Napoleón (2023)
Napoleón Bonaparte es una de esas figuras históricas cuya leyenda ha sobrepasado a la persona a la que va ligada. Un ser que tanto sus logros, como sus fracasos, se han vuelto míticos y parte del imaginario de la cultura popular, por lo que resulta casi imposible realizar un compendio de su vida de una manera que pueda englobar todos los momentos importantes que la conformaron, así como la forma en que cada uno aconteció. No importa que tan buen historiador, guionista o novelista seas, ninguno estuvo a su lado o fue espectador de sus hazañas, por lo que sólo queda imaginar lo que estas supusieron, por registros o narraciones que se han transmitido de boca en boca y de pluma en pluma.
Lo anterior lo escribo por la tibia (por decirlo de alguna manera) recepción y las críticas que ha recibido la esperada cinta Napoleon de Ridley Scott, estrenada dos semanas atrás. Con unas altísimas expectativas sólo superadas en tamaño por la figura del personaje central de esta, la cinta no ha resultado el fenómeno que se esperaba, ni en la taquilla, ni en la calidad de la producción. ¿A qué se debe esta reacción de rechazo para una película que muchos esperaban como la definitiva sobre el personaje? Los motivos pueden ser varios.
Esta biopic nos narra un periodo bastante largo en la vida del controvertido Napoleón (Joaquin Phoenix), centrado en una etapa ya adulta, desde que es testigo de la decapitación de la reina Maria Antonieta, para luego mostrarnos el primero de sus triunfos en batalla en 1793, y llevarnos hasta su exilio en la isla de Santa Elena, lugar donde falleció en 1821. Durante este periodo vemos la enorme fama y popularidad con la que contó, situación causante de su acenso al poder, así como sus posteriores fracasos y su caída en desgracia. A la par de esto, la historia entrelaza su vida militar con su tóxica relación con la emperatriz Joséphine (Vanessa Kirby), quien fuera su primera esposa y el amor de su vida, incluso después de la disolución de su matrimonio por cuestiones políticas. Conforme avanza la cinta, podemos ver que el emperador no sólo tuvo enfrentamientos bélicos en los campos de batalla, sino que también a puerta cerrada se debatía en conflictos constantes dentro de su relación.
Con la trama explicada, podemos entender que el director quiso centrarse en los dos aspectos fundamentales en la vida del emperador de Francia. Por un lado, al ser conocido como uno de los mejores estrategas bélicos, sus momentos de gloria y las grandes batallas en las que resultó vencedor; por el otro, el aspecto personal que mayor peso tuvo en su vida, que fue su relación con Joséphine. En general, para que una película pueda resultar sobresaliente o por lo menos efectiva en estas dos líneas, se necesitan cubrir ciertos puntos: un apartado visual sobresaliente para recrear la época y épica necesaria, por lo que la elección del equipo técnico adecuado es vital; un guión que logre proyectar, condensar y transmitir la esencia tanto de la época, como de los personajes mismos y su profundidad; por último, una selección de reparto atinada para cumplir con sus roles. Esto por mencionar los más básicos.
Napoleon es una cinta que, a pesar de intentarlo, falla en algunos de estos puntos, y no por la falta de talento, ya que ese está sobrado, sino por un mal manejo de los recursos con los que contaron. Con esto no quiero decir que no tenta aspectos destacables o que a cierto sector pueda gustarle, pero eso no quiere decir que funcione del todo, cuestiones de las que hablo a continuación.
Con un presupuesto que ronda los 200 millones de dólares, el apartado técnico es de lo más aplaudible en esta producción, con una recreación de la época precisa y detallada, tanto en los campos de batalla, como los palacios donde deambulan los personajes; de la misma manera, la forma en que estos fueron vestidos, dependiendo el estrato al que pertenecían, incluyendo los uniformes militares de cada país en contienda son por demás logrados. Scott reunió a un equipo con el que ya ha trabajado por más de 20 años para este, su proyecto soñado, por lo que no es de extrañar que todo luzca como debe hacerlo en un proyecto de este tamaño, con un magnífico despliegue visual en la mayoría (más no todas) de las escenas. La fotografía a manos de Dariusz Wolski es otro aspecto destacable, sobre todo en las secuencias de batalla, las cuales son las más complicadas de filmar, saliendo victorioso del reto. La música que Martin Phipps (con mayor trayectoria en la televisión) compuso en esta ocasión también resulta efectiva y puntal para lograr el dramatismo necesario en los momentos indicados. Todo con una manufactura de primera, eso no se puede discutir, pero que no termina de lucir tan épico o espectacular (salvo excepciones), como podríamos haber pensado, debido a un ritmo extraño y atropellado que domina la mayoría del metraje.
Esto se debe al montaje, que no ha ayudado en lo más mínimo a la cinta y que vuelve más notorio el principal problema que tiene, su guión. Partiendo desde el rumor que se ha esparcido sobre que la película fue mutilada y que la versión verdadera será la que se agregue al catálogo de Apple Tv en algunas semanas, haciendo hincapié en el hecho de que esta tendrá una duración de casi 4 horas, podemos suponer que la historia perdió parte de su poder debido a esto, ya que la que se proyectó en cines apenas y pasa de las 2 horas y media. En caso de que esto sea verídico, es más que probable que se deba a motivos meramente comerciales, tratando de atraer más público a las salas y proyectando la película la mayor cantidad de veces posible por día, cuestiones que son válidas, pero que no resultaron como se esperaba.
Los espectadores que acudimos a verla en salas tuvimos que contemplar un producto que parece una sucesión de escenas acomodadas con prisa, que relatan ciertos momentos importantes, sin que estos tengan una fluidez narrativa o un avance orgánico en su estructura. Esto hace que se sienta mucho más larga de lo que es, dando la sensación de que estamos viendo la vida del emperador francés en tiempo real, volviendo eterna una proyección que dura mucho menos que otras que fluyen con mayor facilidad. Las secuencias son bellas como ya lo dije, pero funcionan mejor por separado que como un todo, ya que saltan de una a otra sin que algo las ligue. Ejemplo de esto son las batallas, perfectamente coreografiadas y diseñadas en la mayoría de los casos, pero las cuales sólo vemos y ya, como si se hubieran planeado solas. Sí vas a retratar la vida del supuesto mejor estratega, el público merece ver parte de este ingenio, no el saltar directo al momento en que inician, sobre todo cuando la duración de estas, salvo un par, no son lo suficientemente extensa para poder apreciarlas en su totalidad y la forma en que fueron grabadas. Como estos casos, muchos durante la proyección, en todos los escenarios posibles, lo que vuelve difícil dar un contexto y cimentar en el espectador las bases de la personalidad del protagonista.
Esto, que puede ser un problema que proviene directo de las páginas o causado al momento de editarla, aumenta su notoriedad cuando no hay nada que distraiga y los personajes se encuentran en espacios más íntimos, principalmente en la interacción de los dos personajes centrales. Sabemos cómo se conocen, que están enamorados y que tienen una enorme cantidad de problemas, tanto internamente como en su relación, pero estos no son explicados o se nos muestra algún guiño a la razón de esto (exceptuando el motivo de la anulación de su matrimonio). Existe y ya, lo que hace difícil empatizar con ellos o que nos pueda lo que les sucede. Al ser los únicos personajes que se desarrollaron en realidad y que aparecen más tiempo en pantalla, lo que es normal porque la cinta lleva el nombre de uno de ellos en su título, el peso de la trama cae por completo en la dupla, algo que juega en contra ya que no pueden sostener esa historia tan tambaleante.
Y esto nos lleva a otro aspecto que, dejando talentos de lado, no ayuda, y es la selección de sus protagonistas. Enfatizando que no estoy diciendo que hagan un mal trabajo, porque resultaría imposible, la química entre ellos es nula y la interacción se nota fría y distante. Vanessa Kirby sale mejor librada al no ser ella la figura central y tener una mayor libertad para desarrollar su papel, sin el peso de las comparaciones para hundirla; lo creemos cada emoción que proyecta, su sufrimiento y dolor, aunque no logre en realidad grandes momentos en que pueda lucirse al nivel que la hemos visto en otros papeles. Esto nos deja a Joaquin Phoenix, quien hace lo que puede con lo que se le ha dado, pero que tiene que luchar contra la constante sensación de que no encaja en el papel, el cual, repito, interpreta de la mejor manera posible, pero en el que se le siente incómodo y fuera de lugar en varias ocasiones; no es su primer personaje histórico, ni en el que debe desplegar todo su talento, pero en este caso, a mi gusto particular, parece que va a contracorriente en una producción en la que desentona. Del resto del reparto ni siquiera se puede hablar, ya que sus personajes, incluso los de Rupert Everett o Matthew Needham, aparecen tan poco tiempo en pantalla y tienen diálogos tan escasos que son meros cameos en un guión que no dio cabida a desarrollar secundarios interesantes.
Sea cual sea el motivo de todos estos puntos en contra que tiene Napoleón, el principal responsable resulta Ridley Sacott, ya sea por no haber planeado bien la manera en que quería mostrar al personaje o por no haber luchado por su película en caso de que resulte cierto el rumor. Aunque a mi gusto sea una falta de respeto al espectador haber proyectado un producto incompleto en pro del dinero, sería preferible esto a la idea de que una leyenda del cine como el director haya planeado desde el inicio que su proyecto tuviera esta forma.