Los riesgos del ocio

El mes pasado asistí a la concentración que con motivo del Día Internacional de la Mujer tuvo lugar en Torreón en la plaza mayor. Ante la imposibilidad de organizar la marcha como la del año pasado donde cientos de mujeres se fueron agregando a la misma desde Lerdo hasta llegar a Torreón, sin olvidar a las que se sumaron de Gómez y de todos los demás puntos de la Comarca, se realizó una reunión en la que otra vez fuimos cientos.

La rabia ante la falta de legislación a favor de la mujer, la tristeza por todas las desaparecidas y fallecidas a lo largo de la historia, la necesidad de visibilidad, la emoción de estar, todo eso y más se vivió el lunes 8 de marzo, una vez más.

Las jóvenes hicieron un cerco que tenía que ver con crear un área segura, un área protegida donde no tenían cabida los hombres. Batallaron un poco haciéndolo puesto que todavía hay algunos que no entienden que las mujeres necesitan estar solas y sentir que hay seguridad, y parte de ella implica que no se encuentren cerca.

Me acomodé fuera del cerco, me sentía cansada después de un día largo de trabajo; quise estar con todas ellas, saber que todo cuenta, que el hecho de acompañarnos y gritar, cantar, escuchar, apoyar y exigir es también una manera de llegar a conseguir algo. Había mujeres de todas las edades e incluso nombraron un área para abuelas y niños. No supe eso, si no me hubiera acomodado ahí. Junto a otras mujeres de más o menos mi edad. De todas formas, independientemente de nuestro vestuario, edad, color de cabello, comentamos entre nosotras, la tristeza nos alcanzó por igual, la rabia nos levantó el puño por igual al ver que después de años, la violencia y falta de empatía social persiste. 

Este escrito puede parecer antiguo, digo, el ocho de marzo ya pasó hace más de un mes. Pero no. Se presume que hay igual número de legisladoras o incluso superan en número a los hombres, pero a veces no dejo de pensar que es mera cuota de género. No veo que cambie mucho el panorama en cuestión de leyes que castiguen o eviten el acoso, maltrato, violencia, asesinato que se comete en contra de tantas mujeres, niñas, ancianas y bebés, de manera gratuita, solo porque estaban ahí. La seguridad sigue siendo nula, los salarios siguen irregulares, la situación de las madres solteras, insostenible, las jóvenes en las calles siguen desapareciendo; y los asesinos siguen siendo el material con el que la autoridad se sigue burlando de todas nuestras muertas. Se conceden multas de ochocientos pesos a quien asesina a una niña de dos años. Se encarcela por la mínima cantidad de años a quien descuartiza, se ignora el clamor de las que fueron abusadas sexualmente por políticos, se sigue culpabilizando a las víctimas.

Tengo tiempo enojada, pero hoy estoy más. No puedo imaginar el dolor de perder un hijo, mucho menos un bebé. Pero si vivo la angustia de saber que los míos son jóvenes,  y andan en la calle, trabajando, en el transporte, en el café o el bar. Y trato de borrar las imágenes terribles que el miedo coloca en el alma de las madres, pero la realidad supera cualquier terror ficticio.