The Holdovers (2023)
Alexander Payne, el director detrás de aplaudidas producciones como About Schmidt (2002), Sideways (2004), The Descendants (2011) y Nebraska (2013), ha regresado en el 2023 para regalarnos con su octava película un clásico instantáneo navideño (o anti navideño, según se vea), en la forma de una de las mejores cintas que pueden verse en esta temporada de premios. Pues ahora, con el estreno confirmado en nuestro país para el 18 de enero (y un preestreno limitado en ciertos cines para el 11), ha llegado el momento de escribir sobre una de mis favoritas del año pasado, The Holdovers.
Cediendo en esta ocasión la labor de guionista a David Hemingson y tomando como base una idea que fue planeada originalmente como piloto televisivo, la historia que se nos cuenta es la de una triada de solitarios personajes relacionados con la prestigiosa y elitista Academia Barton: un amargado y cuadrado profesor de historia llamado Paul Hunham (Paul Giamatti), que no es querido ni por sus alumnos, ni el resto de los maestros; la cocinera de dicha institución, Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph), recia mujer que vive el reciente duelo de perder a su hijo en la guerra de Vietnam; y por último, el rebelde, pero inteligente estudiante Angus Tully (Dominic Sessa), quien también tiene poco de haber perdido a un ser querido, en la forma de su padre, y quien parece haber sido relegado por su madre que ha vuelto a casarse. Por diversos motivos, algunos obligados, otros aceptados por voluntad propia, los tres se encontrarán solos dentro de las paredes de la institución durante las vacaciones de Navidad en 1970. La interacción que al inicio provoca roces y fricciones entre ellos, evolucionara de una relación forzada a verdaderos lazos de fraternidad y cariño entre los personajes que, debido a esto, se verán enfrentados a fantasmas y sucesos que los han marcado, algunos más lejanos que otros, llevándonos a entender sus comportamientos e interacciones con los demás, con diferentes resultados para cada uno de ellos.
Los que busquen una historia diferente e innovadora, con giros de tuerca rebuscados y grandes despliegues técnicos, definitivamente no los van a encontrar en esta cinta, ya que como pueden ver la trama es por demás sencilla y hasta cierto punto vista con anterioridad, lo que, como he dicho en otras ocasiones, no significa que sea simple o que no aporte algo nuevo en su acercamiento. Esto no quiere decir que no contenga alguna sorpresa narrativa, pues una vez nos hemos adentrado en el segundo acto, se existe una revelación que viene a cambiar nuestra perspectiva sobre uno de los personajes, lo que sirve para su desarrollo y entendimiento, pero no sustenta la trama completa en esta revelación. Esta es una de esas historias donde todo ocurre por debajo de la capa superficial de su argumento y la acción acontece dentro de los personajes mismos, una producción que tiene sus principales valores en dos puntos principales: por un lado, un guión plagado de situaciones y diálogos maravillosos escrito con maestría; por el otro, poderosas actuaciones realizadas por uno de los castings más atinados del año.
Alexander Payne nunca se ha ido por las ramas en sus realizaciones, lo que vemos en pantalla es lo que hay, lo que él nos quiere decir lo hace evidente, sin rodeos; y aun así logra llegar a niveles de gran profundidad narrativa, debido a ese manejo tan característico que da a sus personajes y el sentimiento (mas no sentimentalismo fácil) que impregna en las historias que selecciona para sus proyectos. Prueba de esto es el trio de personajes que cargan por separado con una suerte de espíritus de la Navidad dickensianos, ya que cada uno padece de una soledad particular que se ha autoimpuesto debido a momentos particulares de sus vidas. Mientras Paul vive atrapado por un pasado que le robó la posibilidad de lograr sus metas y frustró su futuro, ahogándolo en la más profunda amargura; Mary debe sobrellevar un presente que le ha provocado el peor dolor que puede sufrir una madre, dejándola sin un motivo por el cual vivir; terminando con Angus, a quien el terror de un posible futuro le ha hecho encerrarse en sí mismo, sin la capacidad de confiar a nadie sus miedos y anhelos. Cada uno cargando con su respectivo fantasma, mismo que debe enfrentar debido a este improbable grupo de protagonistas.
Con un ritmo pausado, sin ser lento (aunque posiblemente para algunos resulte sobrada de duración), Payne utiliza ese estilo cinematográfico casi europeo que posee para hacernos sentir cálidos y reconfortados mientras contemplamos una de sus obras más personales, un relato maravilloso donde toca las fibras indicadas para transmitir el sentir de sus personajes, volviéndolos entrañables en una película que puede resultar ajena a nuestros tiempos, lo que irónicamente la vuelve en extremo necesaria.
Grabada enteramente en formato digital, pero con un tratamiento en su proceso de edición en el que se le agregó el grano que vemos en la imagen, la cinta nos evoca producciones de los años 70, para terminar de redondear esa atmosfera que el director recuerda de su infancia. Este detalle termina por pulir un eficaz apartado técnico en el que el vestuario, la ambientación, música y fotografía nos transportan a esa época con rasgos socioculturales tan característicos que definieron el inicio de la década. Algo parecido a lo realizado por Paul Thomas Anderson en su Licorice Pizza (2021), donde el realizador también nos transporta a una época pasada de su vida, sólo que en esta ocasión el resultado es más acogedor y gratificante emocionalmente (más en igualdad de calidades ambos proyectos).
Pero nada funcionaría como lo hace en la película, si no fuera por los actores que interpretan los tres personajes centrales. Paul Giamatti, uno de esos actores que todos identificamos, pero que se sabe no está destinado al estrellato por sus características fiscas, hace un excelente uso de estas para dotar a su Paul de una corporalidad interpretativa, que sumada a su gran talento para proyectar emociones, logra superar a su trabajo previo con el director, en Sideways (2004), el que posiblemente era su mejor labor (lo que es mucho decir) a la fecha; es muy difícil que ocurra, pero si el mundo fuera justo, el Oscar este año debería terminar en sus manos. La que sí es muy probable que termine llevándoselo, es Da’Vine Joy Randolph, ya que la actriz y cantante, si bien ya había logrado cierta notoriedad con Dolemite Is My Name (2019) y de contar con una larga trayectoria en papeles menores, lleva algunos años (a pesar de no lograr ser conocida por las masas) encadenando proyectos importantes o interesantes, tales como Kajillionaire (2020) y The United States vs. Billie Holiday (2021), culminando este año con el que se ha vuelto el papel de su vida, acaparando prácticamente la totalidad de los premios de esta carrera y, salvo sorpresas, será su nombre el que escucharemos cuando se entregue el premio a actriz de reparto, algo que será totalmente merecido; su Mary tiene muchas más capas de las que deja ver esa fachada estoica y resignada, como lo muestra en la escena de la fiesta navideña donde el dolor se escapa entre sus grietas o cuando tiene que volverse la voz de la razón en medio de las fricciones que los otros dos personajes llegan a tener. Pero si hablamos de intérpretes revelaciones, este año hay un nombre que destaca entre el resto y es el de Dominic Sessa, puesto que en este, su primer trabajo profesional, logra dar batalla entre los otros dos histriones que cuentan con una experiencia en el ámbito mucho más amplia; apoyado por la suerte de ser seleccionado en un casting debido a que su escuela fue escenario para la película, el joven logra que pasemos de rechazar a su Angus, para terminar entendiéndolo, apoyándolo y comprender por lo que está pasando, los motivos de su rebeldía y agresión, gracias a esa sensibilidad con la que lo interpreta, digna de un actor con muchos años de trabajo previo.
Probable ahora se sienta un poco fuera de temporada al haber iniciado un nuevo año, pero The Holdovers es una película que sin importar el momento en que se vea va a cumplir con su cometido, que es conmover a su audiencia con esta trama sencilla, pero plagada de emociones. Puede que Sideways siga siendo el punto más alto en la filmografía de Payne, pero esta se queda muy cerca. Emotiva, cálida y agradable, una cinta clásica y universal que retrata el sentir de seres humanos tan perdidos como se encuentran muchos, cosa que parece fácil, pero es muy difícil de realizar con la perfección que esta lo hace.