Anora (2024)

Empecemos quitando a la película un gran peso, sí, esta es la cinta que ganó la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes. En dicha competencia se encontraban algunos de los nombres que en esta temporada de premios están haciendo ruido, como All We Imagine as Light, The Apprentice, Emilia Perez y The Substance; también hubo otras que fracasaron estrepitosamente como Megalopolis o fueron olvidadas como Kinds of Kindness. El haber vencido a todas ellas supone un hype enorme alrededor de la producción, cosa que juega a favor al llamar la atención del público; pero en contra debido a la vara tan alta que esto representa. Estar de acuerdo o no con esta decisión se deberá al gusto personal y a toda la subjetividad que una entrega de premios suele tener; pero Anora es, en definitiva, un muy buen producto del 2024, con una de las mejores actuaciones femeninas incluida. 

La cinta es el octavo largometraje del director estadounidense indie Sean Baker, en el cual repite algunos de sus temas recurrentes como las diferencias de clases, el retrato de los estratos económicos menos favorecidos o incluso el trabajo sexual, centrando su historia en Anora “Ani” Mikheeva, una stripper de ascendencia rusa que vive en New York. Debido a su procedencia y tener cierto manejo del idioma, es seleccionada por el dueño del local donde labora para atender al hijo de un millonario ruso de nombre Ivan (Mark Eidelstein), mismo que queda prendado de ella, ofreciéndole trabajar sólo para él a tiempo completo durante cierto periodo a cambio de una cantidad que le resulta demasiado tentadora para rechazarla, a pesar de que ella misma no se considera una prostituta.

Este trato comercial en apariencia simple desembocará en una serie de situaciones caóticas una vez que él le propone matrimonio a Ani y ella, rebosante de emoción e ingenuidad a pesar de su estilo de vida, acepta debido al enamoramiento y al ver en esto un escape a una existencia que no le agrada. A partir de ese momento, el mundo de Ani se descontrolará, ya que la familia del joven no recibirá la noticia de la mejor manera, desencadenando el conflicto principal de la trama. 

Antes de proseguir debo aceptar que Anora me gustó mucho, la disfruté como pocas este año y su protagonista me enamoró por la fuerza y encanto que desborda en cada escena. Ahora, esto es mi gusto personal que no tiene nada que ver con la calidad general de la cinta. ¿Es buena? Sí, como puse líneas arriba. ¿Es completamente redonda? No, ya que su ritmo y algunas decisiones tomadas por Baker para el tono de sus tres actos no logra funcionar como un todo, aunque eso nunca resta calidad a la historia.

Tratando de adoptar la objetividad, Anora es una cinta a la que le va mejor si la vemos como tres capítulos diferentes que van saltando de género según lo que se necesita. Es posible que el director intentara ese efecto de montaña rusa en el espectador, con un arranque en el primer acto cercano a un cuento de hadas “realista” en el que se define el conflicto y es posiblemente con el que conecte mejor el espectador, por lo que para engancharnos funciona de maravilla. Claro, todos sabemos que Ivan es un imbécil y que, a pesar del supuesto sentimiento para la protagonista, para él es sólo otra posesión que pudo comprar. Estamos al tanto de que eso no va a funcionar y que tarde o temprano todo se va a derrumbar, pero tal ves el daño provocado en el colectivo mental por Pretty Woman (1990) nos hace, al igual que a la protagonista, desear desesperadamente que no sea sólo una ilusión, sabiendo de antemano que ella, a pesar de su forma de vida, desea ser amada y rescatada, así sea por un joven que sigue actuando como un niño y para el cual la vida es una fiesta constante.

El segundo acto, la subida de tono, velocidad e intensidad en el juego que nos hemos abordado, es el que creo que tiene más problemas para encajar con los otros porque se transforma por completo en otra película. Una vez que la familia se entera y trata por todo medio de anular ese matrimonio, Anora queda acompañada (o secuestrada) por tres seudo gangsters encargados de encontrar a Ivan (quien ha huido a esconderse como todo niño lo hace cuando sus padres descubren su última travesura). En esta parte, demasiado estridente y caótica, es cuando Ani comienza a darse cuenta de la pesadilla que se le avecina pero, sobre todo, es cuando la trama se descontrola. Baker se arriesga en este acto, pero parece que pierde el piso cuando todo se vuelve una comedia de situaciones, con una búsqueda por el joven heredero que llega a sentirse repetitiva y demasiado larga para el interés se mantenga por completo. 

Por último, cuando el paseo en la atracción está por terminar y el polvo levantado se ha asentado, es el tercer acto el que vuelve a centrar al realizador, llenando de dignidad y resignación a nuestra protagonista, no sin permitirse explotar y defenderse ante los que la han minimizado, los que tienen el poder para destruirla si no hace lo que ella quiere. También es el momento en que por momentos la derrota la consume, cuando se da cuenta que todo fue una fantasía que ella creó en su cabeza y la realidad la golpea con fuerza, al igual que a nosotros los espectadores. Dentro de este se encuentran esos últimos cinco minutos, de los que son mejor no hablar para sentir el impacto emocional, que pueden desarmar hasta al más frío de nosotros.

Anora es la historia de los marginados, los que no tienen posibilidades, los que han pensado que no existe nada más para ellos y de repente ven una luz al final del túnel que los hace volver a tener un sueño, un momento de felicidad y esperanza. También es la historia de los que, una vez pasado el brillo cegador de esta ilusión, terminan más rotos de lo que estaban, porque volver a encarrilarse a una vida que descubriste odias no es fácil. Por último, es una historia sobre los que quieren sentirse amados, pero que han buscado estas conexiones por medios que resultan tan superficiales que se puede ver a kilómetros que son sólo espejismos que se aceptan porque buscan encontrar el amor ya que su realidad duele y mucho. 

A pesar de estos tropiezos de cohesión narrativa, el guión de Baker funciona al conectar con la audiencia, presentarnos de nuevo una radiografía social de los menos favorecidos, a los que regala puntuales y acertados diálogos, así como el trasfondo necesario para que los actores puedan sacar el máximo provecho a sus marginales personajes. Con un par de frases nos pone al tanto del pasado de cada uno de ellos y las razones del lugar en que se encuentran, lo que parece sencillo, pero en la práctica necesita mucha pericia para ser logrado. 

Sumado a esto y siendo fiel a su estilo, en este proyecto no se necesita de mayor apoyo técnico o efectismos para que avance, aunque podemos decir que esta es su cinta de mayor estética técnica. Actores, un buen guión y una banda sonora atinada son lo único elementos que necesita para que la película funcione.  Mark Eydelshteyn como el odioso e irresponsable Ivan, la revelación masculina que supone Yura Borisov como esa versión humana de un Golden retriever que es su Igor o Karren Karagulian con su estresado e histérico Toros, son ejemplo de un reparto de ensueño que no pudo ser mejor seleccionado. Pero como he dicho en otras ocasiones, este es el espectáculo de una sola persona y esa es nuestra Anora, Mikey Madison, quien con tan sólo 25 años pareciera que lleva el doble de carrera; ella es la que hace que todo funcione y cohesione, que se sienta orgánico, que las frases “revelación del año” y “fuerza de la naturaleza” cobren sentido y que cada uno de los premios ganados (fue la que mas preseas ha recibido esta temporada) no se puedan juzgar, porque transitar por tantas emociones no es fácil, pero ella hace que lo parezca. Su nombre aparecerá entre los cinco que lleguen al Oscar sin dudarlo, con grandes opciones de triunfo, si no es que Demi Moore termina (cadena de oración para que esto suceda) por ser el caballo ganador, pero si la joven actriz lo logra, su triunfo no sería para nada inmerecido. 

Anora es una muy buena película, que posiblemente funcione bien en las salas debido a que es fácil encariñarse con los personajes. Bien escrita, magníficamente actuada y en extremo divertida, por mucho resulta la mejor oferta que se estrena en nuestras salas este fin de semana. Estoy seguro de que a la mayoría les gustará, porque todos hemos sido Anora en algún momento, tratando de conectar, de ser queridos y buscando nuestro lugar en el mundo. Totalmente recomendable.

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