Beetlejuice Beetlejuice (2024)

Tim Burton es uno de esos realizadores que tiene un estilo tan particular que con sólo ver algunas tomas de una cinta podemos asegurar que se trata de una de sus películas. Como con casi todos los directores de culto con filmografías identificables, fue un trabajo en específico el que nos mostró su visión del cine y el mundo mismo; en su caso, fue su segundo proyecto, Beetlejuice (1988), un sorpresivo éxito de taquilla y critica que se alzó con el Oscar en la categoría de Maquillaje. Fue tal el impacto de esta producción, que Warner Bros seleccionaría al director para hacerse cargo del ambicioso proyecto Batman (1989), con los espectaculares resultados económicos que la mayoría de nosotros conocemos. Gracias a esto, tuvo libertad para realizar Edward Scissorhands (1990), donde reafirmó su estilo, llevándolo a otro nivel.

Como no todo puede ser perfección, sería este mismo éxito el que lo obligaría a realizar la que era hasta el momento su única secuela, Batman Returns (1992), mi cinta favorita sobre el personaje; aunque significaría un infierno para el director, con fricciones con miembros del reparto, limitaciones sobre su visión para desarrollar el proyecto y un rechazo mostrado por parte de la audiencia al toparse con una historia mucho más oscura que la cinta anterior. Si a esto le sumamos la problemática causada por el contrato con la cadena McDonalds y la presión que la empresa puso para dejarlo fuera de una tercera parte, a Burton no le quedaron muchas ganas de realizar otra franquicia; pero este año el director ha roto esta regla autoimpuesta, realizando la cinta Beetlejuice Beetlejuice (36 años después de la original), por el puro gusto de hacerla y no por el encargo de ningún estudio.  

Con este antecedente, ¿Cuál fue el enfoque que decidió Burton para retomar tan emblemático personaje sin repetirse? Según sus propias palabras, decidió en esta ocasión centrarse en los vivos, dejando el aspecto de la muerte (dentro de lo posible) en un segundo plano, debido a los cambios que su propia experiencia de vida ha logrado en su forma de ver el mundo. Con esto como base, los guionistas Alfred Gough y Miles Millar desarrollaron una historia que tiene como centro tres generaciones de la familia Deetz, en la forma de las ya conocidas Delia (Catherine O’Hara) y Lydia (Winona Ryder) quienes ya se llevan mejor que en la primera película, acompañadas por Astrid (Jenna Ortega), hija de la segunda, la cual no cree en la capacidad de su madre para hablar con fantasmas y  rechaza el estilo de vida que su madre lleva como una famosa médium de televisión. Debido a una tragedia familiar, las 3 deberán regresar a la casa donde ocurrieron los sucesos de la primera entrega, obligándolas a convivir y limar las asperezas de su relación, provocando en el proceso el regreso de Beetlejuice (Michael Keaton), quien, a pesar de seguir obsesionado con Lydia, trae consigo sus propios problemas personales.

Posiblemente esta no sea la secuela que el público estaba esperando, pero es la que quiso realizar el director como un regalo para sus fanáticos. La historia no deja de ser más de lo mismo, pero esto no lo digo como algo negativo, ya que estamos ante un producto Tim Burton por completo, lo que para los que somos sus seguidores, es algo que agradecemos. Después de una serie de películas que no han trascendido, ya que su última cinta verdaderamente exitosa fue Alice in Wonderland (2010), el director demuestra estar en plena forma y que no ha perdido un ápice de su chispa, ya que todo lo que encumbró a la original se repite en esta ocasión y ha sido causante el enorme éxito económico de su primer fin de semana.

Para apoyar su característico aspecto visual, el director vuelve a recurrir a profesionales habituales en su filmografía, como Colleen Atwood, quien ha diseñado el vestuario de 12 de sus cintas y la serie Wednesday; y Danny Elfman, quien regresa también para la parte musical, creando nuevas piezas, al mismo tiempo que adaptó las que el desarrolló para la original. En esta cinta todo encaja para que sientas que nada ha cambiado, salvo las mentes de los personajes, ya que incluso el recién llegado Haris Zambarloukos, logra adaptarse a un equipo que tiene mucho tiempo trabajando juntos, que ya saben lo que el otro necesita, emulando el trabajo que realizó el ahora retirado cinematógrafo Thomas E. Ackerman. Junto a ellos, un numeroso grupo de profesionales encargados de los efectos prácticos, escenas en stop motion y un maquillaje que no le pide nada a la primera cinta, logran que la nostalgia se respire, mientras te preguntas cómo lograron crear algunas de las cosas que vemos en pantalla sin recurrir al CGI. En el aspecto técnico, esta producción no tiene desperdicio alguno.

Si la cinta tiene un punto débil, podríamos decir que es el hecho de abrir demasiadas historias y que algunas de estas no llevan a ningún lado, sobre todo en lo referente a los nuevos personajes. Mucho se ha hablado de que Monica Bellucci como Delores esta desperdiciada y esto es verdad; su personaje tiene un inicio poderoso y, a pesar de algunas inconsistencias con su historia, prometía ser una gran villana, cosa que no sucede ya que una vez pasado el primer acto, pareciera que el director sólo quería restregarnos lo inmensamente hermosa que es su pareja sentimental, ya que se la pasa caminando de un lugar a otro, buscando a Beetlejuice (por motivos que no mencionaré), sin tener un verdadero peso en la trama (eso sí, luciendo espectacularmente bella en cada encuadre), dando un cierre demasiado simplón a su personaje. En el caso de Justin Theroux como Rory sucede algo parecido, a pesar de que él si tiene un personaje más desarrollado. Incluso, salvo que se sea muy despistado, la trama del personaje que interpreta Arthur Conti resulta demasiado evidente si se pone la suficiente atención a ciertos detalles.

Pero esta no es una cinta de terror, no es una cinta de misterio que necesite de un plot twist elaborado para funcionar, no, esto es comedia y en ese sentido cumple de sobra, como lo demostraron las risas de la audiencia en la que yo me encontraba. Escena tras escena, las frases graciosas se disparan una tras otra, algunas más funcionales que otras, pero en general efectivas. Mucho de esto se debe al gran trabajo del trio de protagonistas femeninas, todas con carreras resurgidas (o catapultadas en el caso de Ortega) por la televisión, volviendo al cine a lo grande. En este sentido, aplausos aparte para Catherine O’Hara, ya que su Delia roba cámara cada que aparece. De Michael Keaton no se puede decir más que él es la película y, así como lo logró al volverse a poner el traje de Batman para la fallida Flash (2023), en esta ocasión vuelve a recordarnos porque fue una de las máximas estrellas de su generación, agradeciendo como público este resurgimiento en su carrera que lo ha vuelto a poner en la lista A.

Es muy difícil superar algo tan icónico como la cinta original, el mismo director parece saberlo, por lo que decidió brindar a sus fanáticos un producto hecho para nosotros, plagado de referencias y con la mayor cantidad de personajes conocidos posibles. Esto es fan service, es nostalgia y no teme que nos demos cuenta, cosa que en esta ocasión no molesta para nada.

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