Babygirl (2024)
Nicole Kidman no es sólo una de las mejores actrices de su generación (o de cualquier generación), sino que también posee una de las filmografías más interesantes y varias de las que pueda recordar. Luchando desde hace décadas con el estigma de ser sólo una cara bonita a la que quisieron volver super estrella en productos insulsos o la ex esposa de Tom Cruise, ha logrado que su historial cuente con proyectos donde nos ha brindado actuaciones tan memorables como To Die For (1995), Eyes Wide Shut (1999), Moulin Rouge! (2001), The Others (2001), The Hours (2002), Dogville (2003), Rabbit Hole (2010), The Paperboy (2012), Lion (2016), The Killing of a Sacred Deer (2017) y un largo etcétera que podría volver este párrafo casi interminable.
Con el compromiso autoimpuesto de trabajar con mujeres directoras cada 18 meses, la actriz ha demostrado ser una fuerza imparable encadenando un producto tras otro, tanto en cine como en televisión. El último de estos proyectos es la cinta de la que hoy hablo, Babygirl, tercer largometraje de la directora Halina Reijn.
En esta ocasión, la historia se ha vendido como un thriler erótico, aunque a mi gusto se trata más de un drama, con tintes eróticos, sobre la aceptación, el autodescubrimiento y la presión a la que son sometidas las mujeres, sobre todo de cierto estrato social y edad. Con esto explicado, la trama sigue a la directora de una empresa tecnológica de nombre Romy (Nicole Kidman), quien parece llevar una vida perfecta, con el trabajo perfecto, el esposo perfecto Jacob (Antonio Banderas) y un par de hijas que, a pesar de encontrarse en edad adolescente con todo lo que eso conlleva, son perfectas y de postal. Como suele suceder, nada es tan bello como aparenta, cosa que resulta evidente desde la escena de apertura, en la que vemos a una Romy fingiendo un orgasmo, para después escabullirse hasta su laptop, donde en soledad debe masturbarse para lograrlo de verdad. Con algo tan sencillo, se nos muestra la falsedad de esa perfección, misma que comienza a derrumbarse cuando la protagonista comienza a sentir atracción por uno de los jóvenes becarios de su empresa, Samuel (Harris Dickinson), quien al tratarla sin la solemnidad que el resto le profesa y retándola en un juego de poder, en todo sentido, termina provocando en ella cambios y enfrentamientos internos que tanto la pueden liberar, como destruir todo lo que ha logrado.
Empecé esto escribiendo sobre Nicole Kidman porque ella es la película, lo que hace que valga la pena verla, regalándonos una actuación que, si en cinco años volviera a enumerar sus más grandes interpretaciones, esta aparecería en la lista. De la cinta hablaré más adelante, pero ahora la importante es centrarnos en su actriz protagonista, con una actuación que nos hace entender por qué resultó ganadora de la Copa Volpi en el pasado Festival de Cine de Venecia y en la National Board of Review; al mismo tiempo, al terminar la película te preguntas ¿Por qué demonios su nombre no está apareciendo como debería en esta temporada de premios? Sabemos cómo se manejan estos, pero han sido tan pocas las asociaciones de críticos que siquiera han recordado nominarla, que pareciera tienen alguna vendetta personal contra la actriz.
Este es el show de Kidman, uno que eclipsa a todos a su alrededor, que transita por una serie de emociones tan variadas que cuesta saber cómo fue su acercamiento al personaje. Reina de las sutilezas y los monólogos poderosos, en esta ocasión no sólo vuelve a utilizar estas herramientas, sino que se desnuda en cuerpo y alma en uno de sus papeles más arriesgados, mostrándonos momentos de enorme vulnerabilidad tanto física, como emocional, peor también dejándonos ver destellos de ese salvajismo interpretativo que pocas veces le hemos podido ver. Y no es que no sea capaz de lograrlo, porque puede llegar a ellos con facilidad, pero siempre ha preferido manejar sus personajes de una manera mucho más cauta, contenida, emocional, que la simple estridencia para desarrollarlos.
Aunque no todo en su filmografía es sobresaliente, este puede ser uno de esos trabajos que con el tiempo logre un mejor lugar en la historia de las grandes actuaciones, cosa que digo porque, la verdad sea dicha, la actriz le ha quedado grande a este proyecto. No lo digo porque Babygirl sea una mala película, nada más alejado de la realidad, ya que la directora y guionista Halina Reijn ha logrado mucho con su mirada íntima y voyerista, casi documental, a la vida de una mujer que tiene todo, pero que vive bajo un microscopio social que espera el menor de sus errores para verla caer. Una historia que nos habla de un ser que ha aceptado un estilo de vida, reprimiendo sus anhelos y deseos sexuales, ya sea por proceder de una época en la que así se educaban a las mujeres (y que muchas todavía replican) o por el estrato social que les exige ser perfectos maniquíes, sobre todo si cuentan con un poder que en otras décadas era exclusivo de los hombres.
Banygirl tiene fallos, claro, pero un gran acierto es nunca juzgar a sus protagonistas, aquí no hay la gran moraleja y al final nadie resulta completamente destruido por sus acciones, todo lo contrario, las cosas parecen mejorar una vez que la bomba explota y todos los involucrados han recibido parte del daño. Los problemas de trama no llegan por ahí, lo hacen por el lado de la suavidad con que algunos son tocados. No se espera algo grotesco, nada vulgar, pero esta ligereza que pudo ser pensada para no dar respuestas a preguntas que ni siquiera se deben realizar, hace que algunos personajes carezcan del desarrollo suficiente para que sus interpretaciones lleguen al grado de brillantes del personaje central. Antonio Banderas esta bastante bien, sobre todo en la recta final, pero tal vez por la barrera del idioma o por ser un objeto que adorna a su mujer es que no termina de brillar en ningún momento; el caso de Harris Dickinson es diferente, él sí luce, sale al quite cuando se le pide, pero su personaje carece del suficiente impacto para creernos que tiene tanto poder sobre Romy, a pesar de que sabemos que ella se lo permite. Ambos protagonistas masculinos tienen su desarrollo, se intenta profundizar en sus historias, pero son engullidos por el de Nicole Kidman, la joya que adorna esta cinta que pudo ser mucho más.
En general, como thriller, drama, como producto erótico, la película cumple, pero lo hace sólo a medias, sobre todo en una época donde la juventud esta regresando a una moralidad conservadora arcaica y una cinta como esta debería provocar, no interrumpir la fluidez de su guión con una conversación que se alarga demasiado sobre los términos de lo que es consensuado y no. Actual esto último, claro, pero pareciera que la directora no quiso arriesgarse a las malinterpretaciones y quiso evitarse problemas jugando en terreno seguro. Aún así, se logra que el ritmo funcione, la tensión está presente, apoyada por la actuación central y la grandiosa música escrita por el múltiple ganador del Emmy, Cristobal Tapia de Veer, quien termina ayudando más a la narración que las palabras mismas. Una cinta que logra deslindarse de los thrillers eróticos de los 80 y 90, pero que, sin quererlo, termina recordándonos a muchos de ellos, tal vez por la manera que se decidió relacionar a los personajes, la manera en que es llevada la historia o los motivos que sean. Al final Bibygirl peca de algo que en la actualidad pesa mucho, que es no tener una personalidad y estilo propio, motivo por el cual otras películas han llamado más la atención en estos meses donde la importante es estar presente en todos lados, hacer ruido y ver tu nombre repetirse en cuanta ceremonia se pueda.
Para los que esperen un festín sexual esta no será su película, ya que, a pesar de no cerrar ninguno de sus temas por completo, esta cinta habla de poder y libertad, de las diferencias de edades, de clases, de estatus económico, de como todo esto juega tanto a favor o en contra de los involucrados, de la posibilidad de perder todo si se pierde el control, pero de cómo, al mismo tiempo, hay ocasiones en que se debe perder para encontrarse a sí mismos. Definitivamente no es una película para todos los gustos, pero los que gustan de grandes y arriesgadas actuaciones, esta es una de ellas. Enorme Kidman, el tiempo se encargará de ponerla en el lugar de la historia que le corresponde, con las grandes actrices que dejan huella, con las que deciden dejar el brillo por un personaje de este calibre, de las que se queda grabadas. Algún día se le hará justicia.