Wicked: For Good (2025)

Hace un año las expectativas estaban por los cielos —al igual que el miedo al fracaso— antes del estreno de Wicked: Part I. En la actualidad sabemos que la moneda cayó del lado que favoreció a la película, convirtiéndose en la adaptación de un musical de Broadway más taquillera de la historia, mientras lograba un total de 10 nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor Película, llevándose los referentes a Vestuario y Diseño de Producción, preseas que repitió en los BAFTA y Critics’ Choice.

Pase lo que pase con esta segunda parte, estamos al tanto de que cada dólar que recaude será considerado ganancia, ya que el fenómeno de su antecesora aseguró cubrir el costo total de producción de ambas; pero esto solo supone una presión más grande, ya que ninguna producción quiere cargar con el peso del fracaso después de semejante éxito. Como el aspecto comercial todavía está por descubrirse —aunque las preventas indiquen que por lo menos en su primer fin de semana amasará una gran cantidad de dinero—, ahora que ya se pudo ver, solo queda hablar de la calidad de la cinta, dejando lo demás pendiente por el momento.

Iniciando sin rodeos: ¿está esta película a la par de su predecesora? La respuesta simple es no, no lo está. ¿Es una producción que podamos considerar mala? Tampoco. La verdad sea dicha: ha quedado algunos escalones debajo de su primera parte, sin que esto sea realmente un problema para el público promedio; pero tampoco es que el listón estuviera demasiado alto, ya que si bien Wicked: Part I fue un éxito en todo sentido, no vino a reinventar el género cinematográfico al que pertenece ni podemos catalogarla entre las mejores que se han producido.

Claro, en su momento escribí que sus actrices realizaban un excelente trabajo, que el diseño de producción y el vestuario estaban por demás logrados, que las interpretaciones musicales estaban en su punto y un largo etcétera de elogios —todo verdadero—; pero eso no quiere decir que la cinta estuviera exenta de problemas, sobre todo en lo referente a su director y algunos aspectos visuales. Pues todo esto vuelve a repetirse aquí, solo que los contras se acentúan por dos factores principalmente.

El primero tiene que ver con su historia que, se haya visto el musical o no, leído la novela o no, debe ser sabido por casi todos que esta no es una segunda parte como tal, sino que la obra fue dividida en dos partes, los dos actos, para profundizar en ciertos aspectos. Pues esto que debía sumar termina restando en esta ocasión, ya que la mayor cantidad de canciones memorables son parte del primer acto. Claro, No Good Deed y For Good son temazos y aportan mucho, pero quedan muy lejos de ser Defying Gravity. Posiblemente por esta razón se escribieron dos canciones especialmente para la cinta, No Place Like Home, interpretada por Cynthia Erivo, y The Girl in the Bubble, cantada por Ariana Grande; de ambas, la segunda es la más lograda y la que aporta más a la historia, pero aun así pudieron no existir y no hubiera pasado nada, por lo que Stephen Schwartz dejó pasar la oportunidad de realizar grandes temas que se volvieran éxitos. Esto pesa mucho al tratarse de un musical.

Sobre esta misma línea está el hecho de que parte del encanto de la primera parte es la interacción de sus dos protagonistas, mismas que en esta ocasión casi no comparten escena. Eso se siente y se extraña, porque cuando vuelven a unirse la pantalla brilla, pero no lo suficiente para mantener la magia. Ellas hacen su trabajo otra vez —destacando en esta ocasión Ariana Grande, quien aparece más tiempo en pantalla y tiene un desarrollo más notorio—, por lo que se vuelve el corazón de la película; sin menospreciar a Cynthia Erivo, que vuelve a llegar donde debe y más, como la gran actriz y cantante que es, pero no tiene tantas oportunidades de brillar en lo actoral. Ellas cumplen, de sobra, al igual que Jonathan Bailey y Jeff Goldblum (Michelle Yeoh, a quien amo, tristemente sí me parece un error de casting en esta ocasión). No hay queja alguna con este aspecto, pero se siente que algo falta debido a que el guion no termina de funcionar, un problema que se arrastra desde la puesta en escena, ya que este es el acto en el que más líneas argumentales se abren y se vuelve un poco caótico e inconexo, sobre todo por la forzada inclusión de los personajes de El mago de Oz que aparecen aquí, así como algunas resoluciones de conflicto sacadas de la manga. Esto podríamos dejarlo pasar —el problema viene del material base—, pero entonces se debilita la razón de dividir en dos partes la obra, pues un guionista más calificado pudo haber mejorado la fluidez y llenado los hoyos argumentales que se mantienen intactos.

Esto nos lleva al segundo problema: el director Jon M. Chu, quien supo manejar el presupuesto para crear su mundo mágico… para luego extraerle la vida. Lo digo porque, si bien nos regaló algunos números musicales bastante bien realizados en In the Heights (2020), con las dos partes de Wicked no logró que ninguna fuera épica o icónica. Claro, hay números que destacan, pero desaprovechó la oportunidad de crear secuencias realmente memorables. Y venga, las dos son películas muy lindas visualmente, sobre todo en vestuario y diseño de producción, no hay queja alguna sobre eso; pero de qué sirve crear escenarios tan impresionantes, llenar la pantalla de color, para luego hacer que tu cinematógrafa, Alice Brooks, le dé a todo ese acabado tan deslucido que fue criticado desde la primera parte, luciendo todavía más gris en esta. Y si hablamos de aspectos técnicos específicos, el montaje realizado por Myron Kerstein y Tatiana S. Riegel entorpece aún más la narración, pero no solo eso: la película cuenta con varias secuencias mal editadas o con cortes demasiado bruscos, por lo que parece que faltaron escenas que sirvieran de puente entre ciertos momentos.

Es muy probable que Wicked: For Good termine siendo un gran éxito económico, sobre todo por los fanáticos del material original, de la cinta anterior o de Ariana Grande, pero eso no quita que se sienta como una gran oportunidad desaprovechada de realizar algo memorable. Víctima de las expectativas, ahora parece que dos películas fueron demasiado. Tal vez en las manos de un director más capaz, como Bill Condon, otra cosa hubiera sido; pero el proyecto se realizó de esta manera y ya no hay nada que hacer al respecto. Una cinta que sigue valiendo por el poder de su reparto y el fastuoso despliegue técnico, pero que queda debiendo en varios aspectos. Lamentablemente, en esta ocasión, la magia no se ha repetido.

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