Avatar: The Way of Water (2022)
Hace 13 años, James Cameron estrenó su película Avatar, postergado proyecto cuya idea nació en 1994, pero que tuvo que esperar a que la tecnología avanzara lo suficiente para que su visión pudiera ser realizada tal cual quería. El resultado de esta espera todos lo sabemos, ya que el fenómeno que representó en su momento es de esos difíciles de igualar. Revolucionaria en el campo de los efectos especiales, llevando a otro nivel el uso de captura de movimiento y el 3D, la cinta se convirtió en un éxito de taquilla que la volvería la cinta con mayor recaudación de la historia (sin ajuste de inflación, claro está). Por el lado del recibimiento crítico, aunque con comentarios mixtos por su guión, los aplausos no se hicieron esperar y terminaría recibiendo 9 nominaciones al Oscar, incluyendo la de Mejor Película y Dirección, de los que ganó 3 en apartados técnicos.
Todos sabemos lo que eso significa, por lo que las declaraciones del director indicando que “siempre pensó en Avatar como una saga” no se hicieron esperar y se comenzó a trabajar en secuelas. Estas, por diversos motivos como la escritura de todos los guiones de la franquicia al mismo tiempo, dificultades técnicas con las escenas bajo el agua, la grabación simultanea de la segunda y tercera parte, se retrasaría más de lo acostumbrado. Pero los fans que tanto la esperaban han visto recompensada su paciencia, ya que Avatar: The Way of Water se ha estrenado la semana pasada a lo largo y ancho de todo el mundo, por lo que es momento de hablar de ella.
La trama primero. A pesar de que Cameron indicó en entrevistas que su saga tomaría lugar tanto en Pandora, como en otras lunas del planeta Polífemo, esta secuela tiene como escenario el mismo escenario que la primera, más de una década después de los sucesos de su antecesora. Con una secuencia introductoria explicativa, se nos muestra la expulsión de los humanos, salvo los que quisieron quedarse por estar del lado de los nativos pobladores de esta; vemos como Jake Sully (Sam Worthington) se ha vuelto el líder de los Na’vi del bosque, a pesar de no ser uno en realidad; y observamos el pasar del tiempo, su relación con Neytiri (Zoe Saldana) y el nacimiento de sus cuatro hijos, conformando una familia feliz, aunque con todo lo que conlleva esto. Sus vidas son plácidas y plenas durante todo este periodo, pero esto no puede ser eterno, ya que los humanos regresan, más armados y preparados que antes, demostrando que somos la escoria más grande que existe en el universo, y que nuestra hambre por explotar y destruir todo a nuestro paso sigue tan vigente en esa época como en esta.
Por motivos que no revelaré, la familia decide abandonar el bosque, a pesar del rechazo inicial de Neytiri a la idea, pero aceptando que es lo mejor tanto para su familia, como para los Na’vi, nombrando un nuevo líder y emprendiendo un viaje en busca de refugio con otra comunidad que vive alejada del bosque, a las orillas del mar, con un estilo de vida muy diferente al que ellos estaban acostumbrados. A pesar de la negativa en su primer encuentro por parte de los lideres de dicha comunidad, Tonowari (Cliff Curtis) y su esposa Ronal (Kate Winslet), quienes les dicen que no quieren que la guerra llegue hasta ahí, terminan aceptando a la familia, brindándoles asilo y mostrándoles su comunidad. A partir de este momento la cinta se divide entre los intentos de adaptación de los protagonistas a su nuevo entorno, el descubrimiento de un hermoso y ajeno a ellos ecosistema, así como en la lucha personal de cada uno por encontrarse a sí mismos, más allá de lo que la sociedad espera de ellos. Todo esto, mientras los horribles humanos continúan en la búsqueda de Sully, sin importar el daño causado durante el proceso a quienes no los ayuden a encontrarlos, en un plan de venganza personal por parte de uno de los antagonistas, al mismo tiempo que se hace evidente que no es sólo el bosque lo que les interesa, sino la dominación de Pandora en su totalidad.
Iré directo al punto. ¿Esta secuela cumple y justifica la larga espera de millones de fanáticos? Sí y no, porque nunca es fácil hablar de un producto como este, pero empezaré, según mi punto de vista personal, con los que considero son sus puntos más fuertes.
Avatar: The Way of Water es una maravilla visual. Puede que hayas amado u odiado la primera, lo cual puede pasar también con esta, pero resulta imposible que alguien pueda criticar los aspectos técnicos y artísticos con los que cuenta. Desde las primeras secuencias, en que vemos los escenarios ya conocidos, somos testigos de la mejora en cuanto al desarrollo del diseño de producción, ya sea realizado de manera digital o artesanal. Los que nos asombramos en ese sentido con la primera parte, quedaremos maravillados de ver como Dylan Cole y Ben Procter mejoran lo visto, antes de mostrarnos el verdadero plato fuerte, los paisajes costeros y submarinos que crearon en esta ocasión para el nuevo ecosistema. Los que tengan oportunidad de verla en 3D, háganlo, ya que los escenarios lucen mucho más en este formato, que de por sí ya es impresionante en cualquier versión. Todo lo anterior, magníficamente fotografiado por Russell Carpenter, repitiendo con el director después de Titanic (1997) quien dota con su lente de veracidad un producto que sabemos no existe, tanto en las escenas grabadas en escenarios naturales, como las tomas submarinas o las que se grabaron en estudio que tuvo que realizar apoyado en pantalla verde.
Todo es magnífico en esta secuela, iniciando con el diseño mismo de los personajes, ya que los mismos varían en características de una tribu a otra, dependiendo el entorno, así como en los rasgos físicos de cada uno dentro de estas. Las personalidades independientes se notan con detalles como el estilo de cabello y los accesorios que utilizan, lo que debe agradecerse a los vestuaristas Bob Buck y Deborah L. Scott (quien repite de la primera entrega), porque ya sea virtual o real, el esmero en el diseño de cada una se nota. Mención aparte merece Simon Franglen, al haber orquestado una de las partituras más bellas del año, teniendo el reto de por lo menos equiparar lo realizado por el difunto James Horner en la entrega anterior. Todo amalgamado con coherencia, gracias al impresionante trabajo del departamento sonoro que en esta ocasión replicó lo ya escuchado, pero con una nueva gama de sonidos para las desconocidas flora, fauna y ambiente que superan a la anterior; de la misma forma que el montaje realizado por el mismo Cameron, compartido con David Brenner, John Refoua y Stephen E. Rivkin, nivela la serie de emociones y sucesos que se nos muestran a lo largo de las más de 3hrs (excesivas para mi gusto) de duración de la película y que en un producto como este, es vital para que todo luzca y se sienta como debe. Perfección visual absoluta, aunque esto no debería impresionarle a nadie tratándose del director.
Paréntesis. Existen películas donde la forma es lo que sostiene la calidad de esta, lo cual no tiene nada de malo si es que se pensó así desde el principio. Abarrotar la pantalla de efectos y estridencia que disimulen lo endeble de una trama que no funcionaría sin tanto adorno. Avatar, la ahora saga, no es una de estas, no, puesto que se ha buscado darle una profundidad basada sobre todo en el discurso ambientalista que utiliza como estandarte. En este sentido, como ya lo mencioné, la original fallaba, no tanto en mostrar su mensaje, sino en lo simplista del mismo. Hay una diferencia entre las palabras simple y sencillo que hay que aclarar, puede haber guiones sencillos, pero que en el fondo tengan una mayor profundidad y posean una estructura narrativa con diversas capas que no son visibles de entrada; por otro lado, hay productos que por más que quieran lograrlo, terminan volviéndose simples, ya que todo se nos da de una manera básica. Pues así como le sucedió a la primera entrega, en esta ocasión pareciera que se han repetido los mismos errores de escritura, lo que da entrada para hablar del principal punto que considero en contra de la cinta, que es precisamente su guión, que resulta un poco decepcionante.
¿Por qué digo esto? James Cameron es un maestro en su estilo, con diferentes profundidades narrativas a lo largo de su carrera, claro, pero si hay algo que sabe hacer mejor que la mayoría, eso son segundas partes, ya sea de franquicias propias o ajenas, ya que ha logrado realizar dos de las que se consideran superiores a las originales, las cuales son Aliens (1986) y Terminator 2: Judgment Day (1991). En ambos casos, el cineasta logró ampliar el universo de las primeras, dotando de una gran calidad a sus historias, alejándose lo suficiente para que tengan una personalidad propia, pero sin traicionar las bases en que se basaban. La razón de su éxito en este sentido se debe a la conciencia sobre el producto original, él sabía que se trataba de clásicos que serían imposibles de equiparar, por lo que optó por cambiar géneros y narrativas para que las comparaciones no lo acabaran, teniendo resultados espectaculares con esto. Es por esta razón que la historia de The Way of Water resulta insatisfactoria, ya que prácticamente nos encontramos ante lo mismo de la primera parte, sólo que en otro escenario y con un par hilos narrativos añadidos que no terminan de despegar.
Con esto dicho, el principal extra, el tema referente a la paternidad/maternidad, ni siquiera resulta novedosa en su carrera, ya que si la comparamos con las dos secuelas mencionadas en el párrafo anterior, ha decidido por lo fácil, repitiendo el tema. En Aliens, el personaje de Ripley se ve ante la verdad de que su hija ha muerto mientras ella se encuentra en animación suspendida, por lo que adopta un papel maternal con la niña que encuentra en su misión, mientras se enfrenta la otra madre de la película, la Reina Alien que defiende a sus sanguinarios hijos; en Terminator 2, Sarah Connor ya no sólo lucha por su vida, sino que ahora debe proteger la de su hijo y la humanidad entera, es decir, el rol maternal proyectado nuevamente. Pues en la película de la que escribo sucede exactamente lo mismo, los personajes ya no son simples guerreros que luchan por la dominación o supervivencia, ahora lo hacen por proteger a sus familias y la mayoría de sus actos de basan en esto, tanto del lado de los héroes, como de los villanos, pero sin lograr la grandeza de sus otros dos trabajos. Y tocando el punto de los villanos, en esta ocasión parece que ni siquiera se esforzaron en ese sentido, sin entrar a profundidad en el tema para no contar de más, pero esta vez no existe un T-1000 o la Reina mencionada, más peligrosos y poderosos que los de las versiones previas, lo cual suponía un reto para los protagonistas y este hacía interesantes sus tramas.
Sumado a esto, no fui el único en mencionar que por momentos, algunas escenas nos recordaban a las dos películas de las que he hablado y a Titanic, cosa que puedo ser realizada a conciencia como referencias; pero si no es así, evidenciaría una falta de creatividad por parte del director en el aspecto narrativo visual. Si a esto le agregamos la duración, que ya mencioné es excesiva debido al poco contenido argumental para llenar los espacios y que pudo ser reducida por lo menos en 25 minutos, sin que eso afectara la historia, aunque tendría que haber acortado escenas de inmensa belleza, vuelven demasiado repetitiva una historia que pudo dar para mucho más. Faltando una hora de metraje te preguntas qué más puede suceder si ya todo tema posible se ha tocado, dejando pocas y predecibles posibilidades para alargar la trama. Cuando te has pasado casi una década hablando de que el retraso se debe a los diversos tratamientos de tu guión, lo menos que espera el publico es un poco de originalidad, de la cual carece esta producción, la cual se nota fue diseñada ya como parte de algo más grande y no un producto que tiene inicio y cierre como la cinta origina, debido a las líneas argumentales que quedan abiertas en esta ocasión.
Con esto no quiero decir que no haya escenas de potencia emocional, porque las hay, sobre todo una referente a una cacería en el mar, que te hace odiar el hecho de ser humano debido a lo que sucede en ese momento, el cual resulta mucho más emotivo y desgarrador que otros donde personajes con peso argumental se enfrentan a la pérdida en diversos aspectos.
Para el final he dejado las actuaciones, que apoyadas en un espléndido trabajo de captura en movimiento, mantienen el nivel en todo momento, sobre todo en el caso de Zoe Saldana, Kate Winslet y Sigourney Weaver, quien en esta ocasión da voz y forma a otro personaje del que es mejor no hablar y del que su línea narrativa parece que será explicada a profundidad en las siguientes entregas. El trio de actrices se lleva por mucho a sus contrapartes masculinas, al ser sus personajes los que mayor desarrollo y cambios presentan, aunque de ellas tres no podríamos esperar nada menor en cuanto a calidad. Esto no quiere decir que el reparto masculino no haga un buen trabajo, ya que Sam Worthington, Cliff Curtis y Stephen Lang cumplen, pero sin llegar al nivel de sus compañeras.
Avatar: The Way of Water termina siendo lo mismo que su primera parte, pero mucho más grande y espectacular, pero dejando al público con una sensación de haber visto ya todo lo que se proyectó en la pantalla. Escenas que se te quedaran en la mente un tiempo hay y son bastantes, pero su historia es olvidable y será difícil que trascienda como la hizo la original, lo cual resulta lamentable al saber que el listón no estaba muy alto y pudo haber sido fácil lograr una historia superior. Aun con esto, la experiencia vale la pena, ya que este es uno de esos productos que deben verse, sí o sí, en una sala de cine, dejarse llevar por las bellas imágenes y sentir esa magia que solo se puede vivir de esa manera.