se esconde bajo la primera capa de esta historia, a pesar de repetir esquemas y planteamientos que ya hemos visto en muchas ocasiones anteriores.

Las cintas de horror siempre han sido reflejo de la época que le ha tocado vivir a cada generación, los usos, costumbres, comportamientos y pensamientos de los jóvenes, tratados y analizados a través de una mirada terrorífica a una etapa de nuestras vidas que ya de por sí es terrible para muchos. Con esto como punto de partida, los gemelos Danny y Michael Philippou (creadores del canal de YouTube RackaRacka), basándose en una idea original de Daley Pearson, modernizaron y reinventaron en esta, su opera prima, una historia por demás vista, dotándola de una mirada fresca, realista y acertada a la generación centennial, gracias al guión que escribió el primero de los hermanos, de la mano del guionista debutante Bill Hinzman. Mitad horror juvenil de manual, mitad terror elevado, podemos decir que está producción es de las más clásicas realizadas por la productora, sin alejarse del todo del tipo de manufactura que la caracteriza, volviéndose, por definirla de alguna manera, la película más Blumhouse (su competencia directa), que ha realizado hasta el momento. Nada de esto dicho de forma peyorativa.

Si el año pasado el estudio coqueteó con el cine, en apariencia, menos conceptual con las dos primeras partes (X y Pearl) de la trilogía XXX de Ti West, para narrarnos la obsesión con la fama, belleza y juventud, todo bajo la apariencia de simples cintas slasher, en esta ocasión se utiliza el de posesiones y almas en pena para realizar un estudio del comportamiento de la juventud actual. En esta película los jóvenes se enganchan con suma facilidad y estupidez a este mundo que acaban de descubrir, sin importarles el origen del artefacto que les permite olvidarse por un momento de su realidad, así como las consecuencias que este nuevo divertimento puedo acarrearles, como si se tratara de la nueva droga que se encuentra en el mercado. Los cuestionamientos sobre la mano que les permite conectar con el más allá tan sólo se realizan en una ocasión y de manera superficial, porque a ellos no les importa en realidad saberlo, lo que quieren es pasarla bien, dejar de lado las penas que les aquejan y montarse en el último fenómeno viral que han visto en las redes, para así dejar de ser tachados como extraños ya que solo quieren pertenecer. Mia es víctima de esto, ella quiere dejar de lado el dolor de la perdida, el duelo y las miradas juzgadoras de sus compañeros que no pueden entender que su comportamiento es por demás normal en su situación. La negación de la realidad ya sea por falta de madurez o la fortaleza necesaria para afrontarlo por el camino más difícil, aunque a la vez el más sano, es plasmado en la pantalla como cualquier otra adicción, con las subidas que esta brinda, antes de arrastrar hasta el infierno a quienes la padecen.

La película funciona sin problema como análisis generacional y el proceso de aceptación de la perdida, pero esto es cine de terror, aunque dosificado en los sustos simples de los que hay pocos, aunque efectivos, decidiendo mejor crear una tensión constante que se basa en dos aspectos fundamentales: la manufactura y tono con el que se realizó por un lado; las actuaciones de un más que acertado reparto por el otro.

Cercana en su diseño del mundo fantasmagórico con el que juegan los protagonistas a otras cintas como Insidious, esta producción aprovecha de manera inteligente y eficiente cada centavo de los 4.5 millones de dólares que costó, pareciendo que su presupuesto fue más del doble. Aquí el uso de efectos digitales es mínimo, optando por lo práctico y artesanal, apoyándose sobre todo en un magnífico trabajo de maquillaje que estuvo a cargo de la triada conformada por la colaboradora habitual en los videos de los gemelos, Rebecca Buratto como jefa del departamento, Cassie O’Brien Pollard a cargo de los prostéticos y Helen Tick haciendo lo suyo con los efectos de maquillaje. Un trabajo de todos que impregna doloroso realismo en lo que este mundo se refiere, como grotesco y perturbador en lo corresponde a las almas que no han logrado cruzar, deteriorándose y deformándose con el tiempo, sin el que la película pudo resultar irrisoria sin querer serlo en algunas escenas puntuales para lograr el ambiente sombrío, tétrico y hasta deprimente que lograron los directores.

En el lado de las actuaciones, Sophie Wilde, acompañada de un reparto que funciona como reloj, es la protagonista absoluta que aprovecha los beneficios de un guión logrado y el trabajo técnico como plataforma para hacerse notar en este su primer papel tanto en el cine, como protagónico. Su Mia pasa por tantas facetas que ella interpreta con fluides, que logras percibir su cambio desde la pesadumbre inicial, a la alegría plástica y momentánea que le provoca su adicción, para volver a hundirse en la culpa, misma que la hace sufrir un renacer que le brinda la fortaleza necesaria para tratar de solucionar las consecuencias de sus acciones. Una verdadera revelación que no le pide nada a otros que han protagonizado este tipo de cintas, como Maika Monroe, Florence Pugh o Lupita Nyong’o, nombres que no se deben utilizar a la ligera.

No puedo decir si Talk to Me es la joya cinematográfica que muchos han asegurado que es o la mejor cinta de la casa productora como otros tantos la han catalogado, pero sí puedo asegurar que estamos ante uno de los mejores debuts en la dirección en cierto tiempo, así como una de las mejores y más originales películas de terror que he visto en los últimos meses. Una producción que se esmera en modernizar algo ya visto, lográndolo por completo, volviéndose por demás efectiva y entretenida, como debe ser este tipo de cine, algo que otras este año no han logrado. Habrá que esperar a ver la precuela (si, repite el formato de la trilogía XXX) que está en preproducción, centrada en el personaje de Duckett (Sunny Johnson), anterior propietario de la mano y protagonista de la secuencia de apertura, para saber si el talento demostrado aquí fue una suerte o si los gemelos tendrán carrera para largo. Por lo pronto sólo podemos esperar a que la misma llegue a los cines el próximo año, pero por el momento, esta es una de esas películas deben verse, ya sean fanáticos del género o no.