Renfield (2023)
Drácula es un personaje que se ha llevado a la pantalla más veces de las que (a mi gusto) deberían, al grado de que ya es muy difícil realizar una versión con algún toque de originalidad sobre la novela escrita por Bram Stoker. Con dos versiones cinematográficas que podemos considerar definitivas, siendo estas Dracula (1931) de Tod Browning y Bram Stoker’s Dracula (1992) de Francis Ford Coppola, la industria cinematográfica ha tenido que reinventar la historia o realizarlas en otros géneros para no volverla repetitiva o tratar de brindar algo nuevo a los espectadores. Dentro de esta línea se encuentra la cinta Renfield, dirigida por Chris McKay, estrenada el fin pasado en los cines mexicanos.
¿Cuáles son los cambios o tono que se escogieron en esta ocasión para separarla del resto? En primer lugar, se ha decidido situarla en el presente, así como optar por volverla una comedia satírica sobrenatural; en segundo y más importante, el protagonismo ahora recae en el personaje de R. M. Renfield, el eterno sirviente del conde. Partiendo de esto, se desarrolla una historia que puede ser considerada una secuela/parodia de la cinta dirigida por Browning, donde se mezclaron los personajes de Renfield con el de Jonathan Harker, ya que los motivos del personaje para conocer a su futuro amo son los del segundo, pero volviéndose el esclavo mental que el primero se presenta en la novela, así como su manía por ingerir insectos. Para hacer esto más evidente, al inicio de la película se hace uso de secuencias de dicha cinta (o se recrearon, no sabría decirlo) sustituyendo a Bela Lugosi y Dwight Frye, por Nicolas Cage y Nicholas Hoult respectivamente, quienes son los encargados en esta versión de dar vida a los personajes.
Con esto como base, Ryan Ridley y Robert Kirkman escribieron un guión en el que se nos muestra a un Renfield harto y cansado de su relación con Drácula, después de más de un siglo de vagar por el mundo, huyendo de las ciudades donde su amo causa estragos, antes de ser descubiertos. Afincados en su último destino, la ciudad de New Orleans, el protagonista acude a un grupo de apoyo para personas sumergidas en relaciones toxicas y codependientes, situación que el comparte con ellos, siempre escuchando, pero sin poder contar su verdad, así como tampoco poder escapar de la influencia y temor que le tiene al conde. Este, que en el fondo siente culpa por sus acciones, utiliza estos grupos para perseguir a las personas despreciables que han dañado a los miembros de estos, para de esta forma alimentar a su amo con ellos, ya que el vampiro no ha podido recuperar su máximo poder desde tiempo atrás, debido a un ataque realizado por los últimos cazadores que lograron casi acabar con él.
Esta historia de liberación y crecimiento personal, a tono de comedia como ya dije, se mezcla con la de la oficial de policía Rebecca Quincy (Awkwafina), una mujer de valores inquebrantables que se ha autoimpuesto la tarea de acabar con la banda de Los Lobos, responsables de la muerte de su padre, que es dirigida por Bellafrancesca Lobo (Shohreh Aghdashloo) y su patético hijo Tedward (Ben Schwartz), quien no logra estar al nivel para heredar el imperio de su madre. La oficial le representará a Renfield el valor y seguridad que ha tratado de encontrar durante años para romper el lazo que lo mantiene sometido, por lo que su cercanía termina uniéndolos para intentar acabar con sus poderosos enemigos, tratando de salir con vida de dichos enfrentamientos, así como aprender uno del otro en el camino.
La premisa como tal puede sonar interesante, pero este es uno de esos casos en que lo que parecía genial en papel termina por no serlo en la pantalla, ya que el intento de profundizar en el tema de la codependencia emocional, las culpas, traumas y comportamientos que nos hacen caer en este tipo de relaciones, se toca de forma en extremo superficial, para dar lugar a un despliegue de situaciones exageradas, el sinsentido y un sinnúmero de desmembramientos con sus respectivos litros de sangre salpicando la pantalla. Esto no sería malo por sí mismo, si no se hubiera intentado tocar el tema como base central de un argumento que bien pudo ser una comedia más inteligente o definirse tan sólo como mero entretenimiento sin pretensiones, ya que a estas alturas nadie espera una obra maestra en la forma de una cinta donde uno de los protagonistas es Nicolas Cage parodiando la versión de Drácula de Lugosi. Sin embargo, la película tiene su mayor acierto en este actor, ya que las manías y estridencia clásica en la sobreactuación que puede llegar a lograr el histrión, en esta ocasión embona a la perfección con el tono de la cinta, así como con la interpretación original en la que se basa.
Los que tenemos edad o memoria para recordarlo, Cage, durante los 90 y hasta principios de la década del 2000, fue uno de los principales actores y estrellas de Hollywood. Desde su etapa de joven promesa, descendiente de una dinastía como los Coppola, ganador del Oscar por Leaving las Vegas (1995) y consiguiendo otra nominación por Adaptation (2002), así como héroe de acción y estrella taquillera durante años, terminó viendo como su carrera se vino abajo por una sobreexposición masiva y una serie de malas decisiones en sus proyectos. Pues de un par de años a la fecha, tal vez por un cambio de agente o la reestructuración de su carrera, el actor ha venido realizando una serie de proyectos interesantes con buenas reseñas, que comenzaron con la cinta de terror Color Out of Space (2019), la cinta independiente Pig (2021) que le ha dado hasta el momento la mayor cantidad de premios en su carrera, y por último la comedia donde se interpreta a si mismo The Unbearable Weight of Massive Talent (2022); claro está, con algunos tropiezos como The Old Way (2023), pero en definitiva el actor va por buen camino.
Es probable que esta resulte la razón de la desilusión con Renfield, ya que era una producción de la que se esperaba más por este resurgimiento, aunque no podemos tacharla de mala del todo, ya que su único pecado es haber quedado en un limbo entre lo que pudo ser y lo que fue al final, desperdiciando una premisa interesante entre una serie de bromas básicas y simples, así como al reparto con el que cuenta, ya que salvo Cage, que aparece mucho menos de lo que quisiéramos y levanta el producto en cada una de sus escenas, el resto no puede hacer mucho con los personajes que se les dieron.
En este sentido, los verdaderos protagonistas de la cinta terminan palideciendo ante lo estrambótico de la interpretación del villano. Nicholas Hoult lo intenta, logra proyectarnos ese cansancio emocional que tiene décadas arrastrando, para luego mostrarnos su renacer emocional y emancipación, esto debido a su talento, pero a su actuación le falta la gracia o el carisma suficiente para ser llamativa en medio de semejante estallido de locura, posiblemente los motivos por los que el atractivo joven no ha terminado de brillar como la estrella que se pensó llegaría a ser, aunque cumpliendo con lo que se le indica; por su parte, Awkwafina vuelve a repetirse a sí misma, copiando cada uno de los papeles que ha realizado en los últimos años, lo cual es lamentable si tomamos en cuenta que apenas hace poco nos demostró sus alcances con The Farewell (2019), cinta que le brindó un Golden Globe en la categoría de comedia, pareciendo que en esta ocasión ni siquiera lo intentó. Posiblemente quien logra destacar un poco sea Ben Schwartz, ya que a pesar de odiarlo, tiene una vis cómica natural que ayudo a su personaje; cosa muy diferente al caso de quien interpreta a su madre, la maravillosa actriz iraní Shohreh Aghdashloo, a quien le urge un nuevo agente que le consiga papeles dignos de su talento, mucho más allá de sus maravillosos trabajos de doblaje, logrados gracias a ser algo así como la versión femenina de Morgan Freeman, con esa voz y entonación tan características de la actriz.
Del resto de la cinta no hay mucho que decir, salvo que el trabajo visual esta lo suficientemente logrado para resaltar mucho más que su historia, como lo es el maquillaje para ciertos personajes, el diseño de producción tanto de la guarida del vampiro como la sede de Los Lobos, o los efectos visuales, tanto prácticos como digitales, que ayudan en ese festín sangriento en que se convierte la cinta en ciertas secuencias. Tristemente esto no es suficiente para que esta película tenga algo que la haga memorable, volviéndose una comedia más del montón. Por mucho, si no pudieron hacer una comedia paródica inteligente sobre la codependencia, hubiera sido mejor que fuera terriblemente mala, para por lo menos recordarla por eso, pero al quedar varada en un punto medio, termina siendo totalmente olvidable y una gran oportunidad perdida. Esperemos que los próximos proyectos de Nicolas Cage resulten más eficientes.