¿Nos miramos los unos a los otros?
“En Torreón ustedes no valoran lo que tienen”, fueron palabras de Lupita Onofre, mujer indígena de la comunidad Mazahua, quien llegó a Torreón poco antes del 68 huyendo de la pobreza provocada por la sequía, la falta de alimento y oportunidades en su pueblo: Santa María Canchesda, del municipio de Temascalcingo, Estado de México.
Por su parte, Francisco Hernández originario de Ocosingo, Chiapas; hablante de la lengua Tzeltal y quien estudia y vive en la Universidad Antonio Narro, considera que los chiapanecos son de los habitantes mexicanos más discriminados en el país y en particular en la Comarca Lagunera.
Esto lleva a pensar ¿Miramos hacia adentro a nuestro país? ¿Somos capaces de reconocer que entre los que habitamos nuestra región, se encuentran dignos representantes de comunidades indígenas, que aportan grandes valores a nuestra cultura?
El pasado 21 de febrero fui invitada a moderar la mesa: “HueHue: diálogos a través del tiempo”; con motivo de la celebración del Día Internacional de la Lengua Materna; organizada por la Unidad Regional de Culturas Populares y el Museo Histórico Casa del Cerro.
Con el objetivo de proponer un ejercicio de memoria colectiva y trabajar con los invisibles, actividades de este tipo se presentaron simultáneamente en distintas sedes del país. HueHue palabra el lengua náhuatl significa viejo, anciano, sabio…
Esta experiencia fue una gran lección de vida. Lupita llegó vestida con un traje típico de su pueblo, que era, junto con unos preciosos aretes; propiedad de su madre. La acompañaron algunas de sus hijas y sus dos bellas nietas quienes cantaron, junto con la abuela, el fragmento de una canción en su lengua.
Francisco vino acompañado de amigos y un maestro de la Narro, y trajo un libro de la comunidad lagunera “Maayus”, un grupo que se dedica a difundir valores de las culturas tradicionales de México. Estaban nerviosos al inicio, pero poco a poco fueron compartiendo sus experiencias, con algunas anécdotas dolorosas sobre su tránsito hacia esta región.
Nos regañaron. Lupita dijo que los laguneros no éramos capaces de valorar lo que teníamos, cuando ella llegó aquí con su familia para vivir en los patios del ferrocarril resguardándose del agua.
Francisco se quejó de que aquí, en La Laguna, no se acostumbra tomar buen café como en Chiapas, una región cafetalera de amplia calidad. Y porque gracias al estilo de vida moderno de esta zona, él ha tenido que dejar atrás muchas de sus costumbres. Y recordarlas, solo cuando habla por teléfono con sus padres.
Lupita vende semillas en el centro y Francisco estudia todo el día en la universidad. Ellos fueron los protagonistas de esa noche. Pero cada día, forman parte de nuestra cultura, es más la enriquecen; nos otorgan a los laguneros una muestra de dignidad.
No puedo más que decirles: bienvenidos nuevamente a La Laguna y que ojalá un día, lleguen a sentirse verdaderamente parte de este pueblo, parte de nosotros.