Mothers’ Instinct (2024)
Jessica Chastain, una de mis actrices favoritas, por la que siento un fanatismo obsesivo desbordado; junto a Anne Hathaway, por quien profeso un rechazo irracional, pero de quien siempre he dicho que, precisamente, desborda talento en cada papel, cada faceta artística y con un carisma que te deja ciego; estelarizando juntas un thriller psicológico de época basado en la novela Derrière la haine, de Barbara Abel, que la misma Chastain comparó con What Ever Happened to Baby Jane? ¿Qué podría salir mal?
Primero, pues mi amada actriz se fue muy lejos con su comparación, porque Baby Jane puede ser lo más Camp del mundo, pero es un clásico en su género y la simple historia detrás de su grabación le da 100 vueltas a su película. Pero centrándome en el presente, cuando se supo de este proyecto las alarmas de la temporada de premios no se hicieron esperar y muchos expertos la pusieron en sus listas, por lo menos al par de actrices. El tiempo pasó, las funciones de prueba se realizaron y, al final, la cinta fue sacada del calendario de estrenos de fin de año, sin programarla para otra fecha en específico, hasta que los meses avanzaron y el pasado fin de semana pudo verse en Estados Unidos, con mínima promoción; y este en México, con el mismo marketing nulo. Esto, por donde se vea, nunca significa nada bueno para ningún proyecto, ya que hace evidente lo poco que los estudios y distribuidoras creyeron en este.
Para empeorar todo, esta no es la primera ocasión que la novela se ha llevado a la pantalla, puesto que en el 2018 se produjo en Bélgica otra versión, ganadora de 9 premios Magritte, algo así como el Oscar de ese país. La cinta, si bien no recibió el aplauso unánime internacional, logró llamar la atención en festivales y se llevó un buen número de ovaciones, lo que tampoco es bueno para ninguna producción que realice otra adaptación y menos tan reciente, porque Hollywood tiende a generar refritos a diestra y siniestra de exitosas cintas internacionales, pero han sido contadas las que por lo menos han igualado a su versión original.
Creo que después de este preámbulo es evidente que Mothers’ Instinct es otro de lo intentos fallidos que les han explotado en la cara, puesto que, si bien no podemos considerarla mala, resulta totalmente innecesaria y olvidable, ya que las oportunidades infinitas de realizar un producto de calidad se quedan en nada después del primer acto.
La historia prometía, un par de matrimonios en los años 60 que son mejores amigos, de edades similares, cada uno con su respectivo hijo de edad cercana al de los otros y que también son amigos, vecinos en un vecindario de clase media alta, donde todo es perfecto, colorido y cuidado al extremo. De un lado tenemos a Alice (Jessica Chastain) y Simon (Anders Danielsen Lie) con su hijo Theo (Eamon O’Connell); del otro a Celine (Anne Hathaway) y Damian (Josh Charles) con su hijo Max (Baylen D. Bielitz). Todo es alegría y cordialidad, hasta que un día en que Max no se siente bien para ir a la escuela y se queda en casa, el niño escala un barandal de la terraza de su casa en el segundo piso, todo observado por una Alice que intenta correr hasta donde se encuentra para evitar un accidente, ya que Celine no está consciente de lo que esta ocurriendo, sólo para llegar al lugar cuando, como sus miedos maternales le habían indicado, el hijo de su amiga ha caído al vació, provocando su muerte. Este suceso hundirá a Celine en una espiral de depresión que la llevará al límite, mientras Alice percibe en su amiga, la cual la rechaza ahora, que esta la culpa de cierta manera por la muerte de su hijo, pareciendo que se ha obsesionado con Theo.
Con un primer acto que inicia en tragedia, las dos actrices (con perdón de los actores que interpretan a sus conyugues, porque ellos también están muy bien), quienes son en realidad las que cargan todo el peso de la cinta, parten demostrando de lo que son capaces, sobre todo Hathaway que te hace sentir el dolor desgarrador de una madre que ha perdido a la razón de su existir. Todo lo que sucede en esta primera parte es correcto y hasta podemos decir que esta logrado; pero es una vez que la tensión del suspenso comienza a aparecer en el segundo es cuando todo se empieza a descarrilar.
Esta cinta habla del rencor, la envidia, la paranoica; pero sobre todo, del enorme dolor que significa el duelo de perder a un ser querido de forma abrupta, contra las leyes de la naturaleza, ya que los hijos deben sobrevivir a sus padres según las leyes de la vida. Aprovechando uno de esos casos donde las cosas salen al revés, la historia se encarga de contraponer en medio de todo esto a dos mujeres opuestas en sus aspiraciones y anhelos, que por algún motivo terminaron siendo mejores amigas. Celine siempre quiso ser madre, no le costó dejar su trabajo para volverse un ama de casa por completo y al saber que no podría volver a tener más hijos, se volcó por completo en su familia; Alice por su parte es una mujer que padeció depresión después del parto, tuvo que acudir a terapia y ser medicada, que tardó demasiado en estar a gusto en su papel de madre y esposa, y que desea sobre todo volver a trabajar. Buenas esposas y madres, pero diferentes en un aspecto más profundo. Una que perdió todo lo que siempre deseó y ve con recelo como su amiga sigue teniendo lo que ella ya no tiene como si no lo mereciera, por lo menos eso es lo que nos hace creer la guionista Sarah Conradt, quien se estrenó con esta cinta después de haber escrito algunos capítulos para la serie de terror 50 States of Fright. Esto es el punto de partida con el que el fotógrafo francés Benoît Delhomme, debutando ahora en la dirección, ha querido sustentar el conflicto para enfrentar a sus protagonistas. La cuestión es que, por más que ellas den lo mejor de si en sus interpretaciones, la película termina acercándose al dramatismo fácil y suspenso barato de las producciones televisivas de Lifetime y Studio Universal. Si esto fuera un telefilm, posiblemente hubiera logrado hasta menciones en algún premio para ese medio, pero esto son las grandes ligas y a los relacionados les quedo grande el formato cinematográfico.
Pero como dije, y aunque parezca que pienso lo contrario, la cinta no es mala en realidad, tan sólo peca de ser demasiado predecible y desordenada. De que importa tener un logrado vestuario a manos de Mitchell Travers (responsable de vestir a Chastain en tres proyectos incluyendo este), un diseño de arte impecable por parte de Russell Barnes o la maravillosa música que compuso Anne Nikitin, si al final resultan el equivalente al hermoso decorado de un pastel con un sabor que deja mucho que desear. Incluso en la recta final, cuando la histeria llena la pantalla (porque parece que para los directores hombres esta es la única reacción posible para las mujeres), hasta las protagonistas han perdido un poco el nivel contenido que elevaba sus actuaciones al inicio, y no es que ellas necesiten mucha dirección, pero es evidente que en este caso esta no fue lo suficientemente eficaz para guiarlas por el camino correcto. Con otro director mas experimentado, las cosas pudieron resultar diferentes.
Preguntando a varias de mis amigas que son madres sobre esta situación, todas respondieron de forma parecida: me volvería loca o preferiría morir. Esto indica que la idea original no está tan fuera de la realidad en el sentido del dolor y lo que puede causar en la mente de unos padres perder a un hijo, es sólo que el resto de la estructura narrativa es la que hace tambalear al proyecto. Si estos problemas vienen desde la novela base o fueron copiados de la versión anterior, no puedo saberlo, ya que no he consumido ninguno de los dos productos; pero puedo decir, como uno independiente, que en este caso la cinta se acerca demasiado a esas producciones de los 90 estilo Single White Female (1992) donde dos mujeres se enfrentaban por alguna cuestión que había desequilibrado a una de ellas. Los tiempos han cambiado y los contenidos a la par, por lo que, como lastre extra, la historia se siente fuera de tiempo, vieja y hasta un poco aburrida, sumado a su predecible desenlace. En este tipo de historias el ritmo lo es todo y en Mother’s Instinct este fluctúa tanto que hace difícil engancharse a la historia por completo.
Chastain viene de ganar un Oscar (por el que luchó como si su vida dependiera de eso), por una cinta que ella produjo, por lo que tal vez esperaba que al producir esta también lee brindara otro vehículo de lucimiento, lo que se queda a medias porque la ecuación le ha fallado ya que en esta ocasión su coprotagonista luce más y no hubo el brillo suficiente en el trabajo final general; tal vez debió promocionar más Memory (2023) que si bien era una cinta más pequeña y densa, tiene mucho mayor calidad que esta. Hathaway viene de proyectos como Armageddon Time (2022) y Eileen (2023), donde comenzó a bsucar otro tipo de personajes que la alejen de su imagen de niña buena y perfecta, con los que recibió buenos comentarios, pero con desastrosos resultados de taquilla, por lo que podemos decir que no se encuentra en un buen momento. Ambas tendrán que esforzarse más al momento de seleccionar sus próximos papeles, ya que el misógino Hollywood puede perdonar todo, menos que una actriz envejezca (tener más de 40 en el cine es mortal para las mujeres) y menos si deja de resultarles redituables económicamente.
Las dos cuentan con proyectos interesantes por venir, sobre todo Hathaway que ha confirmado su presencia en la segunda parte de Devil Weras Prada (2006), la cinta que la catapultó al estatus de estrella, por lo que por lo menos ella sí puede decir que tiene un éxito futuro asegurado. Esperemos que sus siguientes trabajos estén a la altura del talento de ambas y si vuelven a trabajar una tercera ocasión en conjunto, que sea en algo mucho mejor que esto y de la mano de un equipo creativo que esté a su nivel, porque en este caso podemos decir que optar por todos los lugares comunes le quedo chico al dúo de actrices con los que contaron.