“Hay muchas historias anónimas que parecen no importarle a nadie”: Luciano Campos

Aunque un periodista no necesariamente tiene que ser un escitor, el oficio ha llevado a Luciano Campos Garza (Monterrey, Nuevo León) a explorar los géneros narrativos hasta descubrirse como un autor prolífico: este año ha publicado tres libros y entre ellos, una novela de largo aliento “El cielo de los pilotos derribados”, la segunda publicada por ediciones Proceso.

Esta novela junto con el libro “Sistema Solar” , un guión cinematográfico, será presentada en la Feria Internacional del Libro de Coahuila, que comienza el 16 de septiembre. El autor habló en entrevista sobre el proceso creativo de esta obra.

La novela es una historia que inicia y por momentos se mantiene en un tono fatalista, por la desafortunada vida de Yadira. ¿Qué te movió a crear esta historia?

“Los mecanismos de la creatividad son muy extraños. Había escrito otras dos novelas de temas de violencia, de hombres, con pistolas y muertos. Pensé: por qué no hacer una historia que se moviera hacia el otro lado y así fue como me propuse hacer un drama puro. Y me concentré en una de esas historias sin espectacularidad, como la de Yadira, que es una anécdota que nadie cuenta. Hay muchas personas anónimas, que parecen no importarle a nadie. Y, en realidad, la historia de cada persona, bien contada puede resultar interesantísima. Ese fue mi reto”.

¿Cuánto tiempo te llevó construir esta novela de largo aliento? Cuéntanos del proceso creativo.

Esta novela me llevó algo así como un año exacto, pero porque el tema me absorbió. Y me resultó muy dolorosa escribirla. Por momentos dejaba días sin agarrarla porque me faltaba valor para continuar. Me dolía casi físicamente las desventuras de Yadira. Pero me forzaba a ponerme frente al teclado. Y así fui avanzando. En otras novelas he tardado años. La escritura es un proceso largo, laborioso, de hilado fino y me gusta eso, el poder explayarme en cualquier punto. En este caso el reto fue mayor porque tuve que pensar cómo sería el sufrimiento de una chica. Aunque la historia está contada desde el punto de vista de un hombre, él ve las desventuras de ella y trata de interpretarlas. Fue algo emocionalmente complejo.

El ambiente de trabajo reporteril está presente en toda la novela. ¿Hay una crítica velada a las condiciones de este trabajo? (jornadas, sueldos)

“El escritor siempre se proyecta en los textos. A mí me ha fascinado siempre la forma de trabajar de los reporteros, sus cuestiones laborales, las condiciones paupérrimas en las que muchas veces se trabaja. Todos las hemos sufrido, y eso se me hace bastante pintorezco. Los reporteros, pese a la trascendencia que tenemos en la sociedad, como intermediarios e intérpretes de hechos importantes, pasamos por muchas penurias. Sobre todo al inicio, con los sueldos bajos. El personaje de Osvaldo es la representación de un periodista que enfrenta con estos dilemas, sobre el poco ingreso y las opciones de ser honesto o no, para obtener más. Él resuelve su vida corrompiéndose, como ocurre con mucha frecuencia.

Tu novela anterior, el Paria Mexicano, cuenta una historia que refleja una crítica social a la violencia. ¿Buscaste continuar con este tono de reflexión sobre nuestro entorno social?

El Paria Mexicano fue como un ejercicio de expiación, sobre lo que uno como periodista ve en el país. Cada quien puede hacer su lectura del libro pero, sí, es evidente que hay una critica a la sociedad, que rechaza a los servidores públicos que los protegieron, como son los soldados. Y también trata de un problema que ya tenemos presente, que es el de los soldados que regresarán a los cuarteles. Y mira que cuando escribo nunca lo hago haciendo una crítica a nada. Escribo y ya. Luego cada lector decide qué enfoque darle al texto.

Vargas Llosa dice que el escritor está obligado a involucrarse en el debate social. Siento que mi participación en el debate público la hago únicamente como periodista, a través de mis reportajes. No soy guerrillero de Facebook o twitter. Lo que quiero denunciar lo escribo haciendo periodismo.

Muchos episodios parecen surgidos de una nota diaria o de sucesos de un periódico o noticiero. ¿Hay fondo periodístico en la novela?

En todas mis novelas entra el periodista. La reporteada es una fuente inagotable de anécdotas, información, imágenes, sensaciones que invariablemente van a ser vertidas en textos literarios. El escritor es pepenador de momentos, cazador de anécdotas. Todo lo que veo reporteando me lo hecho al morral y tarde o temprano lo voy a sacar para convertirlo en ficción. Porque todo lo que escribo, como literatura es un invento. Esa es la magia de la ficción que hace que incluso lo real se vuelva inventado, al transformarlo en novela.

¿Qué tanto contribuye el oficio periodístico diario al momento de construir una novela de largo aliento?

Es fundamental, la reporteada para lo que escribo. Recibo mucha información que luego vierto en los textos. Además, me mantiene con la pólvora seca escribir a diario notas para mi medio.

Como novelista ¿quiénes son tus influencias?

Todos. Mi primer gran amor literario fue Luis Spota, pero luego cuando crecí y ensanché la mirada, y pude ver que existían otros como Mario Vargas Llosa que es para mí el más grande de todos, por la forma tan singular, diáfana, original y culta de contar sus novelas. Pero también me gusta pensar que le he pedido algunos tips a Cortázar y a Rulfo. Ya ves lo que dice Borges: lo importante es no deberle nada a tus contemporáneos.

¿A qué tipo de lector te diriges? ¿Público en general?

Escribo por escribir, sin destinatario. Una vez pensé en hacer una novela juvenil y mi amiga, la escritora Leti Herrera me puso un freno. Me dijo que hiciera literatura y ya, que el tipo de lector vendría solo. Tenía razón. Así que quien abra uno de los libros que hago, quien me lea, ese es el lector al que me dirijo.