To Catch a Killer (2023)

El thriller o suspenso es uno de los géneros, junto al terror, con más adeptos, pero el primero goza de cierto prestigio que el segundo no. Esto se debe a que se han creado grandes historias donde descubrir quién es el asesino y los motivos de este, o tratar de desentrañar el misterio en que se centra la trama, se han llevado a niveles de grandeza narrativa. El cine, tanto adaptando creaciones previas, como realizando guiones directos para la pantalla, nos ha regalado maravillosas películas pertenecientes a este género. Rear Window (1954), Diabolique (1955) y Vertigo (1958) entre los clásicos; Tesis (1996), Memento (2000), Black Swan (2010) y Gone Girl (2014) en los recientes, son ejemplos de esto.

Aunque en la mayoría de los casos el género va acompañado del adjetivo “psicológico”, hay un subgénero, que si bien no carece de dicha característica, tiende a seguir sus propias reglas y formatos, y es el conocido como thriller policiaco. En este caso, el personaje siempre es una detective o policía con evidentes problemas psicológicos, capaz de entender y empatizar con el asesino que se está buscando, cosa que le facilita su investigación sobre el resto de los agentes, los cuales observan dubitativos los métodos y estabilidad mental del protagonista. Dentro de este subgénero, la madre de todas las cintas y con la que todas las demás tienden a ser medidas, es la magnánima The Silence of The Lambs (1991) de Jonathan Demme, basada en la novela de Tomas Harris, que logró hacerse son los 5 premios Oscar más importantes, algo que sólo ha ocurrido en 3 ocasiones. 

¿Por qué hablo de esto? Pues porque desde que el señor Harris creó a su enigmática, torturada y magnética Clarice Starling (interpretada de forma espectacular por Jodie Foster), otros escritores y guionistas han tratado de emular el impacto que tuvo aquella protagonista femenina que vino a robar la atención en medio de un mundo casi en su totalidad protagonizado por hombres.  Tristemente, esto no se ha podido realizar, ya que Clarice sigue siendo por mucho la reina dentro de estos personajes, pero eso no ha impedido que se realicen múltiples producciones con mujeres policías al acecho de algún psicópata; Ashley Judd protagonizó varios de estos productos en cine, así como Gillian Anderson lo hizo en su espléndida serie The Fall (2013 – 2016), siendo este personaje el que creo, a mi gusto, se ha acercado más a la brillantez que escribió Harris. 

Dentro de esta vertiente cinematográfica se encuentra la cinta de la que ahora escribo, To Catch a Killer, nombrada originalmente como Misanthrope, dirigida por Damián Szifron y estelarizada por Shailene Woodley y Ben Mendelsohn, la cual nos cuenta la historia de una agente de policía, Eleanor, que se ve inmersa en la investigación sobre la identidad de un asesino tirador en masa, que mata a 17 personas en la víspera de año nuevo. Sin un patrón definido entre las víctimas, ni un método especifico más allá de disparar con su rifle de francotirador desde una gran distancia, la agente debe ayudar al investigador del FBI, Lammark, quien la reclutó, junto a Jack (Jovan Adepo), un detective de la policía, al notar las capacidades de ambos, para dar caza al perpetrador de dicho suceso, antes de que vuelva a ocurrir. 

Agente del FBI veterano con métodos diferentes al resto, policía femenina joven con problemas psicológicos que le impidieron ingresar en su momento al FBI, un asesino misterioso que trata de evadir a la justicia, autoridades incompetentes que dificultan el proceder de los investigadores, sospechosos comunes que evidentemente no serán el tirador que se está buscando, pistas y detalles que sólo la protagonista es capaz de ver debido a su estado emocional. En resumen, la fórmula que hemos visto una y otra vez, tratando de repetir el éxito y calidad de la cinta donde la protagonista soñaba con el llanto de unos corderos. Para pesar de los inmiscuidos en este proyecto, su cinta ha quedado muy por debajo de lo que intentaban lograr.

Pero vamos por partes, porque no todo es malo en esta cinta, ya que la primera media hora arranca de una manera potente, con los múltiples asesinatos llevándose a cabo, para llevarnos al momento en que ambos protagonistas cruzan su camino y todo comienza a tomar forma, o en este caso, a perderla. Toda esta secuencia no tiene desperdicio, ya que el montaje de Damián Szifron, la fotografía de Javier Julia y el apartado sonoro dan un ritmo y pulso por demás cautivador a la presentación de personajes y primer acto de la trama; pero es a partir del segundo de estos cuando la narración comienza a tambalearse, hasta caer de una forma que le es imposible levantarse.

Lo anterior lo digo, debido a lo disperso de un guión que no logra definir para donde quiere avanzar, ni a sus personajes mismos. Sabemos por conversaciones en apariencia espontaneas que Eleonor fue rechazada por el FBI, no por falta de talento, sino por sus pruebas psicológicas, se nos explica que vivió algo en su pubertad que la dejó marcada, pero nunca se nos revela esto. Se nos informa que el agente del FBI tiene las miradas sobre él, que están buscando un punto débil para deshacerse de él, pero tampoco se habla del motivo concreto de esto. El asesino mismo, a pesar de explicarnos sus motivaciones, las mismas son tan genéricas y abiertas que no logran darle el poder necesario para atemorizar, posiblemente debido a ese intento de humanizarlo para que la audiencia empatice, no con sus actos, sino con las acciones que lo han llevado hasta donde se encuentra, ya que todos pudimos haber pasado por lo mismo que él.

La historia trata de ser una reflexión social, una crítica a la manera en que nos hemos desarrollado tanto pre, como post pandemia, ya que se menciona esto, como ciertos personajes incapaces de embonar socialmente vieron su época dorada irse cuando el confinamiento terminó y todos volvimos a la calle, junto con el ruido que esto genera, un ruido que no se refiere tan sólo al aspecto sonoro. En este sentido, el titulo original, misántropo, resulta mucho más efectivo, ya que esta es una condición que se disparó debido al encierro que vivimos por casi dos años, ya sea de forma total o parcial. Yo mismo, alguien que era considerado un ser al que se le facilitaba socializar, me he descubierto molesto al tener que volver a interactuar de cierta manera, con ciertas personas o en grupos numerosos, algo que varios de mis conocidos me han confesado sufrir también. La pandemia nos cambió, nos guste aceptarlo o no, y tal cual intenta exponer la cinta, los que han tratado de recuperar su vida tal cual era antes de esta, como si nada hubiera pasado, no aprendieron nada. Ese es el tema de fondo, pero el resultado es flojo, sin una manera tajante de exponer su punto, por lo que para el tercer acto, cuando el rumbo se ha perdido, ni las logradas actuaciones de sus dos protagonistas pueden hacer algo para evitar el naufragio en ese mar de ideas mal llevadas.

Por lo anterior, To Catch a Killer termina siendo otro thriller que lo intenta sin lograrlo, con actuaciones muy bien logradas, sobre todo en el caso de Shailene Woodley a quien le urge un nuevo agente para sus proyectos en cine o dedicarse por completo a la televisión, ya que ahí ha brillado. Una historia que pudo haber sido más y decepciona al saber que se trata del debut en Hollywood del mismo director que nos regaló Relatos salvajes (2014), y que posiblemente hubiera funcionado mejor si el otro guionista tuviera más experiencia, ya que Jonathan Wakeham debuta con este proyecto y se nota que su mano tembló en momentos puntuales. Las buenas intenciones están, algunas secuencias funcionan, pero en definitiva este es uno de esos casos donde la cinta no será recordada más allá de las transmisiones por televisión de paga o algún streaming, como Netflix, donde sus productos no necesitan una gran calidad para volverse fenómenos de reproducción y donde posiblemente hubiera tenido una mucho mejor recepción. Por lo pronto, sólo queda esperar al siguiente proyecto de este estilo, para ver si logran por lo menos acercarse a los títulos que mencioné al principio.