Fall (2022)

Todo mensaje está pensado con un fin específico. Canciones, obras de teatro, series de televisión, trabajos plásticos, anuncios publicitarios; todos tratan de hacer contacto con alguna fibra emocional del espectador o escucha de estos. El cine no es ajeno a esto, ya que, a fin de cuentas, no deja de ser un mensaje que se transmite a una audiencia con la que busca conectar. Hay cierto género cinematográfico, al que podemos llamar “de supervivencia”, que a la par de mostrarnos la lucha de sus personajes por llegar vivos al final de la cinta, están diseñados con el fin de alterar la tranquilidad del público, creando ansiedad y estrés en este, debido a los retos y situaciones expuestos en la trama.

Dentro de este tipo de producciones, se cuentan con algunas de gran presupuesto y calidad, como los casos de Apollo 13 (1995), The Perfect Storm (2000), 127 Hours (2010) o hasta la misma Gravity (2013). Por otro lado, existen otras que no tienen como fin nada que no sea mantener entretenido al espectador, con altas dosis de tensión y adrenalina, citando como ejemplos Open Water (2003), Frozen (2010), The Shallows (2016) o Crawl (2019). Dentro de este segundo grupo se encuentra la cinta de la que hablo en esta ocasión, Fall, del director Scott Mann.

La historia nos cuenta la aventura de dos amigas, Becky (Grace Caroline Currey) y Hunter (Virginia Gardner), después de que ambas son testigos de cómo el marido de la primera, Dan (Mason Gooding), muere en un viaje de escalada que los tres estaban realizando. Un años después, la viuda se ha hundido en una espiral de depresión, alcoholismo y autodestrucción, debido a que no puede superar la pérdida, alejando a todos, incluyendo su preocupado padre James (Jeffrey Dean Morgan), tratando de evadir el dolor, tomando como camionero en día libre. Es entonces que, sí, después de un año, por petición del padre de Becky, Hunter hace su reaparición, escupiendo con la sabiduría de toda influencer frases trilladas sobre superación personal y el manejo de la pena, supuestamente preocupada por el estado de su amiga, a la cual dejó tirada meses atrás con su sufrimiento, para seguir su carrera de Youtuber, realizando videos arriesgados. 

Ella, a su manera básica, trata de ayudarla, planteándole la idea de escalar la torre de comunicaciones B67, la cuarta más alta de Estados Unidos al contar con más de 600mts de longitud, que se encuentra en desuso, para tirar las cenizas del difunto una vez que hayan llegado a la cima, mientras documentan la aventura en video para su canal. Sí, así como lo escribo, no pasar más tiempo con ella en un ambiente sano, no terapia, no grupos de apoyo para personas en su situación, trepar hasta la punta de la maldita torre es lo que le parece mejor; aunque su amiga, aun con sus problemas emocionales, muestra un poco más de sentido común por un momento, ya que rechaza el plan al principio. Es evidente que la mujer perdió la cordura más rápido que Amber Heard el apoyo popular, porque a la mañana siguiente ambas se embarcan en su misión de escalar la antena, acto que realizan sin la cantidad de equipo necesario, a pesar de las dudas de Becky al llegar al lugar, mismas a las que tuvo que hacerles caso, porque apenas han avanzado un par de escalones, se hace evidente que el plan y la estructura misma son más tambaleantes que las relaciones de JLo, cosa que se confirma  una vez que, estando en la punta, les es imposible bajar porque una parte de la escalera se derrumba, quedando atrapadas y sin forma de comunicarse con nadie, debido a la altura y la precaria condición en que se encuentra la torre.

Voy a dejar esto claro desde el principio, Fall tiene una historia por demás absurda y errática, su guión, escrito por el mismo director y Jonathan Frank, parece haber sido realizado tomando como referencia algún manual de guionismo para principiantes, ya que está plagado de clichés, diálogos prefabricados y  absurdos, personajes estereotipados mal perfilados, plantings (cosas o comentarios que se muestran para ser utilizados más adelante en las historia) demasiado obvios y situaciones con comportamientos ilógicos al extremo, siguiendo una estructura clásica de cine comercial, en la que sabemos en qué minuto va a suceder cada punto de giro y catalizador de la trama. Por el lado de las actuaciones, tampoco hay nada sobresaliente, empezando con el único nombre conocido del reparto, Jeffrey Dean Morgan, a quien parece que la amistad con el director (ha trabajado con él antes) o alguna deuda de juego lo hizo aceptar un papel que está muy por debajo de su capacidad y que aparece menos de 15 minutos en pantalla, algunos de ellos en flashbacks sentimentales sin mucho dialogo. Hablando de las dos protagonistas no hay mucho que rescatar en el primer acto, ya que sus capacidades interpretativas se ponen en duda, con reacciones exageradas dignas de telenovelas mexicanas, como un momento en la cocina, en el que el personaje de Grace Caroline Currey ha tocado fondo y pensamientos oscuros pasan por su mente, estado que ella interpreta rozando la sobreactuación y falta de fuerza al mismo tiempo;  Virginia Gardner por su parte, en el mismo periodo se encasilla en la amiga atrevida y divertida, sin el material necesario para que pueda dotar de alguna profundidad a su Hunter, aunque una actriz con más talento pudo haberlo hecho mejor.

Habiendo especificado que no estamos hablando de una película con la historia mejor escrita y que no podemos esperar un gran despliegue de talento interpretativo, paso a decir que nada de eso importa en lo más mínimo, ya que Fall logra atrapar al espectador que no puede apartar la mirada de la pantalla (cosa que yo sí hice en algunas ocasiones, pero por ansiedad y no por falta de interés), y es por mucho una de la películas más entretenidas, inquietantes e hipnóticas que he visto en mucho tiempo. ¿Contradictorio? No, porque como dije al principio, esta es una de esas cintas que no busca más que provocar en el público ciertas emociones, cosa que consigue sin problema antes siquiera de que se llegue al segundo acto, triunfo del que no toda producción puede presumir.

Todos los fallos que el director puede tener al tratar de crear situaciones intimas al inicio de su historia, periodo que funciona mejor para ir filtrando los plantings que más adelante serán utilizados tanto en pro, como en contra del par de mujeres, así como ciertas situaciones dramáticas o plot twists (que los hay, algunos demasiado predecibles, pero otros en extremo funcionales), quedan borrados de nuestra memoria, al perder importancia ante el verdadero punto fuerte y valor de la cinta, que es lograr la tensión necesaria para hacer sudar a su audiencia debido al estrés y ansiedad que logra hacerlos sentir. Por esto es por lo que pienso que Scott Mann es un director que tiene como principal fortaleza el crear situaciones y atmosferas que sacuden, en lugar de desarrollar aspectos más profundos en sus personajes. Tal vez por esto, es que los dos últimos actos se sienten mucho más fluidos, a pesar del microespacio en el que se desarrollan, ya que se encuentra en su elemento, logrando incluso que el nivel interpretativo de sus protagonistas se eleve algunos escalones (sólo un par), haciendo que sus actuaciones se tornes físicas, en situaciones donde la exagerada exaltación de ambas o sus momentos de debilidad sean más acordes a las circunstancias que están viviendo. Venga, si estas con la muerte soplándote en la nuca, a nadie se le critica un poco de histrionismo desbordante. 

Podríamos decir que esta película es una montaña rusa, pero no es así, ya que una vez iniciada la acción, las emociones no vuelven a descender en ningún momento, escalando tal cual lo hicieron Becky y Hunter, cada vez más alto, sin posibilidad alguna de regresar a un punto en que el público pueda sentirse tranquilo. Esto se logra gracias a dos factores principalmente: la fotografía y los efectos especiales. Grabada en una torre de 6 metros de altura, el realismo de la pantalla verde y otros aspectos (cortesía de las empresas VFX2GO y 22DOGS) resultan tan eficaces al momento de mezclar las imágenes captadas por el fotógrafo MacGregor (sí, sólo MacGregor, porque él es muy intelectual artístico), en este su segundo trabajo en cine después de Vivarium (2919), que la sensación de vértigo es constante, haciéndote sentir la posibilidad de caer al vacío con cualquier movimiento en falso. Estas tomas en picada y panorámicas se complementan con los close ups realizados puntualmente a partes de la estructura para mostrarnos su avanzado desgaste, acompañadas por el atinado trabajo de edición y mezcla de sonido, el cual taladra la mente del espectador al sentir que cada rechinido o golpeteo son pasos que  acercan a las jóvenes a un peligro que puede costarles la vida, provocando en la audiencia unas ganas tremendas de gritarles que dejen de hacer caso a esa estúpida, evidente, imperante y patológica pulsión de muerte que parece acompañarlas todo el tiempo. Estos aspectos técnicos se amplían cuando se trata de mostrar el otro peligro, el de la naturaleza que las ataca en la forma de ventiscas, tormenta e incluso buitres que las acechan, conscientes de que aquel par de mujeres heridas, lastimadas y cansadas tienen unas altas probabilidades de volverse su alimento en un periodo más corto del que ellas quisieran. 

Fall resulta una película irregular, con resoluciones de conflictos sin la más mínima lógica, pero efectiva como pocas, con una propuesta atractiva en su manufactura, donde un par de atractivas e imprudentes jóvenes, con atractivos problemas emocionales, toman una serie de atractivas y cuestionables decisiones, que las llevan a vivir la peor experiencia de sus vidas. Un producto totalmente disfrutable para quienes gustan de ser llevados al límite y para los que no estamos buscando un retrato de supervivencia apegado a la realidad. Buena o mala, eso es intrascendente, pero quien la vea no va a quedar indiferente ante ella, que al final es lo que se buscaba desde el principio.