The Banshees of Inisherin
Esta semana escribo de la nueva cinta de Martin McDonagh, quien parece ser de esos directores a los que les resulta imposible fallar. Desde su aplaudido debut, In Bruges (2008), seguido de Seven Psychopaths (2011) y el suceso internacional de critica que fue Three Billboards Outside Ebbing, Missouri (2017), el cineasta no ha conocido la palabra fracaso o rechazo en ninguno de sus proyectos. Ahora, con su cuarta película, The Banshees of Inisherin, parece que su talento y éxito se han reafirmado, ya que esta se ha vuelto un fenómeno de crítica mundial, recibiendo 9 nominaciones al Oscar, ganando el Golden Globe en la categoría de comedia, así como un sinnúmero de nominaciones y premios desde meses atrás.
Manteniendo el tono de comedia negra y trágica que ha manejado en sus trabajos previos, así como apoyado en un reparto con el que ha colaborado con anterioridad, el director y guionista nos cuenta la historia de Pádraic (Colin Farrell), un hombre sencillo y sin muchas aspiraciones que vive en la ficticia isla de Inisherin, en 1923, en medio de la Guerra Civil Irlandesa. Él tiene como compañía a su hermana Siobhán (Kerry Condón), inteligente y culta mujer con quien comparte la casa familiar, puesto que sus padres han muerto. Como suele suceder en este tipo de comunidades pequeñas y aisladas, la vida es rutinaria y monótona, por lo que cualquier cambio llega a desestabilizar a la población entera, y esto es precisamente lo que da pie a la trama de la cinta, cuando el mejor amigo de Pádraic, Colm (Brendan Gleeson), decide terminar su amistad de años, sin explicación o motivo alguno. El primero, al no entender la situación, intenta de múltiples formas recuperar a su amigo, hasta que este le revela las causas de su alejamiento, mismos que Pádraic no logra (o quiere) aceptar, provocando una serie de situaciones que pasan desde conatos inocentes, hasta actos de violencia elevada, cuando la incredulidad sede su espacio a la ira.
McDonagh nunca ha sido un realizador metafórico, sus guiones son directos, hablan de lo que quiere hablar y en esta ocasión mantiene su postura, salvo tal vez en la nada sutil analogía entre la isla principal en la cual se está llevando a cabo la lucha civil e Inisherin, donde está por comenzar una de naturaleza personal, mucho más íntima, pero de una poderosa intensidad. Esta es una trama que habla del dolor de ser rechazado por la persona amada, por que esto es el trasfondo de la historia. No hablo de amor romántico, porque de este sentimiento hay muchas variantes; lo hay familiar, como el de Siobhán para con su hermano, o el fraternal, que es el causante de todo lo que vemos en pantalla. Eso no quita que la película pueda tener interpretaciones y proyecciones personales en otra rama sentimental, tal cual me sucedió a mí al verla. Cuando el objeto de tu afecto de un día para otro te dice que este se ha acabado para contigo, sin explicaciones, sin una señal previa, es normal que el desconcierto se apodere de ti. Toda pérdida conlleva un duelo y este tiene etapas, mismas que vemos transitar en cierta medida al protagonista. La incredulidad acompañada de la culpa, al pensar que hiciste algo que causó la situación, es la primera respuesta natural. Luego, cuando se saben las razones, Pádraic trata de comprenderlas, entender la parte en la que su ahora ex amigo le explica el principal motivo de su alejamiento, pero es cuando la segunda razón, la que tiene que ver con él, con su personalidad, él no puede entenderlo, ¿cómo es posible que después de tanto tiempo, de siempre haber sido de cierta manera, resulte que ese rasgo que jamás pareció importar sea el causante de la ruptura?. Al final, por el rechazo, por el engaño que experimenta al no sentir sincero a su amigo, al verse humillado ante sus conocidos cuando se sabe todo, viene el malestar, el enojo, la ira, el cambio y el renacimiento.
Los seres humanos estamos en constante cambio y este es el causante de los conflictos de esta historia, puesto que el protagonista esta conforme y cómodo con su vida tal como es. Cuando Colm decide que los pocos años que le quedan los quiere pasar escribiendo música para ser recordado, y que la presencia, así como las platicas intrascendentes y tontas de Pádraic no le permitirían realizar sus metas, su amigo no logra comprender estás motivaciones, pero Colm, al ser de mayor edad, cruza por una crisis existencial en la que no le importa el sentir de los demás, él quiere trascender, no le basta con ser una buena persona y que al fallecer únicamente los habitantes de la isla mantengan su recuerdo hasta que la vida del ultimo de ellos termine. Sus razones son tan válidas como las de su amigo despechado, comprensibles para todos los que hemos temido ser olvidados, futuro que la gran mayoría padeceremos después de algunas generaciones.
Esta catarsis parece haber infectado a todo el mundo de Pádraic, puesto que su hermana se encuentra en la misma situación, al ser mucho mas inteligente que el resto de los habitantes de Inisherin, se ve en la disyuntiva de seguir haciendo las veces de madre para su hermano o buscar su propio camino, alejarse y perseguir mayores aspiraciones que vender la leche que ha sido su sustento toda la vida. Esto lo toma por sorpresa, ya que la daba por segura y parte eterna de su vida. Todo su mundo se tambalea cuando sus dos principales pilares parecen tener en la mira futuros alejados de su visión de la vida, cosa que se manifiesta cuando ella le ofrece la oportunidad de seguirla y él la rechaza.
Pero ninguno de nosotros somos inmunes a las metamorfosis de nuestros universos, mismas que nos alcanzan y nos hacen mutar con ellos, tal cual sucede aquí también, cuando el protagonista se ve realizando acciones que nunca hubiera pensado. Así, ve nacer un lado protector para con Dominic (Barry Keoghan), único habitante con una capacidad cognitiva más reducida que la de él e hijo del jefe de policía de la isla, quien golpea y abusa de este. Es esta nueva faceta la primera de un cambio interno que culmina con esa guerra entre los antaño amigos, ese juego provocado por la insatisfacción de uno y el dolor del otro, provocando heridas y transformaciones en ambos, tanto físicas como internas, algunas demasiado salvajes y sangrientas, hasta el punto de que ya nada podrá volver a ser lo que era antes, así como nos ha sucedido a muchos después de haber sufrido una decepción sentimental, lo que, irónicamente, vuelve al protagonista más interesante ante los ojos de todos, incluyendo Colm, quien comienza a dudar de sus decisiones, cuando parece que este cambo en su pensar ya no importa, porque cuando esto sucede, Pádraic, en contra de sus deseos, ya es otro.
Todas estas batallas personales, esas escenas violentas por momentos, podrían pasar inadvertidas ante el otro personaje que llena la pantalla en cada encuadre, que es la isla misma, el entorno asfixiante y castrante, aunque hermoso, que ha llevado a los personajes a tomar las decisiones que desatan el conflicto. Contraste constante entre escenarios de postal y sentimientos que carcomen a los que deambulan por sus parajes. Los bellísimos encuadres, los planos abiertos panorámicos creados por Ben Davis (injustamente ignorado entre los nominados), les hacen sentir la libertad del horizonte, mientras grita que aquello no deja de ser una cárcel, una jaula, que la libertad está a una distancia imposible de alcanzar para ellos, salvo que decidan accionar para cambiar sus vidas. Imágenes que acompañadas por la banda sonora que Carter Burwell creo en esta ocasión, son suficientes para rellenar los pocos momentos en que el guión pueda decaer en ritmo o sustancia, ya que cuenta con una de las realizaciones más bellas del año, sin grandes despliegues técnicos, porque no los necesita, ya que la sutileza de la que carece la narración esta sobrada en estos aspectos.The Banshees of Inisherin es muy probable que no sea del agrado de todos y es comprensible. Para algunos podrá resultar lenta, así como para otros extrema en la resolución de sus conflictos, pero no por eso pierde algo de la universalidad de los temas que trata. Los alcances de un corazón roto, el duelo, el miedo al olvido, la insatisfacción personal, la inconformidad con el entorno, el miedo al cambio, situaciones que más de uno hemos vivido, sobre todo después del encierro por pandemia y que en esta ocasión llegan a rincones profundos en los sentimientos del público. Una cinta de hermosa realización, con algunas de las más poderosas actuaciones del año pasado (si la vida fuera justa, Farrell y Condón resultarían ganadores en sus respectivas categorías) y con una historia por demás original. Puede que, como otras de las que he escrito, no logre proyectarse en las pantallas de nuestra ciudad, pero si llega a suceder, todos deberían intentar dejarse encantar, como me sucedió a mí, por una de las mejores películas del año pasado.