The Black Phone 2 (2025)

The Black Phone es una película de terror sobrenatural de 2021, dirigida por Scott Derrickson y basada en un cuento escrito por Joe Hill. Tuvo un éxito considerable en taquilla y recibió comentarios bastante positivos. La cinta narra la historia de un asesino serial pedófilo apodado The Grabber, que secuestra niños y adolescentes para mantenerlos cautivos en su sótano, hasta que su última presa, Finney Blake (Mason Thames), con ayuda de los espíritus de las víctimas previas del psicópata —que se comunican con él desde el más allá a través del teléfono que da título a la historia— logra matar a su captor.

Como se puede ver, la cinta es autoconclusiva, por lo que llamó la atención cuando el director anunció que se produciría una segunda entrega, repitiendo el reparto, incluido Ethan Hawke, quien interpretaba al asesino. Ahora, estrenada y vista, es momento de hablar de ella, centrándome sobre todo en las decisiones que se tomaron para poder retomar la historia, sabiendo cómo terminó la anterior.

Aunque pudieron usarse diferentes recursos, como flashbacks o alucinaciones del protagonista debido al trauma, al ser esta una historia con tintes sobrenaturales se optó por dicho elemento para contarnos lo que ha vivido Finney después de haberse librado de la muerte. Un joven con estrés postraumático que recurre a la violencia para callar los recuerdos de lo vivido, mientras su hermana Gwen (Madeleine McGraw) —quien gracias a sus habilidades psíquicas pudo ayudarlo en la entrega anterior— trata de apoyarlo mientras ella misma lucha contra ese don que considera una maldición.

En medio de esto, ambos serán acosados por presencias del pasado que los llevan a terminar en el Campamento Lago Alpino, lugar donde su madre fallecida trabajó en su juventud y que parece estar ligado a The Grabber, quien ahora persigue a los protagonistas en forma de espíritu, ya sea por medio de llamadas telefónicas con el protagonista o durante los sueños de la joven. Con el tiempo en contra, deberán descubrir el misterio que se esconde en ese lugar antes de que el asesino termine con ellos.

OK, si yo hubiera sido el encargado de tomar la decisión de hacer o no esta secuela, la respuesta habría sido totalmente negativa, pero la cinta ya existe y no se puede hacer nada al respecto. Esto no lo digo porque sea una mala producción —ya que no lo es—, sino porque creo que no era necesaria en lo más mínimo. Sabemos que a los fans del terror nos encantan las sagas de este estilo, aun sabiendo de antemano que serán en su mayoría decepcionantes, pero aun así corremos a consumirlas como adictos al crack. Este no es uno de esos casos: la cinta funciona y es efectiva hasta cierto punto, pero debido a las decisiones tomadas se siente que estamos ante algo completamente diferente, un producto que se aferra a lo que puede para unirla con la anterior, aunque no de una forma muy orgánica.

Pero primero hablemos de lo bueno que tiene la cinta, que es bastante, empezando con su atmósfera. En una época en la que se critica la falta de esta, el mal uso de la iluminación y el deficiente manejo del color, esta secuela logra repetir el éxito de su predecesora al retratar de manera fidedigna la época en que se desarrolla —los 80, en esta ocasión—. El manejo de cámara y el uso de diferentes filtros y granos para distinguir la realidad del plano onírico son por demás acertados, despejando cualquier duda de que Pär M. Ekberg ha sido un excelente sustituto para el cinematógrafo anterior, quien debe encontrarse ocupado con la última temporada de Stranger Things. Esto, sumado a la música compuesta por Atticus Derrickson (otro reemplazo) y el diseño de producción de Patti Podesta (quien sí repite de la cinta previa), dota a la película de lo necesario para transmitir la época, el clima, el estado de ánimo y todo lo que debe tener una cinta —de este o cualquier género— para volverla creíble, sin importar la historia que se nos proyecte en pantalla. Para una película de este tamaño, con este presupuesto, sus aspectos técnicos están más que logrados y son su principal punto a favor.

Otro aspecto destacable es la evolución en las interpretaciones de los actores principales, sobre todo en el caso de Madeleine McGraw, que ha pasado de ser una niña secundaria a una adolescente coprotagonista y al personaje alrededor del que gira toda la trama. Se nota su madurez como actriz, y se agradece el hecho de no haber perdido el talento, como sucede con muchos niños actores al pasar a la siguiente etapa. Mason Thames es caso aparte, ya que viene de protagonizar el live action de How to Train Your Dragon y nunca se ha dudado de su capacidad. Entre ambos comparten las escenas de mayor carga emocional, saliendo airosos a pesar de no contar con las mejores líneas o el manejo más preciso de la escena por parte del director (cosa que comentaré más adelante).

Puntos extra merece el joven Miguel Mora, quien ha aparecido en ambas películas interpretando diferentes personajes, siendo en esta ocasión el de Ernesto, el tímido hermano menor del valiente y rudo Robin que ayudó al protagonista durante su cautiverio. Si uno no supiera que se trata del mismo actor, podría creer sin problema que es otro, debido al cambio tanto físico como emocional que proyecta en este papel.

El caso de Ethan Hawke resulta curioso, ya que, a pesar de interpretar al mismo personaje, tal vez por aparecer menos tiempo o por los cambios realizados en su línea argumental, ha perdido parte del siniestro impacto que logró proyectar en la primera parte. Sigue funcionando y cumpliendo, pero ya no transmite el mismo terror que facilitaba no conocerlo en la entrega anterior.

Del resto del reparto no hay mucho que decir, incluido Demián Bichir, que parece estar ahí solo para cobrar el cheque, o Jeremy Davies, con quien de nuevo no hacen gran cosa. Este es un circo de dos personajes y un fantasma, lo cual no es malo en sí mismo, pero sí algo que pudo haberse manejado mejor.

Esto nos lleva al punto que suele ser el talón de Aquiles de muchas producciones: el guion. En este caso ni siquiera es malo como tal; se nota el esfuerzo por continuar la historia dentro de lo posible, con las líneas planteadas en la primera parte. El problema es que hay cuestiones que no ayudan a la fluidez ni al ritmo de la película. Tomando en cuenta que, técnicamente, transformaron a The Grabber en una versión más versátil de Freddy Krueger —pues tanto ataca en sueños, como se comunica con los que no duermen—, la falta de reglas establecidas o limitaciones para su personaje provoca momentos que parecen sacados de la manga para beneficio del guion. Lo mismo ocurre con las visiones de Gwen, que pasan de requerir movimiento a no necesitarlo para poder comunicarse en el tiempo con otros personajes, sin mayor explicación. El que, de repente, los personajes puedan enfrentarse físicamente a un espectro y llegar a herirlo es otro punto que no termina de tener sentido tras lo visto a lo largo del metraje, dando la impresión de que ni los propios guionistas sabían hacia dónde querían apuntar.

Por todo lo anterior, puedo decir que The Black Phone 2 es una película que funciona a medias y que, por lo mismo, termina diluyendo el impacto de la primera, con un desarrollo pobre de ciertas líneas y personajes desaprovechados en su mayoría. Entretenida, sí, pero la pondría varios escalones abajo de una primera parte que no necesitaba continuación. La taquilla dirá si volveremos a ver a estos personajes, pero en lo personal, espero que decidan dejar la saga hasta aquí.

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