Infinity Pool (2023)
Nepo baby, término que de un tiempo a la fecha se ha escuchado con mucha frecuencia. ¿Qué significa? Que algunas celebridades han logrado su fama (talento aparte) debido a la que poseen sus padres. La recién oscarizada Jamie Lee Curtis ha hecho broma de esto al ser una representante del concepto, aunque no es la única, ya que otras como Laura Dern y Angelina Jolie cumplen con el perfil. Aunque este fenómeno se da más entre actores, se ha replicado en otras ramas, como el caso del escritor Joe Hill quien no puede quitarse la sombra de ser el hijo del famoso superventas Stephen King. Tal vez por dicho motivo, resignando, ni siquiera ha intentado alejarse del estilo de su padre, escribiendo historias que pueden pasar por las de su progenitor sin problemas o incluso creando algunas en conjunto.
En un caso muy parecido al último se da el de Brandon Cronenberg, hijo del director de culto David Cronenberg. Cuando te padre es un artista con un estilo tan particular y característico tienes dos opciones: buscar uno diferente para evitar las comparaciones o terminar aceptando su influencia en tus proyectos, realizando obras con un tono tan extraño como las de él. Posiblemente porque su padre no sólo le heredó el talento tras las cámaras, sino también esa visión retorcida del mundo, Brandon optó por la segunda opción, un reto que pudo jugar en su contra, pero del que ha salido airoso hasta el momento.
Con su peculiar forma de retratar el mundo, el cineasta debutó con la cinta de ciencia ficción y horror Antiviral (2012), en la que nos mostraría los alcances que puede tener la obsesión que siente la sociedad para con las celebridades, llegando al grado de padecer de forma voluntaria las enfermedades que sus ídolos han sufrido. Tardaría 8 años en estrenar otra película, Possessor (2020), estelarizada por la ahora célebre Andrea Riseborough, en donde se superaría a si mismo con una historia de terror, aunque más psicológico, sobre una asesina que toma el control de los cuerpos de otras personas gracias a la tecnología, para llevar a cabo los crímenes para los que es contratada, usando el tema para exponer la deshumanización que el capitalismo llega a exigir para realizar tu trabajo de manera más eficiente.
Sin hacernos esperar tanto tiempo entre sus proyectos, el cineasta acaba de estrenar en el pasado Festival de Cine de Sundance su tercer trabajo, Infinity Pool, repitiendo géneros con los anteriores, ya que el horror y la ciencia ficción se hacen presentes, aunque con toques de comedia oscura, tomando esta ocasión los privilegios e impunidad de los que gozan la clase alta como tema central de su historia.
Para narrarnos esto, el también guionista centra su historia en el matrimonio conformado por James Foster (Alexander Skarsgård) y su esposa Em (Cleopatra Coleman). Él es un novelista con bloqueo que no ha podido volver a escribir después de la publicación de su primera obra; mientras ella es la hija heredera del dueño de una gran editorial, misma que fue la que publicó el libro de su marido. Debido a esta situación, así como a un evidente deterioro en su relación, la pareja decide tomar unas vacaciones en un exclusivo resort que se encuentra en el ficticio país de Li Tolqa. Es en los últimos días de su estancia que conocen a otro matrimonio compuesto por el arquitecto Alban (Jalil Lespert) y la actriz de infomerciales Gabi (Mia Goth), quien resulta ser fanática de James. Estos últimos incitan a los primeros a aventurarse fuera del complejo, para mostrarles una playa virgen, a pesar de que se les ha pedido no hacerlo por la inseguridad en el país. Hasta este punto, la historia se maneja en el realismo, incluyendo el ser testigos de algunas protestas de los habitantes de la zona contra el gobierno y las acciones de los turistas.
Pero esto es cine de un Cronenberg, por lo que la historia comienza a torcerse una vez que, de vuelta al hotel por la noche, James, quien maneja el vehículo en el que han viajado, atropella y mata a un hombre, por lo que es llevado a la cárcel. Ahí se le da a escoger entre dos opciones: ser ejecutado debido a las estrictas leyes del país o, en caso de tener el dinero suficiente, pagar para ser clonado y que sea su copia, que tendrá todos los recuerdos del original, la que sufra el castigo y pague con su vida en una ejecución pública que debe ser observada por el culpable real. A partir de este suceso, el protagonista se hundirá en una espiral de descontrol, adentrándose en un mundo de excesos, así como en partes de su personalidad que no conocía.
Con esta premisa, porque sí, todo esto sucede en el primer acto y es la base para que se desarrolle el resto de la historia, el director realiza una crítica bastante directa a los sistemas de clases y poder económico que favorecen a unos pocos sobre el resto. Una versión bizarra y fuera de control del “lo que pasa en Las vegas, se queda en las Vegas”, donde se nos muestran personajes que cada año se reúnen en ese escenario paradisiaco con el mero fin de poder cometer los actos que sus instintos les dicten, sintiéndose protegidos por las leyes de un país en donde tus libertades se extienden dependiendo de la cantidad de dinero que puedas pagar.
Los Cronenberg están acostumbrados a perturbar a su audiencia con las imágenes que nos muestran, cosa que puede volver a suceder en esta ocasión, ya que la película funciona como un reloj en este sentido, que se nota cuidado al extremo. Aunque posiblemente en nuestras salas se proyecte la versión censurada de la película, vemos en pantalla masturbaciones, orgias, decapitaciones y mutilaciones que son realizadas por los personajes; así como elementos visuales tales como las máscaras que se utilizan tanto por el personal del hotel, como por los protagonistas en diversas escenas, logrando que el aspecto visual de la cinta sea digno de la filmografía de esta familia.
Dejando en claro que los aspectos técnicos de la producción no tienen queja alguna, así como las actuaciones de un Alexander Skarsgård que se permite actuar más vulnerable que nunca, mostrando una serie de matices necesarios para su papel, y una Mia Goth en racha que ha hilado personajes que le embonan a la perfección (aunque en esta ocasión en el tercer acto se acerca un poco a la sobreactuación), la película se queda a medias al cumplir con lo que promete, así como en exponer el punto que quiere tocar.
Manejando temas como la perdida de la humanidad, las transformaciones personales y el hastío por la civilidad que, como sucedió con los dos trabajos previos del director, se apoyan en secuencias que pueden llegar a molestar y dividir a los que no estén acostumbrados a su estilo, en esta ocasión no son suficientes para que se esconda la superficialidad de un guión que promete mucho, pero que no cumple siquiera en llegar a provocar la perturbación que se viene esperando desde el primer vistazo de la película. Sí, definitivamente no es cine para todos y posiblemente los más puritanos o acostumbrados al cine genérico comercial la consideren repulsiva o hasta incomprensible, pero la verdad es que esta puede ser considerada la producción más digerible y hasta inocente el realizador. Lo que quiere decir está ahí, claro, sabemos que los ricos gozan de privilegios y libertades que los demás no, pero en esta historia no hay nada que no se haya visto antes, como el caso de los clones que son creados para satisfacer ciertas necesidades de los poderosos de los que son copias.
Ya que no pudo crear un contexto más original para sus metáforas, Cronenberg pudo tratar de exponer y atacar a un estrato social del que él mismo forma parte, ahondado en las acciones y motivaciones de sus personajes, pero todo se queda corto y esto se siente, sobre todo en el tercer acto que, si bien no es malo, desentona al optar por dotar de un tono cómico oscuro que hace sentir que todo pierde cohesión. Tanto en su filmografía, como la de su padre, esto no es raro, pero aquí se siente forzado, como si no hubiera sabido como cerrar su propia historia y hubiera querido llenar de ruido la pantalla para esconder la reiteración de un tema que deba para mucho más.
Infinity Pool no es una mala película, para nada, pero podemos decir que es la menos lograda de la corta carrera de su director y que esto puede deberse a que es la primera que cuenta con un presupuesto más elevado. Una cinta a la que se acercaran algunos por sus protagonistas, pero que para muchos será difícil de ver y comprender, que toca un tema visto ya demasiadas veces, pero que por lo menos cumple al regalarnos imágenes de esas que se quedan en la cabeza por días. No tan incomoda como prometía, pero un cine diferente al resto que vemos en las salas de nuestro país y que puede servir para que un público más amplio conozca el trabajo de un director que promete dar mucho en el futuro. Por lo menos, eso esperamos.