Monkey Man (2024)

Llega un momento en la vida de muchos actores en el que estos se plantean la opción de extender sus carreras en alguna otra dirección aparte de la interpretación. Algunos de ellos han logrado éxito en el campo de la dirección o guionismo, incluso superando sus facetas como actores, como los casos de Clint Eastwood, Robert Redford, Warren Beatty, Mel Gibson, Ben Affleck y más recientemente Greta Gerwig. Otros no han tenido tanta suerte, pero lograron trabajos dignos en alguna de estas ramas, como Casey Affleck, Matt Damon, Natalie Portan, Angelina Jolie, Joaquin Phoenix, John Krasinski, Leonardo DiCaprio o George Clooney. 

Los motivos de esta búsqueda son variados y pueden deberse a simple inquietud, a la negativa de otros para creer en sus proyectos, a la búsqueda de oportunidades en papeles que de otra forma no les serían ofrecidos o por el hecho de sentirse demasiado cercanos a estos, al grado de no confiar en nadie más para desarrollarlos. Sea cual sea la causa, una nueva celebridad se ha aventurado a dirigir, escribir, producir y estelarizar su propia película, en la forma del actor inglés de ascendencia hindú Dev Patel, quien acaba de estrenar su ópera prima Monkey Man, misma que tiene fecha programa en México para el próximo 16 de mayo.

El género que ha seleccionado nos ha tomado por sorpresa a muchos, ya que se trata de una cinta de acción y venganza, muy alejada de los papeles a los que nos tiene acostumbrados. Regresando a sus raíces, el actor utiliza una historia de su autoría para contarnos algunos de sus pensamientos y sentimientos con respecto a ciertas situaciones que acontecen en el país del que proceden sus padres, mientras la pantalla se salpica de sangre y el neón brilla con toda su intensidad. ¿Este ambicioso proyecto cumple con las expectativas que lo rodean y las aspiraciones con las que fue creado? En un sentido general y en aspectos estéticos sí; pero en otros rubros no del todo. ¿Es verdad que estamos ante algo así como el John Wick hindú? Las respuestas son igual de contradictorias, ya que en su forma lo es; pero en el fondo es muy diferente.

Pero antes de profundizar en esto, ¿de qué trata la cinta? La historia se centra en un hombre sin nombre, al que sólo conocemos como Kid, un huérfano que ha sobrevivido desde niño en las calles de Mumbai, cuyo sustento principal procede de perder de forma planificada las luchas clandestinas en las que participa bajo el alter ego (y la máscara) del Monkey Man que da nombre a la cinta, un personaje que ha creado a partir del dios Hánuman, relato que sabe desde niño porque su madre, asesinada en su infancia mientras él contemplaba escondido, se lo narraba. Mientras sobrevive, Kid ha buscado la manera de infiltrarse en el bajo mundo de la ciudad, encontrando su oportunidad al recuperar una pertenencia robada a Queenie Kapoor (Ashwini Kalsekar), a quien le pide la oportunidad de trabajar de lo que sea en el lujoso burdel que ella dirige. Esto lo hace, porque un cliente asiduo del lugar es Rana (Sikandar Kher), responsable de la violación y asesinato de su madre, quien arrasó con la aldea donde vivía en su infancia, todo bajo las órdenes de Baba Shakti (Makarand Deshpande), un despiadado líder espiritual que maneja a su antojo la ciudad, asegurándose de quitar del camio a todo aquel que se oponga a sus deseos. A grandes rasgos, esta es la historia que Patel desarrolló para su debut, una que va creciendo en violencia y capas narrativas, aunque las segundas no lleguen a desarrollarse del todo. 

Primero hablemos del aspecto visual de la película y todas las ramas técnicas que la conforman. En este sentido no hay desperdicio, ya que el ahora director sorprende con una selección de equipo que le ayudó a que este fuera un producto sobresaliente en este sentido. Sí, es imposible no relacionar este aspecto con John Wick, por más que Patel no este cómodo con esta comparación, porque no se necesitan más que unos minutos para sentir que estamos viendo otra entrega de la saga protagonizada por Keanu Reeves, lo cual no debería molestarle porque en ningún momento se dice de manera peyorativa. Posiblemente sabiendo que esto iba a pasar, es que John Collee, uno de los otros dos guionistas y único de la triada con experiencia verdadera en este ramo, decidió mencionar al personaje y referenciarlo en la película, lo cual resta peso y relaja las comparaciones. Aunque estas similitudes sólo se dan de entrada, ya que una vez avanzado el metraje nos damos cuenta de que estamos ante un producto que logra separarse, debido sobre todo al uso de la cultura hindú. Porque puede que la fotografía, el montaje y las coreografías de pelea sean parecidas, pero una vez que comienza a sonar la música escrita por Jed Kurzel, mezcla de música tecno con hindú, y nos adentramos en el diseño de producción tan preciso que Pawas Sawatchaiyamet desarrolló para mostrarnos cada uno de los tres mundos entre los que el personaje principal navega (el de la clase alta, los marginados y el mundo espiritual), las diferencias se vuelven abismales. Todo con una manufactura de primera, mientras la acción invade la pantalla, la sangre y el sudor pareciera que salpican al espectador, y se nos deleita con secuencias frenéticas plagadas de adrenalina, en las que se puede ver la entrega con la que Patel se preparó y desarrolló la parte física del personaje, ya que no le pide nada a los grandes héroes de acción de Hollywood. Un acierto total entre el género al que pertenece la película, puesto que sirve en todo sentido y de sobra.

Pero, como se espera de toda cinta, esta debe tener una trama de fondo, independientemente de la sinopsis general que ya comenté, siendo este el aspecto en que la película tambalea un poco, ya que como buen primerizo, Dev Patel trató de abarcar mucho y esto termina por volverse un lastre. Tal vez al tener mucho que decir y no tener la idea de que en un futuro se vuelva a realizar una producción tan personal, el guión habla de temas tan variados como la diferencia de clases en India, la corrupción en el gobierno de dicho país, el fanatismo religioso, la precaria situación a la que se enfrenta la comunidad Hijra, y las creencias religiosas y culturales locales. Esto, posiblemente debido a la inexperiencia de dos de los guionistas, resulta en una sucesión de intentos que dejan desdibujado y sin profundizar la mayoría de ellos, puesto que una vez que aparecen, se solucionan o dejan al aire como si sólo hubieran querido hacerlos presentes por cumplir; incluso en subtramas como las del relativo interés amoroso del protagonista o su relación con un perro callejero (sí, perro, como en  John Wick), al final ninguna de estas interacciones sirve para un fin mayor que usar tiempo en pantalla. Al final, el intento por crear una profundidad mayor a la que se necesitaba entorpece el ritmo que se ha logrado con el montaje en las secuencias de pelea y acción, puesto que se sienten como un bache lento que entorpece la fluides de la historia, por más que Patel muestre la artillería pesada con el nivel de actuación que ya le conocemos por otras cintas. 

Monkey Man termina siendo una muy buena primera película de acción que tuvo como principales enemigas a sus propias aspiraciones artísticas; pero que no por eso demerita el buen trabajo del hombre orquesta detrás de ella, así como su enorme potencial de estrella de acción que nunca vimos venir. Como producto de género cumple mucho más que otras y tal vez si se hubiera planificado de manera más capitalista, como una posible franquicia (ya que tenía mucho potencial), rebajando la cantidad de contenidos, hubiera funcionado mucho mejor en la taquilla de lo que resultó. No será recordada como otras del estilo, pero vale más la pena que algunas que sí lo han logrado. Totalmente disfrutable para quien gusta de este tipo de cine, pero no creo que pase de ahí.