Los riesgos del ocio

No entendía por qué me estaba costando tanto pensar como los demás, en el sentido de que lo importante es la vida, la salud. He estado más consiente del seno que me quitarán. Ese es mi dolor. Vano para muchos. Todos dicen “eres más que una teta”. Lo sé. Aún así, no quiero perderlo, me cuesta verme sin él, me reúso.

Entiendo que se puede poner nuevo, entiendo que lo principal es quitar el cáncer, que no siga creciendo, que se elimine la posibilidad de muerte dolorosa por desidia. Que soy afortunada con respecto a muchas otras que no lo descubrieron a tiempo.

Pero hoy sé porqué me es difícil pensar como los demás. Han sido muchos años trabajando con mi autoestima. Casi veinte. Sabiendo que era fea, con nadie en mi pasado que me ayudara a crear una imagen físicamente agradable de mí, me he reconstruido en la belleza a partir de creer en ella. Sola. Mi vanidad es válida, es mía y quiero conservarla. Aunque el resto del mundo diga que eso son minucias cuando uno escucha la palabra cáncer.

Con cáncer, todo se vuelve una idea: salvarse. Pero hoy estoy enojada. No quiero perder mi seno, me ha acompañado todos estos años y me ha dado gozo. No sirvió de mucho para amamantar; pero sí fue todo un dador de placer para mí, para los demás. Una fuente de belleza, una sensación de bienestar, de saber que todo está en su lugar. Mis senos, esa parte de mi cuerpo donde el ejercicio se nota primero. Ese gusto de enseñarlos a la menor provocación. Mi seno tan deseado, besado, pellizcado, succionado, acariciado, ambicionado. No me digan que me conforme, no me pidan que piense en sustituirlo, en cuanto se pueda, por otro. No me hablen de todas las demás que logran vivir sin el suyo.  No me digan que son los designios de alguna deidad, o destino, o que me tocó algún castigo. No me pidan que me enfoque en lo importante. Hoy no.

No puedo llorar, no puedo despedirme de él, no puedo tampoco hacer lo que aquél personaje de El valle de las muñecas, porque amo la vida. Y, sin embargo, hoy entiendo completamente que haya decidido controlar su cuerpo, de manera inexplicable, incomprensible, impensable para los tiempos que vivimos.

Ahora ya no lo tendré. No. Me reúso a perderlo. Me duele. Acababa de identificar mi belleza, tengo solo veinte años sabiéndome hermosa como para que ahora llegué un cáncer salido de la nada, a arrebatarme la confianza en mi cuerpo y me ponga otra vez del lado de la incertidumbre; del lado del ¿qué voy a hacer con mi exterior?  ¿Cómo voy a enfrentar al mundo con medio cuerpo, sin una teta, sin mis escotes? Con el vacío, con ese espacio que va a quedar avisando, obligando a una reconstrucción mental, una reconstrucción de belleza que no sé si podré. No sé cómo será mi vida saliendo de la cirugía, cómo me voy a ver a mi misma, cómo me voy a sentir, cómo voy a ver a los demás y cómo el mundo me verá.

Estoy cansada, no quiero seguir, pero tampoco quiero morir.

Desearía que el tiempo se congelara y no pasar de este día. O mejor, regresar al tiempo de hace unos meses, cuando no tenía esta sombra encima.

Así que no, hoy no permito me den consejos sobre cómo ser valiente, ni que me recuerden lo mucho que he superado en la vida. Menos que me recuerden todo el valor interno que tengo como persona.

Hoy estoy de luto, no sé cuánto tiempo, sé que no será mucho. Pero hoy decido estar de luto, con la rabia bien puesta y la vanidad destrozada.

4 comentarios en «Los riesgos del ocio»

  1. Te abrazo con mucho cariño, tu belleza es interna pero entiendo perfectamente tu rechazo a perder tu teta.

  2. Que dolor tan grande, te abrazo sin conocerte por qué se que seguro es muy duro.
    💜
    Gracias por enseñarme que puedo sentirme como yo quiera

Los comentarios están cerrados.