Asesinato en un Jetta

El 19 de febrero salí a comprar medicinas para mi hijo, nuevamente, por cuarto o quinto día, más medicamentos, más gasto. Pero pensé de inmediato en el acto de amor que es cuidar de alguien, cuando eres mamá buena parte de tu ser ya está destinado a velar por la salud de un hijo.

Era una noche ni fría ni calurosa, un miércoles donde o no pasa nada o pasa todo. En un semáforo, por mala costumbre abrí Facebook, una página publicó que una mujer había sido asesinada en el paso desnivel de la Urrea en Gómez Palacio. Casi al mismo tiempo me llegó la notificación en el grupo de WhatsApp de las noticias:

“Una mujer murió luego de que presuntamente fue apuñalada por su ex pareja en Gómez Palacio.  Según los primeros informes, María Cristina de 27 años viajaba en compañía de su ex pareja, Jorge N de 31 años, a bordo de un vehículo de la marca Volkswagen tipo Jetta. Mientras ambos viajaban en el vehículo, el hombre la atacó con un arma blanca en el tórax”.

La narración de los hechos varía de un portal de noticias a otro. Pero la imagen que nos generó fue cruel, despiadada. En otro medio se informó que ella tenía 25 años. Dolor e impotencia, a solo dos semanas del Día Internacional de la Mujer. De inmediato fue catalogado como el primer feminicidio del año en la región. Eso está por verse, más mujeres han muerto, al menos en el Estado de Coahuila.

Tu mente se detiene cuando algo así ocurre: una calle puede ser muy tranquila, aunque sea la hora pico, la despachadora de la farmacia te atiende con amabilidad, los que esperan en la fila no se ven estresados, la gente en ese lugar luce tranquila, a pesar de que es mitad de semana, a pesar de que muchas personas cuidan a enfermos. Ese día jugaba nuestro equipo de futbol, seguramente para perder de nuevo. Pero no importa, nuestros rostros de miércoles, tenían una pizca de amabilidad.

Del otro lado del Puente del Nazas, hay escenarios que conforman una ciudad poco amable, donde buena parte de las vialidades y puentes son peligrosas, algunos con poca iluminación. Los tramos debajo de los puentes son obscuros y esconden peligro, odio, muerte. Una ciudad con servicios públicos deficientes, con pocos espacios para recreación, pocos estímulos para vivir en paz, para descansar y pasar una mañana de miércoles dignamente.

¿Qué habrá pasado para que María Cristina se topara con ese hombre? ¿Fue un asesinato por celos? ¿Había vivido una relación con él o la estaba acosando? ¿Cuántas veces tuvo miedo y no pudo hacer nada al respecto, porque nadie te salva cuando no puedes ser salvada? ¿Dónde estaba su mamá? ¿Qué pasó con su hijo pequeño? Un grito obscuro, hacia adentro, como las calles de esa ciudad. Así debió de ser el grito de su mamá. La furia no parará, aunque la noticia se esfume. Ella no volverá a su casa, donde quizás, un día descansó tranquila en un sillón y pensó que todo iba a estar bien.

Hay veces que ese es nuestro último pensamiento antes de dormir. María Cristina se merecía un “todo va a estar bien” que durara muchos años más. Pero, imaginar tu muerte en un vehículo en movimiento, mientras conduces amenazada, después ser acuchillada varias a veces hasta perder el aliento, no, eso no es algo que imaginas un miércoles al despertar. Un miércoles en el que desayunaste, abrazaste a tu hijo, irías a trabajar y tal vez platicarías con tus amigas, escucharías tu canción favorita en la playlist de tu celular, volverías a tu casa a darte un baño, a ver una serie en la televisión.

Pero ese miércoles no fuiste salvada, no hubo una voz al otro lado del teléfono que te ayudara a no subir al automóvil, obligada, muerta de miedo. Nadie en ese miércoles maldito en una ciudad ahogada, salió a detenerlo a él. Hay madres que curan, hay amigas que, si las llaman, vuelan hacia ti. Pero eso no funciona cuando hay más hombres que matan.

Él, de 31 años ¿estaba drogado? No cabe la pregunta de quién le hizo tanto daño para ser capaz de matar a alguien.

El automóvil permaneció en mitad del paso desnivel detenido, una vialidad rápida, para que todos los carros pasaran y sus conductores se detuvieran a ver, quizás el cuerpo cubierto con una manta, quizás la cinta amarilla que acordonaba el área. Es curioso como tantas personas son testigos del instante después del asesinato, pero nadie pudo evitarlo.

Nadie ve a una mujer desde la ventana del auto asustada, nadie la ve muriendo lentamente. Solo el asfalto, la velocidad, la noche y la ausencia. Pronto amanecerá y el desnivel de la Urrea seguirá ahí, donde solo hay desprecio por la vida.

20 de febrero de 2025.

Foto: Samara Bustamante

X: @Lavargasadri

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