Los riesgos del ocio
Gracias a una película estrenada este año, se está concibiendo la existencia de esas madres que no quisimos serlo, pero que se nos obligó (de muchas formas violentas) a tener bebés y quedarnos con ellos. También comienzan a quitarse culpas aquellas que aparentemente se embarazaron de buena gana (tal vez por presión social) pero luego se arrepintieron de ello.
No todas las madres son felices seres rosados de alegría. Está la zona de oscuridad, arrepentimiento, rabia y deseos de ser cualquier otra cosa, menos lo que se espera de nosotras cuando se nos coloca un recién nacido en brazos (sonrisas desbordadas, besos sin control, vocecillas melosas).
Se dice que no todas quieren a sus hijos en el momento en que nacen. Incluso hay una rabia hacia ellos por haber trastocado un mundo (y un cuerpo lleno de hormonas) donde había tantas posibilidades de ser mujer, en un universo donde no existe nada más que pañales, babas, llantos y soledad. Siempre nos dejan solas con la responsabilidad de ese ser que nos impide seguir teniendo una vida intelectual o creativa, porque además de la cintura, lo primero que se pierde es la agudeza mental.
Puede ser utópico de mi parte pretender que ahora nos quitaremos el estigma de horrendos seres humanos anti natura por no gustar de la maternidad, pero es mi deseo que se comience a creer, ver y aceptar que aunque tuvimos hijos, no todas estábamos dispuestas a ello, no todas quisimos, no todas pudieron aceptar la maternidad (ni antes ni después). Hay una necesidad por parte de la sociedad machista de sentir que son seres deseados y que son lo más importante en la vida de una mujer. Nada más lejano a la realidad.
Los sueños femeninos, ahora es más fácil entenderlo, van más allá de una casa que limpiar, un marido al cual cocinar y unos hijos que cuidar y querer. Son anhelos que han existido desde hace siglos, no son exclusivos de las jóvenes de hoy. Sabemos que siempre ha habido esta necesidad de hacer algo que se vislumbra más allá del destino que se decidió para ellas. Un algo que se alcanza a percibir como hacer cosas que dan más satisfacciones que las que se designaron para nosotras, pero que gracias a la frase “no, porque eres mujer”, quedan vedadas, a veces para siempre, otras, en espera mientras logras liberarte de miedos.
Y es que, precisamente, uno de esos miedos tiene que ver con la violencia ejercida por la sociedad, para hacerte madre a como dé lugar.
Agradezco el asombro de las jóvenes que hablan sobre el tema de la película que da origen a este texto. Agradezco la comprensión de las mayores ante las que no hemos sido como ellas. Y sobre todo, me agradezco por saber que no soy un monstruo por no haber podido aceptar una maternidad impuesta, por darme el gusto de regresar (aunque sea un poco) a lo que fui antes de ser mamá.