Weapons (2025)
Cada año se estrena una película de terror a la que su distribuidora le cuelga medallas como “la más aterradora del año”, “la que ha reinventado el género”, “la más escalofriante desde (ponga aquí su clásico favorito) o “tan perturbadora que no podrás quitártela de la cabeza”. Son frases de manual, recursos de mercadotecnia diseñados para seducir hordas de fans del género para que corran a verla, esperando la nueva obra maestra que, (pretends to be shocked), rara vez llega. Ejemplos recientes sobran: Barbarian y The Black Phone en 2022, Talk to Me en 2023, y Longlegs en 2024. Este año, la que ha caído bajo esa “maldición” (porque estar ahí es, en sí, una trampa) es Weapons, cuarto largometraje de Zach Cregger, también responsable de la ya mencionada Barbarian.
¿Por qué considero esta práctica algo negativo? Porque esos adjetivos inflan las expectativas del público, que rara vez recuerda que fueron colocados ahí para atraer espectadores, sin importar si cumplen o no lo prometido, el público se ilusiona con promesas imposibles y después vienen las decepciones. Las cintas que mencioné antes tienen, cada una a su manera, una calidad superior a la media, pero incluso las mejores no podrían alcanzar las exageraciones de un tráiler o póster decorado con estrellas y respaldado por influencers pagados para repetir el guion publicitario.
Y así llegamos a la pregunta inevitable: ¿está Weapons a la altura de semejantes etiquetas? La respuesta es breve y directa: no, no lo está. Pero sorpresa, aun así, es una muy buena película en general que no pretende ser lo que no es y que cumple en numerosos aspectos, especialmente en el más importante de todos: entretener.
La premisa es sencilla y se revela desde el tráiler y el póster (aunque con una trampa al final o error de guión, no lo sabemos): en la ciudad de Maybrook, todos los alumnos de la clase de la maestra Justine Gandy (Julia Garner) desaparecen misteriosamente una noche, a las 2:17 en punto. Todos menos uno: Alex Lilly (Cary Christopher), quien, interrogado por la policía, parece no saber nada sobre el paradero de sus compañeros. Mientras la maestra enfrenta la presión de padres y vecinos, intenta descubrir la verdad junto a otros personajes, como Archer Graff (Josh Brolin), padre de uno de los niños. La historia se narra desde distintos puntos de vista, y las piezas encajan poco a poco hasta revelar lo sucedido.
El camino de Weapons a la gran pantalla ha estado rodeado de rumores desde su concepción. Varios estudios compitieron ferozmente por el guion, en una guerra que incluso llevó a Jordan Peele a despedir a sus representantes por no conseguirlo. Además, parecía destinada a ser una producción “maldita” cuando Pedro Pascal, Renate Reinsve, Brian Tyree Henry y Tom Burke (ya confirmados para los papeles principales) abandonaron el proyecto debido a problemas de agenta provocados por la huelga de actores y guionistas en 2023, lo que retrasó meses el rodaje.
Aun así, contra todo pronóstico, la película llegó a salas con un excelente primer fin de semana en la taquilla y una avalancha de críticas positivas, merecidas gracias a su calidad general y a su arriesgada propuesta: combinar suspenso, comedia (sí, la tiene) y toques de terror. Cregger opta por un enfoque donde la forma sostiene al fondo, construyendo tensión dosificada en cada encuadre. La narración no es lineal; el espectador arma la historia conforme avanza cada capítulo, una estructura inspirada en Magnolia de Paul Thomas Anderson (aunque sin lluvia de ranas) según sus propias palabras. Las pistas llegan a cuentagotas, manteniendo la atención hasta que, en el tercer acto, todo cobra sentido.
Pero que nadie se engañe: aquí no hay terror clásico ni sustos fáciles como motor principal. Hay jump scares efectivos, pero lo que impulsa la película es el misterio sobre el destino de los 17 niños. Con todos los elementos de un cuento de terror contado alrededor de una fogata, la trama desarrolla el suceso, la investigación, la resolución y un desenlace que, aunque quizá deje algunos cabos sueltos, ofrece un cierre.
Gran parte del mérito recae en un elenco impecable, que hace difícil imaginar a otros actores en esos papeles. Julia Garner brilla como una mujer emocionalmente desgastada pero resiliente, como nos tiene acostumbrados; Josh Brolin, menos mediático que Pedro Pascal pero más sólido en lo actoral, encarna a la perfección al padre desesperado que no descansará hasta descubrir la verdad; Cary Christopher se adueña del tercer acto con una fragilidad que despierta instintos protectores y ganas de alejarlo de los malvados ejecutivos de Hollywood que parecen absorber la vida de estos pequeños interpretes hasta que sólo quedan cascarones vacíos sin alma, siendo sustituidos por el siguiente, cosa que espero no suceda con el pequeño actor; y Amy Madigan que deja huella (sin entrar en muchos detalles) con un personaje inquietante que recuerda a Longlegs de Nicolas Cage.
No todo es perfecto. En el segundo acto, los segmentos de Alden Ehrenreich (como el policía Paul) y Austin Abrams (como un drogadicto llamado James) no terminan de integrarse del todo. Aunque aportan humor y funcionan como nexos narrativos, sus arcos podrían haberse acortado o enriquecido con más relevancia para la trama.
Si la semana pasada dije que Materialist era una muy buena segunda película para su directora, pero inferior a la primera, en esta ocasión el caso se da en sentido contrario. Barbarian fue una sorpresa cuando se estrenó, pero no fueron pocos los que se quejaron de la poca cohesión entre los dos actos, tonos y líneas que manejó Zach Cregger en su proyecto, cosa que ahora parece haber pulido y llevado a otro nivel. Con el editor Joe Murphy, logra un equilibrio que combina ideas y tonos sin que nada sobre o se sienta fuera de lugar. Aunque no se explica el origen del mal que acecha a los niños, sí se aclaran las razones de lo que ocurre, algo que se agradece en tiempos donde el terror busca desesperadamente colgarse la etiqueta de “elevado” mediante metáforas crípticas. Aquí el mensaje es claro, directo y accesible para la mayoría. Aunque si se quiere escarbar en plan intelectualoide, podemos hablar de narcisismo y vampiros emocionales, pero ya seria buscar significados donde, hasta que el director no los exponga, puede que no existan.
En resumen: Weapons no revoluciona el género ni cumple las promesas infladas de su marketing, pero es una propuesta sólida, entretenida y bien construida, que consolida el nombre de Cregger y deja ganas de ver qué prepara para su próximo proyecto. Y eso, en una época saturada de películas sobrevendidas, ya es un logro. Ansioso estoy por ver qué nos tiene preparado para más adelante.