Knock at the Cabin (2023)

Es sabido que los proyectos de M. Night Shyamalan han dejado de provocar expectativas, tanto por parte del público, como de la industria. Con una trayectoria que podemos catalogar como irregular, el director que logró el éxito internacional con su tercera cinta, The Sixth Sense (1999), nunca volvió a gozar del mismo beneplácito entre audiencia y crítica. Si bien con algunos éxitos comerciales como Signs (2002), la mayoría de sus trabajos terminarían como productos de recaudación media y cada vez peores reseñas. Con los descalabros monumentales que resultaron The Last Airbender (2010) y After Earth (2013), su vida en Hollywood parecía haber terminado. 

Shyamalan, quien no se dio por vencido, decidió explorar en dos direcciones: por un lado la televisión, con la serie Wayward Pines (2015), que dividió opiniones y fue cancelada después de dos temporadas; por el otro, el cine con perfil más bajo, con la cinta The Visit, del mismo año, con un presupuesto de tan sólo 5 millones de dólares, que resultaría en un éxito moderado al recaudar casi 100 millones a nivel mundial y comentarios más que positivos por parte de los que la reseñaron. 

Con este renovado interés en su trabajo, el director ha realizado algunas cintas de diferentes calidades y recibimientos por parte del público, como Split (2016), Glass (2019), Old (2021), y la cinta de la que hoy escribo, Knock at the Cabin. 

Lo primero que hay que dejar en claro, es que esta película representa su tercera incursión en el mundo de las adaptaciones. Después de hacer lo suyo (y fallar) con la animación de Avatar: The Last Airbender, así como la novela gráfica Sandcastle de Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeter, en la que se basa Old, ahora el director y guionista ha decidido realizar su visión sobre la premiada novela de terror The Cabin at the End of the World de Paul G. Tremblay. 

La trama, con algunas diferencias con la novela, nos narra la historia de una familia homoparental conformada por Andrew (Ben Aldridge), Eric (Jonathan Groff) y su hija adoptiva Wen (Kristen Cui), quienes se encuentran pasando unas vacaciones en una cabaña alejada en un bosque. En medio de la paz del lugar, aparece un misterioso hombre, Leonard (Dave Bautista), quien se acerca la niña, indicándole que están por suceder cosas que no quiere hacer, pero que deberán ser realizadas. La niña, asustada, corre a avisar a sus padres, al notar que un grupo acompaña al extraño, conformado por Redmond (Rupert Grint), Sabrina (Nikki Amuka-Bird) y Adriane (Abby Quinn). A pesar de los esfuerzos de la pareja por resguardarse, el grupo logra ingresar a la cabaña, sometiéndolos, para luego de presentarse, explicarles que están ahí porque se deberá llevar a cabo un sacrificio del que ellos deben formar parte, ya que de eso dependerá detener el apocalipsis. 

Con esta premisa, la película navega entre géneros, saltando del de la invasión al hogar al apocalíptico, sin lograr afianzarse del todo en ninguno de los dos, lo cual vendría a ser uno de sus principales problemas, pero no el único; aunque la cinta resulta entretenida, claro, porque no creo que busque más, pero aun en este sentido falla en lograr que conectemos con ella. Los momentos de tensión están ahí, las dudas se provocan en la audiencia y los personajes, así como ciertos momentos de emotividad que ayudan a empatizar con algunas situaciones, pero al final se siente que algo faltó en el producto final. ¿Por qué de mis palabras?

Los que estamos acostumbrados al cine de Shyamalan sabemos que hay dos cosas que se han repetido constantemente en su filmografía: una vuelta de tuerca final en la mayoría de sus historias y una aparente degradación en la calidad de estas. En esta ocasión, al tener un material base de apoyo (lo cual no siempre asegura un buen resultado), el director solventa algunos de los problemas que han tenido sus proyectos originales pero, incluso con esto, la trama tiene un par de hoyos, así como situaciones que, ya sea proviniendo de las páginas de la novela o no, pudieron haberse pulido o mejorado para un resultado más satisfactorio. Entonces, quienes esperen una más de estas revelaciones finales sorprendentes, deben saber que este no es el caso, ya que la historia ataca directo desde el principio, centrando el peso total de la trama en tratar de descubrir si el grupo de invasores dicen la verdad (misma que ni ellos saben), si simplemente se trata de un conjunto de seres que creen saber algo que los demás desconocen o si existe algún motivo oculto que los ha hecho presentarse en el lugar. 

Dejando en claro que esta es una historia donde los personajes tienen sobre sus espaldas el desarrollo narrativo, la estructura del guión no ayuda mucho a que nos interesemos en ellos. En este sentido, tal cual reseñé en su momento sobre The Menu, aunque en esa ocasión el resultado fue por demás satisfactorio, el problema es dar mayor peso a uno de los dos grupos que se enfrentan o comparten cámara. En esta ocasión en los únicos personajes que se profundiza son en la pareja protagonista, mostrándonos flashbacks con momentos en los que se nos revela el rechazo de la familia de uno de ellos para su forma de vida, el momento de la adopción y situaciones del tipo, aunque, ni siquiera con esto, el director logra adentrarse en los personajes, por lo que se vuelven unidimensionales y carentes de interés para el público. En este caso, el recurso sirve más como plantings para entender, por ejemplo, la razón de que uno de ellos pueda pelear como lo hace, el motivo de que la pareja posea un arma y situaciones parecidas, pero jamás en pro de un desarrollo de estos que los vuelva interesantes. 

Dicho esto, el cuarteto restante queda a la deriva, más allá de revelaciones que ellos mismos hacen sobre sus vidas, pero las cuales no sabemos si son ciertas o no, puesto que, a pesar de que ellos indican que no se trata de un crimen de odio o alguna cuestión de intolerancia, ciertas revelaciones por el lado de los acosados ponen en duda su veracidad. Sabiendo que hacer dudar al espectador es lo que se busca, puede entenderse la falta de información, pero la manera en que la misma se da o la forma en que se desenvuelven los personajes hace que nunca se llegue a empatizar con ellos, a pesar de las más que solventes actuaciones de los actores que los interpretan. 

Aun con estos fallos, la cinta llega a funcionar, por lo menos en sus primeros dos actos que logran sostenerse, mismos que mantienen tenso al espectador. La historia logra que, a pesar de saber que la familia se encuentra en peligro, el cuarteto que los mantiene en cautiverio nunca luzca amenazador, debido a la manera en al que hablan y se comportan, lo cual, irónicamente, resulta mucho más aterrador que si se tratara de un grupo de sanguinarios desquiciados, y eso es un punto a favor de la película. Aquí el duelo se da entre un núcleo que ve su tranquilidad, seguridad y felicidad en peligro, contra otro que siente la responsabilidad de hacer algo más por un bien mayor, así tengan que dar su vida por ello. El punto negativo es que nunca se nos da la suficiente información para comprender las acciones de varios de ellos, así como ciertas decisiones que se toman en determinados momentos, que llegan a parecer ilógicas o carentes de sustento.

Con un desenlace mucho menos dramático que en la novela, pero igual de sensiblero, Knock at the Cabin se vuelve predecible desde antes que llegue el tercer acto y la verdad sea revelada, por lo que, cuando las cosas suceden, el espectador está casi seguro de las resoluciones que se tomarán para cerrar los conflictos. Es en este desenlace cuando nos preguntamos la razón de cierta información revelada que no sirvió más que para sembrar algunas dudas, pero que no llegó a ningún lugar o trascendió para darle importancia a cuestiones que terminan siendo ruido nada más. 

En definitiva no estamos ante lo mejor de M. Night Shyamalan, aunque creo que a estas alturas ya nadie espera mucho de su trabajo en el cine (su serie Servant, que aún está en emisión, es punto y aparte en calidad), por lo que esta cinta debe verse como lo que es, un producto realizado para pasar el rato, sin mayores aspiraciones que las de entretener, con buenas actuaciones, sobre todo en el caso de Dave Bautista, el ex luchador vuelto actor que por mucho sobrepasa en interpretación al resto del reparto de la cinta y que demuestra una vez más que es el intérprete que otros en su caso, The Rock por ejemplo, no serán nunca. Un grupo de histriones a los que les quedaron chicos papeles que nunca terminan de despegar, pero que se vuelven los causantes, junto a alguna escena bastante bien lograda en el aspecto visual, de que el producto no naufrague por completo. Para pesar de sus fanáticos, esta es otra más de las cintas de Shyamalan que se han quedado a la mitad, lo cual, en su caso, es mucho mejor que estrellarse por completo. Tal vez en un futuro podamos volver a verle algún proyecto que equipare a su niño que veía gente muerta, pero en definitiva este no es ese caso.