Los riesgos del ocio

Es curioso cómo las mujeres vamos desarrollando diversas formas de ser a lo largo de la vida. 

Comienzas siendo la niña, que luego se transforma en la hija, y luego en la hija de tus padres que las monjas del colegio quieren ver y finalmente en la niña que fuiste.

Y así, vas asumiendo o creando la forma de la adolescente que ni idea tiene de lo que hay más adelante, la adolescente que quiere saber qué es lo que tiene enfrente, la que se encuentra en el hoy, la que se deprime, la que odia su cuerpo, la que lo ama. En fin, un ser caótico que se va adaptando a los momentos, los lugares y las personas para poder sobrevivir, pero que no deja de buscar internamente a esa que puede y a veces, logra ser, a pesar de las prohibiciones.

Pasas a ser la chica que encuentra sus modos para fingir ser la estudiante modelo; esa joven que comienza la aventura de los besos, las caricias, el trabajo que sirve para los libros y los viajes, las noches de baile sin parar, las amigas, los secretos entre muchas, la personalidad que se va desarrollando a pesar de que implique la pérdida del círculo social, la rebeldía asumida y la magia del descubrimiento corporal, del poder de la juventud y la sorpresa ante la alegría que se puede despertar en los demás.

A veces te topas con sombras que impiden que esas personalidades sigan creciendo y entonces te vuelves un algo oscuro, borroso, que por dentro grita ¡sal de ahí!, aunque por fuera está paralizado; incapaz de saber por dónde, o cómo llegar a esa puerta por la que huirás más adelante, cuando tu yo verdadero encuentre la fuerza suficiente para llegar a lo que sigue que será tan luminoso como antes de toparte con el monstruo negro.

Y luego eres la de hoy. Amante, compañera, actriz, escritora, mamá rara e hija oveja negra. La que se detiene en el bulevar a ver y escuchar a los pájaros acomodarse en los árboles. La que escribe historias de sexo y placer. La que escucha la risa de su marido y siente un calorcito muy especial en el centro del corazón, donde se guardan todas las cosas lindas y eternas. La que ve a sus hijos, que no se murieron en el proceso de esa maternidad difícil, convertidos en seres poderosos, que no nada más te llenan de orgullo a ti, sino que han creado vínculos con una sociedad que les aplaude. La que encontró el amor total, sin dudas, a pesar de la diferencia de edad. La que puede hablar con su padre viéndolo a los ojos. La que puede abrazar a su madre, nada más porque sí, y decirle que la quiere. La que disfruta la charla de tequila con los hermanos y la desvelada con las hermanas.

Lo difícil comienza mañana, cuando comiences a descubrir a esa Teresa que es todo un misterio y que, al menos hoy, te llena de angustia. No sólo a ti. Sabes que todos los implicados están viviendo con el tiempo suspendido.

En el fondo confías que esa personalidad será tan resplandeciente como las que ya tienes, pero a veces dudas; sabes que vas a derribarte tú misma muchas y más veces, que odiarás, que necesitarás, que lamentarás, que te boicotearás, que será oscuro, en ratos. Pero también, ya lo vives, amarás, desearás, te burlarás con afecto, seguirás. Sintiéndote incompleta a veces, extrañando esa parte tan tuya otras tantas,  pero, seguirás.

En el fondo lo sabes, cada personalidad ha sido tan maravillosa, que vale la pena entender a esta nueva, recibirla y presentarla a la nueva realidad.

Pero necesitaremos paciencia. Todos.