Thor: Love and Thunder (2022)

Cuando se forma parte de un proyecto tan grande como el MCU, el cual se cuida con detalle milimétrico, es muy difícil que los productos independientes que lo conforman logren una identidad propia en su totalidad. Su función es trabajar en pro de algo mayor, ser una pieza más del rompecabezas y amoldar tu estructura a la línea que favorece a ese algo del que formas parte y que produce toneladas de hermoso dinero que nadie quiere dejar de recibir. Las tres primeras etapas de este universo no dieron gran cabida a proyectos que pudieran demostrar todo su potencial como obras con sello personal, pero hubo algunas que lo lograron, siendo Guardians of the Galaxy (2014) y su secuela las más notorias en ese sentido, con tono de comedia y un diseño visual que la alejaba de las demás. El resto, aunque se les permitía proyectar alguna de las características de sus personajes principales y sus mundos, como Doctor Strange (2016) y Black Panther (2018), no dejaban de ser otro producto de Marvel que se amoldaba a su fórmula, la cual tenía como principales estandartes las cintas de Iron Man y Captain America, hasta finalizar con la saga Avengers.

De todos los personajes de Marvel que han desfilado cinematográficamente en los pasados 14 años, posiblemente sea Thor el que más problemas tuvo en el sentido antes mencionado, debido a la mitología de su historia, la cual era difícil de acoplar con el resto. Esto se notó desde su película de origen, con un guión un poco desabrido, dirigida por Kenneth Branagh, en el 2011, la cual resultaría exitosa como el resto de las que se estrenaron en aquel año, pero no logró enamorar a la crítica o trascender como las de los otros Avengers originales. Buscando mejorar esto, la secuela, Thor: The Dark World (2013), cambió al director por Alan Taylor, con resultados no satisfactorios, ya que, aunque recaudó en la taquilla más que su predecesora, se convertiría en la peor reseñada de toda la franquicia (hasta la llegada el año pasado de Eternals), y los fanáticos del personaje la tacharían de aburrida, sin espíritu propio y poco memorable. Cuando las reacciones negativas fueron imposibles de ocultar, el director se quejó de su película, Chris Hemsworth dijo no estar del todo conforme y Natalie Portan juró, dios como su testigo, no volver a participar en una producción de este estilo; las cosas no pintaban bien para el dios nórdico.

Pasarían 4 años para que el estudio diera otra oportunidad al personaje en solitario, ahora bajo las órdenes de Taika Waititi, a quien, en una decisión extraña, le dieron total libertad creativa (aunque trabajando de la mano con 3 guionistas ya curtidos con Marvel) para realizar su película Thor: Ragnarok (2017). El resultado todo lo sabemos, se optó por utilizar la comedia para definir al protagonista y su mundo, la colorida estética kitsch explotaría en la pantalla, se volvería la película mejor calificada del personaje (y una de las que poseen las notas más altas del MCU entero), así como la que mejores ingresos totales ha tenido hasta el día de hoy para los asgardianos. Aunque no todo fue miel, ya que algunos de los fanáticos más conservadores condenaron este cambio, pero al final no importó, ya que taquilla y critica habían hablado, por lo que no se dudó en repetir, por primera vez, con el mismo director para una cuarta aventura, recién estrenada y que lleva por título Thor: Love and Thunder, cinta de la que toca hablar en esta ocasión.

Como toda producción del MCU, esta película retoma situaciones vistas en películas previas, principalmente las relacionadas con el personaje principal y Avengers: Endgame (2019), sólo que en esta ocasión los guionistas se encargaron de que no sea necesario haberlas visto. Esto se debe a que, pasada la triste, sobria y “realista” secuencia de introducción, en la que se nos presenta al villano Gorr (Christian Bale), así como sus orígenes y motivaciones (bastante entendibles según mi punto de vista), el guión mismo se encarga de contarnos, con todo el color y estridencia posibles, a manera de leyenda heroica con toques de humor, lo vivido por el protagonista a lo largo de los años que ha formado parte de este universo. Después de algunos minutos en que se resumen las muertes de seres queridos que le han tocado padecer, la depresión que vivió después del chasquido, el rumbo que tomó su vida una vez que recuperó las ganas de vivir y la reconstrucción del cuerpo atlético que le conocíamos y envidiábamos al principio, la historia divide su narrativa en dos líneas. Está la parte referente a Jane Foster (Natalie Portman, a quien parece que los cambios en su personaje y los ceros en su salario la convencieron de volver), a quien se nos muestra luchando contra un cáncer en etapa terminal, buscando una cura para su enfermedad, situación que la lleva hasta los restos del Mjölnir, que parece estarla llamando desde Nuevo Asgard. La segunda línea es, obviamente, la referente a Thor, que continua su viaje espacial acompañado de Los Guardianes de la Galaxia, peleando contra seres intergalácticos, como se nos muestra en una absurda, aunque acorde, secuencia de acción paródica y música rock retro, en la que están ayudando a un pueblo en su lucha contra unos invasores (con un diseño que parece haber sido extraído de la mente de Jim Henson) que han tomado el control de un templo donde adoraban a sus dioses, mismos que, según les cuentan los pobladores del planeta, han sido asesinados. Después de liberar al planeta y causar más destrucción de la que se esperaría, los héroes descubren un llamado de auxilio de Sif (Jaimie Alexander), clamando la ayuda de Thor, quien no duda en correr a buscarla, siendo este el momento que el grupo se divide, pero las principales líneas argumentales convergen y comienza la verdadera trama del protagonista por separado.

A partir de esto Thor descubre que su compañera fue herida por Gorr el Carnicero de Dioses, quien va de planeta en planeta aniquilando deidades porque pues, o sea su nombre lo indica, lo suyo es matar dioses, por lo que deberá descubrir la razón de esto, al mismo tiempo que auxilia a los habitantes de Nuevo Asgard quienes se ha convertido en blanco del villano, lo que lo lleva a reencontrarse con su ahora turbo poderosa exnovia Jane, quien resulta ser la nueva portadora del Mjölnir y se ha transformado en The Mighty Thor. Entonces, el protagonista deberá iniciar la heroica tarea de vencer al mal, acompañado de su amiga Valkyrie (Tessa Thompson) quien acepta acompañarlo sin dudarlo, ya que se pudre de fastidio como brócoli olvidado en el refrigerador, por sus funciones como rey de Asgard; esto no generaría ningún conflicto, si no fuera porque se les une la ya mencionada Jane.  A partir de ese momento, Thor debe primero luchar contra los embrutecedores sentimientos que aún siente por la segunda, intentar salvar a un grupo de niños secuestrados, tratar de domesticar a Toothgnasher y Toothgrinder que le fueron regalas en el planeta que salvó previamente, viajar a Ciudad Omnipotencia buscando el apoyo de los dioses más poderosos del universo para luchar contra el peligro que se ciñe sobre todos ellos, ser desnudado para conveniencias del guión y la recaudación en la taquilla mundial, enfrentarse a algunos dioses que han demostrado tal indiferencia ante los problemas ajenos como si fueran políticos que ya lograron ganar en las elecciones, enfrentarse en un entorno monocromático a un enemigo que se encuentra a su altura, pero, sobre todo, a la posibilidad de volver a sufrir una pérdida de magnitudes épicas. Todo esto, en un tiempo récord de menos de dos horas, lo cual es tan raro para un producto de Marvel, como encontrar calidad en las telenovelas de Televisa.

Vamos a empezar con lo obvio, quienes odiaron Ragnarok van a odiar esta también, ya que Love and Thunder es la hermana menor, adicta al crack, que replica los patrones familiares, pero que actúa de manera errática y sin control debido a sus excesos. Parte comedia romántica, parte cine a acción, película de superhéroes, comedia absurda, drama sentimental; la cinta es todo y nada, ya que no termina de centrarse en un género, brincando de uno a otro sin dar respiro al espectador. Puede deberse a que Taika Waititi no tuvo en esta ocasión a otros para que le guiaran dentro de los límites de la lógica y la contención, porque sabemos que el director tiende a perder el piso en algunos momentos, y esta cinta es un claro ejemplo de su estilo muy, pero muy personal. Más colorida y ruidosa, más cercana a la parodia que al cine de superhéroes al que nos tienen acostumbrados, menos formal y por ende no se puede tomar muy en serio, ya que ni ella misma lo hace. Y nada de esto está siendo escrito de manera peyorativa. 

¿La película es buena, refiriéndonos a los conceptos básicos de calidad? No, no lo es; es extremadamente divertida, un punto muy importante que debe tener cada producción, pero no es buena. La cuestión es que sus defectos no tienen que ver con lo antes mencionado, sino con él hecho de que se nota que ahora el director está trabajando bajo la carga de la imposición. Lo que en Ragnarok, gustara o no, se sentía fluido y orgánico, en esta ocasión da la sensación de estarse forzando para ser más que su antecesora, cosa que no se logra. Las bromas están, el tono y el despliegue visual también, gritándonos que esta es la segunda parte de la trilogía que Waititi (porque sí, serán tres, lo que convertirá a Thor en el Avenger con mayor número de cintas individuales), pero se sabe que está replicándose una formula.

Aun con esto, el director/guionista fue lo suficientemente inteligente para que esto no importara, ya que el mismo se encarga de reiterar en el metraje que esta es “otra clásica aventura de Thor”, es decir, que no esperemos la película que definirá el MCU, esta es una cinta de aventuras, casi independiente del resto, que sólo nos contará eso, una historia del personaje, y que puede ser vista por separado sin ningún problema. Algo así como los episodios televisivos que se conocen como “monstruo de la semana”, que sirven de relleno para tener algo que proyectar en cada fecha acordada del calendario, tratando temas ajenos a la línea principal que la temporada está llevando. Pues eso, ni más ni menos, es lo que es esta película, lo cual, desde mi perspectiva, embona con la caótica 4ta fase y que, por lo menos yo, agradezco.

Esto no quiere decir que la historia no tenga peso o sirva para profundizar en aspectos que habían quedado abiertos desde la segunda entrega, siendo el principal todo lo relacionado con Jane Foster. Sabíamos que su relación había acabado y que eso era algo que seguía pesando en el corazón del dios nórdico, pero no es hasta esta ocasión en la que se nos explican las razones de esto, el auge y caída de su historia, más no del amor que sienten el uno por el otro, ya que este sigue siendo el motor principal en esta ocasión, lo que da ese aire de comedia romántica de superhéroes a esta producción. Y es este regreso el que se vuelve el principal atractivo de la película, porque Natalie Portman brilla en la pantalla, cosa que a nadie debe sorprenderle, pero es que en esta ocasión su personaje tuvo el desarrollo que se le había negado en las dos entregas previas, en las que llegaba a ser tan gris que hasta un florero llamaba más la atención que ella. Ahora se luce, llegando a volverse la protagonista indiscutible, tanto en las escenas de acción, como los momentos cómicos que le brindó el director y ese tercer acto donde su heroísmo supera al del resto; todo aprovechado al máximo por una actriz que reitera ser todo terreno. Incluso su interacción con Chris Hemsworth muestra por fin la química que no se les había visto antes; cada que están juntos, las chispas comienzan a brincar, como debió haber sido desde el principio.

Y ahora que menciono al protagonista, es sabido que Hemsworth, de todos los actores que han formado parte del MCU, es de los más limitados. Venga, no va a ser él el actor de carácter que llene el lugar que ha quedado vacío desde la muerte de Marlon Brando, pero después de interpretar tantas veces al personaje lo ha hecho suyo y el cambio de género en las últimas películas le ha favorecido de sobremanera. Porque puede que la industria nos lo quiera vender como un héroe de acción, con un cuerpo que su servidor no podrá tener incluso con todo el entrenamiento militar y esteroides del mundo, o incluso como actor dramático, donde ha llegado a tener una que otra interpretación digna; pero optando por la sinceridad, lo suyo es la comedia. El personaje siempre ha tirado para ese lado, desde las primeras películas en solitario, en productos grupales o en cintas ajenas a la franquicia como Ghostbusters (2016), pero es en esta ocasión donde se luce y demuestra que se la pasó de lo lindo grabando la película y que bajo las órdenes de un director capaz, esa vena cómica que posee puede brindar muchos frutos y para muestra esta ese “triángulo amoroso” que se da entre él, el Mjölnir y la Stormbreaker. Natural y gracioso cuando se debe, pero sensible y emocional en los momentos justos, lo que brinda el balance necesario para hacer un juego perfecto con su compañera protagonista.

Pero que sería de una película de Marvel sin sus villanos, peso que en esta ocasión cae sobre los hombros de un Christian Bale haciendo lo que mejor sabe hacer, que es transformarse físicamente, pero aprovechando estos cambios para el desarrollo de su personaje. Su Gorr inicia como todos nosotros, suplicando a los dioses por un milagro que no llega, pero a diferencia nuestra, él sí interactua con ellos, sólo para descubrir que no les importamos. Lo ha perdido todo, no lo queda nada más que vengarse contra los que pudieron ayudarlo y no lo hicieron. Su transformación es acertada, desde la victima inicial, a esa primera escena donde luce terrorífico, para luego demostrarnos que sus motivaciones van más allá de la simple carnicería; todo en medio de ese mundo gris y vacío que contrasta con el multicolor que satura el resto de las imágenes. Aplausos para uno de los mejores villanos que la franquicia nos ha mostrado hasta el momento. 

Junto al trio protagonista, Tessa Thompson como la sidekick por excelencia, que toma un mayor peso en esta ocasión, lo cual se aplaude, ya que una actriz que ha demostrado su tamaño en productos como la serie Westworld (2016-2022) y la cinta Passing (2021) merece mucho más que estar ahí para llenar la cuota de raza y género. Por su parte Russell Crowe como Zeus se roba el show en su única secuencia (sin contar una de las dos escenas post créditos que en esta ocasión si tienen peso narrativo), con un carisma que nos recuerda la razón de haber sido un actor taquillero y premiado a principios de la década del 2000; egoísta, narcisista y vanidoso, resulta un dios en todo sentido, con tanto talento que ni el trasero desnudo de Hemsworth puede robarle cámara.

Técnicamente, como es de esperarse, la película no decepciona. Efectos visuales extravagantes, escenarios pintorescos, fotografía estrambótica con un par de escenas excelentemente logradas y ese vestuario exagerado que por momentos luce parecido a un disfraz de fiesta infantil; todo lo que ya caracteriza a este mundo de deidades y la distingue de otras películas de superhéroes, incluida una selección musical que viaja desde los ochenta a principios del 2000, con artistas que van desde Guns N’ Roses hasta Mary J. Blige y Ciara. Todo exagerado, revuelto, enorme y sin contención, en el mejor sentido que se pueda usar la palabra.

Thor: Love and Thunder va a dividir, claro. No es la gran película, tampoco, pero no creo que haya buscado hacerlo. En esta ocasión decidieron apostar por el entretenimiento sencillo y la locura, con resultados más que satisfactorios. Divertida, llamativa y sensible por momentos, esta “clásica aventura de Thor” cumple con lo que se buscaba, lo cual es entretener y poder asegurar que, por fin, Thor tiene un estilo propio imposible de confundir.  Salvo que se sea un ser amargado y gris como el villano Gorr, todo el que la vea la disfrutará.