Nueva salvación por el palíndromo
Hace casi dos años publiqué este pórtico en un artículo intitulado “La salvación por el palíndromo”: He cultivado el arte de hacer palíndromos hace ya más de treinta años. Recuerdo … Leer más
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Sin ser Gregorio Samsa despierto con la absurda sensación de no ser yo. A punto de llorar, porque no soy tan valiente como personaje de novela, me observo y re … Leer más
“En Torreón ustedes no valoran lo que tienen”, fueron palabras de Lupita Onofre, mujer indígena de la comunidad Mazahua, quien llegó a Torreón poco antes del 68 huyendo de la pobreza provocada por la sequía, la falta de alimento y oportunidades en su pueblo: Santa María Canchesda, del municipio de Temascalcingo, Estado de México.
Hace varias semanas, vía la página de la extraordinaria escritora Rosa Montero, me llegó un video del Ballet de la Ópera de París, que mostraba a sus bailarines interpretando una coreografía libre en los espacios íntimos de su hogar: la cocina, la sala de televisión o la recámara.
El verano no solo era sinónimo de viaje a las playas, de quintas con albercas y de abarrotar los cines y malls con climas frescos. (Todo lo que no podemos hacer hoy). En el verano, también los museos abrían recorridos y cursos especiales. Los teatros, algunos, atraían a sus escenarios a artistas de otras ciudades.
Mi relación con los objetos pequeños es muy estrecha, siempre me han gustado aquellos objetos que por su tamaño pasan desapercibidos de los estantes, de los escritorios, en fin, de la vida.
Pocas veces me he detenido a observar los pájaros. Me bastaba escucharlos o mirarlos de rama en rama o aguardando sobre interminables cables; tal vez en la infancia sí los observé con cierto detalle, cuando tuve en una jaula tres de los llamados carrancistas o pájaros chileros, como también se les conoce.