Una novela de terror: Nuestra parte de noche
RESEÑA
Inicié la lectura de esta novela de terror con cierta reserva. Yo no leo este tipo de literatura; me parece sensacionalista, demasiado comercial. Pero me sentía obligado porque la habíamos elegido para este ciclo del club de lectores al que asisto ya por varios años. Tras leer la contraportada mi perjuicio se hizo aún más fuerte; había palabras que me son refractarias: médium, sociedad secreta, la Oscuridad, la Orden (así, con mayúscula las dos), rituales mágicos. Y, sin embargo, he de confesar que esta novela es una maravilla. Me atrapó desde el primer capítulo. Está escrita con un estilo simple y directo, totalmente desprovisto de florituras poéticas, metáforas y demás construcciones literarias. El secreto está en el manejo de la tensión dramática que Mariana Enriquez maneja con soltura y maestría.
El primer capítulo es perfecto. En unas cuantas páginas nos presenta al personaje principal, lo dibuja sin describirlo. Un padre y su hijo huérfano salen de viaje por carretera rumbo al norte de Argentina. El hombre está enfermo, el hijo es aún un niño que sufre por la reciente muerte de su madre. No saben como lidiar uno con el otro; son como cualquiera que se encuentre en tal situación. Están molestos. El padre se siente impotente para ayudar al pequeño con el duelo y dice algo gracioso para romper el hielo. Le pide después que le cuente lo que leyó la noche anterior. El niño dice que le dio miedo y se refiere a la leyenda de Anahí, una jovencita que fue quemada viva y al día siguiente había un árbol lleno de flores rojas en el lugar. ¿Ahora queman a las brujas también? Pregunta el niño. ¿Qué clase de padre le daría a leer algo así a un niño pequeño?
Más tarde paran a desayunaren una fonda del camino y la curiosidad de la mesera reaviva el duelo del niño al preguntar por su madre. El lector descubre entonces que hay una conexión inexplicable entre padre e hijo, algo extraño y misterioso.
Juan sintió el dolor del chico en todo el cuerpo. Era primitivo y sin palabras; era crudo y vertiginoso. Tuvo que aferrarse de la mesa y hacer un esfuerzo para desprenderse de su hijo y de ese dolor.
La mujer trata de disculparse ante el padre que ha reaccionado con enojo, casi con furia. Ha sido grosero y brusco al decirle que la madre del chico está muerta. Y, de golpe, el lector sabe que está frente a una novela de terror.
Cuando ella extendió la mano para recibir el dinero, él le tomó la muñeca. Pensó en enviarle un símbolo que la enloqueciera, que le metiese en la cabeza la idea de arrancarle la piel de los pies a su nieto o hacer un estofado con su perro. Se contuvo.
Mariana ha afirmado que los primeros textos de terror que leyó fueron testimonios periodísticos de torturadores durante la dictadura. Era tan pequeña que no entendía lo que significaba la palabra torturar. Leyó aquello, dice, como si fuera fantasía, cuando era realidad. La novela transcurre sobre un sustrato histórico real y tangible. Los lugares, el ambiente y las huellas de la dictadura están presentes a lo largo del relato, le dan verosimilitud al terror. Da la impresión de que se ve obligada a lidiar con él elaborando esta ficción fantástica.
Los protagonistas ven fantasmas que rondan el lugar en que murieron insistiendo en contar su historia, las circunstancias de su muerte, exigiendo justicia para descansar en paz. En Argentina se conoce como casas de espantos a los lugares en que se recluyó y torturó gente durante la dictadura y en la novela son puertas que comunican a mundos extraños y fantásticos, pletóricos de terror.
La novela está estructurada en seis partes que podrían ser relatos independientes y que la autora usa para dar los antecedentes, atar los cabos sueltos que fue dejando y que estimulan la curiosidad del lector, dosificando la información.
En diciembre del 2019 ganó el 37º Premio Herralde de novela. No la lea de noche.
Nuestra parte de noche. Mariana Enriquez. Anagrama. Noviembre 2019.