Presence (2025)

Con la temporada de premios recién terminada, podemos volver a ver y hablar de cintas un poco más comerciales que comienzan a llegar a las salas de nuestro país. Una de estas películas que tuvo su estreno este fin de semana es Presence, del director Steven Soderbergh

Proyectada por primera vez en el Festival de Cine de Sundance 2024 y estrenada comercialmente en Estados Unidos el pasado enero, debo advertir a quien planea verla que, si bien toda su trama gira alrededor de fenómenos paranormales en lo que aparenta ser una historia de casas embrujadas, el tono se acerca más a un drama sobrenatural que al género de terror, por lo que si se está buscando el susto fácil y efectivo, esta no es la producción deseada. Lo anterior no lo digo como algo malo, ya que la película tiene varias cosas a su favor, pero el trailer puede ser engañoso. 

El guión, escrito por David Koepp, quien tiene en su haber películas comerciales bastante decentes como Death Becomes Her (1992), Jurassic Park (1993), Carlito’s Way (1993) o Mission: Impossible (1996), aunque también fue el responsable de escribir The Mummy (2017), nos presenta a la familia Paynes, conformada por Rebekah (Lucy Liu) y su esposo Chris (Chris Sullivan), quienes junto a sus dos hijos adolescentes Chloe (Callina Liang) y Tyler (Eddy Maday) se encuentran en la búsqueda de una nueva propiedad para convertirla en su hogar. Con una secuencia inicial en la que vemos a la familia en su recorrido por una propiedad, guiados por la agente de bienes raíces, podemos observar que, en efecto, una presencia los observa todo el tiempo. Ellos, que no pueden percibirla, no tardan en decidirse por la casa y se mudan esperando lo mejor. Es conforme avanza el primer acto que Chloe, quien se encuentra en duelo debido a la muerte por sobredosis de su mejor amiga, comienza a percibir que no se encuentran solos, cosa que nadie le cree al inicio, hasta que los demás miembros de la familia son testigos de un fenómeno que les resulta imposible negar. Los motivos e identidad de la presencia serán el misterio que poco a poco se nos ira revelando, conforme otro tipo de situaciones se presentan a los espectadores. 

Así como puede sonar de sencilla y trillada la trama, la película cuenta con algo que la separa hasta cierto punto del resto, su perspectiva, ya que todo el metraje está visto a través de los ojos de la presencia, dejando a los actores como personajes secundarios que son observados todo el tiempo. Debido a que ellos son ajenos a esto es que podemos verlos hablar y actuar sin las pretensiones o limitaciones que la interacción social nos obliga a tener ante los demás. Sintiéndose en total libertad, podemos ver como la pareja pasa por una serie de problemas maritales, como la madre no repara en dejar ver que su popular y atlético hijo es su favorito sobre su taciturna y deprimida hija, como este no deja de sobajar a su hermana o como el padre parecer ser el único que apoya a su hija en su dolor y cree en ella cuando esta revela sentir la presencia que los ronda. Los vemos interactuar con más personas, como Ryan (West Mulholland), el mejor amigo de Tyler y amante a escondidas de Chloe, personaje que parece un poco perturbado y por el que la presencia parece no sentir la mínima simpatía. Hasta aquí, la historia de una familia cualquiera, con problemas y ciertas virtudes, observada desde un punto de vista peculiar. 

¿Si menciono esto como algo positivo, cuál es el problema que puede tener entonces Presence? Pues el hecho de que parece haber llegado un poco tarde a este nuevo recurso que se ha puesto de moda en Hollywood. Claro que las perspectivas en primera persona son interesantes, pero tan sólo el año pasado contamos con dos producciones, de géneros diametralmente opuestos, que la utilizaron. En primer lugar In a Violent Nature, cinta slasher vista a través de una cámara que sigue al asesino en todo momento; en segundo, la laureada y recién nominada a Mejor Película en los Oscar, Nickel Boys. En ambos casos el recurso se utiliza, por lo que esta tercera producción tan cercana nos hace pensar que estamos ante la nueva forma de narrar historias, parecido al auge del found footage tan de moda a finales de los 90 y la década del 2000. 

Esto que no es nada malo, ya que repetir una forma no es negativo, siempre y cuando el fondo ayude a elevar el nivel de tu producción, lo cual en este sentido no termina de funcionar ya que el plot repite de manera casi idéntica (posible spoiler) la trama de la miniserie de Netflix The Haunting Of Hill House (2018), por lo que al momento de llegar la revelación final queda esa sensación de haber visto ya lo que se nos proyectó. Sumado a esto, la manera en que nos plantan la paradójica posibilidad que termina siendo verdadera, se da de una manera burda y directa, con un personaje que explica como si el espectador no pudiera entenderlo por sí solo lo que va a ocurrir. Un buen guión siempre da señales o puede definir una situación completa con una simple frase, pero el guionista en esta ocasión ha decidido incluir un par de secuencias, con personajes que no terminan de embonar, diseñadas enteramente para explicarlo, mismas que rompen un poco con el resto y se sienten forzadas, aunque posiblemente ayuden a los más distraídos.

Es bien sabido que Soderbergh nunca logró convertirse en aquella nueva gran leyenda del cine que vislumbraba su triunfo en Cannes, cuando Sex, Lies, and Videotape (1989) se llevó la Palma de Oro y le brindo su primera nominación al Oscar (única como guionista), puesto que después de eso tardaría 11 años en volver a llegar a ese grado de notoriedad con su doble nominación al Oscar como Mejor Director, por Traffic y Erin Brockovich, ganando por la primera. Este hito sólo había sido logrado por Michael Curtiz en 1938, por lo que estamos hablando de un director que parecía que estaba destinado a la grandeza, cosa que no sucedió. Tentado por el cine comercial, su filmografía está plagada de productos que parecen haberse quedado a la mitad entre lo simple y lo grandioso, eso sí, con un estilo particular que el director posee;  aunque de vez en cuando se ha arriesgado a realizar proyectos experimentales, como la miniserie interactiva de HBO Mosaic (2018), la película independiente The Girlfriend Experience o la ahora más valorada y visionaria Contagion (2011) que parece haber sido escrita como una profecía de lo que nos pasaría años después con el Covid. 

Entre grandes proyectos y una gran mayoría de cine medio, Presence se encuentra tristemente entre el segundo grupo, ya que termina pareciendo más un experimento fallido que un producto redondo, esto sin demeritar el muy buen manejo de cámara y fotografía que fue realizada por el mismo director enteramente dentro de la casa donde suceden los hechos, junto con el proceso de montaje, que ayuda a mantener la tensión de los dos (porque si, son dos) misterios que se nos presentan. 

Presence al final es un producto que, a pesar de haber recuperado sin problemas su presupuesto de tan solo 2 millones de dólares, encontrará problemas para definir o acaparar a un nicho. Los que busquen una historia rápida y efectiva se van a encontrar con un producto que se va cocinando a fuego lento, tal vez demasiado para ellos; los que quieran algo más artístico o conceptual por su forma, se darán cuenta que tampoco es así. Un proyecto personal que posiblemente en la mente del realizador tenía una mejor forma, que no termina de ser malo, pero queda muy lejos de ser una obra memorable. No aburrida, pero tampoco entretenida por completo, no sé si la recomendaría ante otras ofertas que este fin de semana se estrenaran en nuestra ciudad. Quiero creer que llegará el gran regreso del director, pero en definitiva este no lo es.

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