Watcher (2022)

El cine de terror y suspenso ha sido dominado por hombres durante décadas, siendo ellos los considerados maestros del horror. Alfred Hitchcock, Dario Argento, Brian De Palma, Wes Craven en la vieja escuela, hasta Ari Aster, Jordan Peele y Robert Eggers en tiempos modernos. En este tipo de cintas, las mujeres eran relegadas, la mayoría de las veces, a dos roles principales, victimas o heroínas, la pecadora que muere debido a su comportamiento o la “final girl” que se resiste a las tentaciones del mundo, por lo cual merece sobrevivir. Aunque con el tiempo esto ha cambiado y existen en la historia algunos casos en que se ha retrato a la mujer de una manera inteligente y fuerte (Ellen Ripley en Alien es un buen ejemplo de esto), siempre habían sido los hombres los que plasmaban su visión sobre el pensar y actuar de las mujeres sobre ciertas situaciones. 

Como en casi todos los géneros cinematográficos, a estas les ha costado abrirse camino para levantar sus proyectos, que son analizados bajo un escrutinio mucho más intenso que en el caso de los hombres. A pesar de esto, y de las machistas declaraciones del exitoso productor Jason Blum, alegando que «no hay muchas mujeres directoras, y menos aún que estén inclinadas hacia el terror», de un tiempo a la fecha varias han logrado plasmar su visión desde dentro de la psique femenina, generando un tipo de horror diferente, con un grado de calidad que ha llamado la atención del público. Jennifer Kent con The Babadook (2014), Ana Lily Amirpour con A Girl Walks Home Alone at Night (2014), Karyn Kusama con The Invitation (2015), la mexicana Issa López con Vuelven (2017), Julia Ducournau con Grave (2016) y Titane (2021) y Natalie Erika James con Relic (2020) son muestras de esto. A este grupo se integra Chloe Okuno, con su primer largometraje Watcher, cinta que se estrenó en el Festival de Sundance de este año, siendo estrenada en la plataforma Shudder en Estados Unidos, pero con estreno en salas de muchos países, incluyendo el nuestro, donde comenzó a proyectarse la semana pasada.

La trama podría recordarnos al inicio, en versión lúgubre, a la maravilla de Sofia Coppola, Lost in Translation (2003), ya que se nos presenta un matrimonio conformado por Julia (Maika Monroe) y Francis (Karl Glusman), cambiando su residencia de America a Bucharest, donde han decidido vivir debido al trabajo y raíces que el posee en esa ciudad. Dubitativa al principio, Julia parece estar satisfecha con el departamento en el que vivirán, incluso al no comprender nada de lo que habla toda la gente a su alrededor, al no dominar el idioma local. Hasta aquí las comparaciones. Conforme pasan los días, a pesar de sus intentos por conocer la ciudad e interactuar con su entorno, ella comienza a recluirse debido a la falta de entendimiento con todos los que la rodean, a pesar de sus esfuerzos por aprender el lenguaje local, lo que causa que se aísle poco a poco en el departamento, tanto por esta razón, como por una paranoia creciente que ha comenzado a sentir a pocos días de su llegada a esa ciudad. 

Julia se siente observada, cosa que la directora se encarga de insinuar cuando, la primera noche, la cámara enfoca a la pareja manteniendo relaciones desde fuera del departamento. La protagonista se percata de una presencia, una sombra que se oculta bajo las sombras de una ventana del edificio frente al de ellos. No puede ver su rostro, pero ella no se encuentra a gusto con esta situación. Cuando trata de que otros la observen, la silueta desaparece y la importancia del suceso es minimizada incluso por su esposo. Con el avanzar de los días, exacerbado por las noticas que hablan de un asesino que ha matado a varias mujeres jóvenes de la zona, el miedo se apodera de ella, ya que percibe que alguien ha comenzado a seguirla por las calles, en todo lugar al que ella entra, siente la mirada de un hombre al que cree haber visto. Y digo cree, porque en cada ocasión es ella la única consciente de los sucesos que, o no tienen testigos, o pueden ser malinterpretaciones cuando logra identificar al que dice es su acosador, por lo que su entorno comienza a dudar de su cordura, mientras ella se hunde en el terror de no sentirse respaldada. Incluso cuando las cosas parecen mejorar, al entablar amistad con su liberal y bilingüe vecina Irina (Madalina Anea), única persona que entiende su idioma, la sensación de duda la aqueja, puesto que ni ella ha visto jamás al hombre en la ventana que Julia le menciona.

La historia puede parecer simple, clásica narrativa donde el protagonista y público no saben si lo que está sucediendo es real o no, pero la cinta trasciende ese nivel, apoyado en el pulso que tiene la directora para proyectar ese miedo generalizados entre la población mundial femenina, el ser acosadas y asesinadas por un hombre cuando se encuentran solas.

Haciendo un paréntesis para hablar sobre una experiencia personal, hace un par de semanas un conocido a quien aprecio mucho, pero con el que tengo puntos encontrados sobre ciertos temas, publicó en sus redes su malestar, por la actitud de las mujeres que caminan, ya entrada la tarde/noche, frente a él en la calle, resaltando que al aumentar el ritmo para adelantarlas y avanzar más rápido, en todos los casos las mujeres, al sentirlo cerca, voltean a verlo con miedo en la mirada. Tanto los comentarios a su post de otros hombres y las respuestas de mi conocido, todos hablaban sobre lo exagerada que era esa actitud y lo “mal” que estaban ellas. Salvo dos excepciones, ninguno entendía que para llegar a esa actitud, la sociedad tuvo que haber orillado a un colectivo entero a responder de esa manera. Debido a esto, decidí preguntar a mis conocidas cercanas sobre este asunto y todas coincidieron en no sentirse seguras o por lo menos cómodas del todo, en lugares tan comunes como centros comerciales, supermercados, gimnasios o al caminar por la calle, cuando se encuentran solas. Una realidad terrible.

Pues precisamente sobre este punto es que se basa el poder de la premisa y el contexto implícito de Watcher, en el miedo que siente la protagonista ante una presencia que la acecha, sin que nadie le preste la atención debida a lo que está sucediéndole. Puede que Chloe Okuno pudiera profundizar más en su tratamiento y retoques que dio al guión previamente escrito por Zack Ford, pero se nota la mano femenina al convertir un thriller que pudo resultar genérico, en una producción que poco a poco va transformándose en una película de terror opresivo, sobre una problemática real y actual, que tienden a ser la cintas que calan más, las que pueden suceder en la vida real. 

Carente de grandes sorpresas o giros argumentales, porque no era su finalidad, la película se apoya en dos aspectos fundamentales. El primero es la lograda interpretación de Maika Monroe, quien vuelve a brillar al ser perseguida otra vez, pero a diferencia del papel que la volvió notoria, en It Follows (2014), con mayor madurez como actriz, se ve acosada no por entes sobrenaturales, sino por la paranoia que una sociedad completa ha hecho germinar dentro de ella; su actuación es sólida, potente y funcional, como una mujer que pide ayuda a gritos en medio de una multitud que no entiende lo que dice, y que quien lo hace, termina por juzgarla, culpándola de cuestiones que no están bajo su control, proyectando la frustración de su personaje. El segundo, es la fotografía de Benjamin Kirk Nielsen, deprimente, carente casi en su totalidad de focos que aviven el apagado entorno en que se mueven los personajes, complementándose con un apartado sonoro tan oscuro como la presencia en la ventana, pero tan efectivo como la sombra misma que hace temblar a la protagonista. 

Para los que están acostumbrados a este tipo de cine, posiblemente no encuentren en Watcher algo que no se haya visto antes en las películas sobre acosadores, sobre todo porque por momentos se detectan similitudes con productos conocidos, como el cine de Hitchcock en el primer acto, y el de De Palma entrado el tercero, esto si se quedan con la primera capa del guión; pero, para los que perciban el verdadero valor en la escritura y dirección de uno de los mejores debuts del año, notaran que hay mucho más que una simple narración de suspenso. El espectador, tal cual lo hace Julia, duda una vez que se ha dado forma a la silueta, por lo menos es lo que ella piensa, en la forma de Burn Gorman, un actor que debería haber logrado mucha mayor notoriedad desde hace más de una década y que en esta ocasión te hace tanto temer, como compadecerte por momentos de él.  

Con un final abrupto, pero no por eso disfuncional, Watcher te mantiene interesado hasta el final, comenzando con un ritmo pausado, tomando fuerza y mutando de género, hasta esa última secuencia en que se revela la verdad y la protagonista entiende que, como muchas mujeres, se encuentra sola luchando para sobrevivir en un mundo que debería funcionar de otra manera, pero que, hasta el momento, tristemente no es así, piensen lo que piensen muchos hombres.