A la hora del cafe

Cuando el día pudiera no ser tan malo

La carretera a las 6:00 de la mañana me produce una soledad acogedora. Cuando aún no amanece, ya casi es invierno. El frío amenaza un poco, pero el aire fresco suaviza el ánimo, las luces, que no son pocas en una ciudad cuya vida escolar y económica empieza al amanecer, lanzan una señal: el día pudiera no ser tan malo.

Me siento incauta, indefensa a esa hora en que los ojos se nos ven diminutos o hinchados, hay vasos y termos con humo de café que se asoman por las ventanillas de los automóviles. Las gasolineras abiertas, incluso con fila de tres o cuatro coches, te muestran que, no obstante que te sientes heroica por circular a esa hora, pudiste haber salido más temprano de casa.

Siempre hay alguien que camina o corre por alguna de las calles en las que transitas a esa hora, donde probablemente estudiantes, docentes y empleados de tiendas de autoservicio, son los únicos que ya están listos para empezar una jornada de trabajo que, según sea el caso, se pudiera extender más horas de lo humanamente digno. Porque ¿quién trabaja solamente ocho horas en este país?

La madrugada que se convierte en día, huele a tranquilidad. Para quien decidió ser una persona productiva pero atada a horarios, a instrucciones, a correos, mensajes de WhatsApp por responder, es quizás la hora más pacífica. Las estaciones de radio transmiten programas de contenido económico, parece a propósito, con ganas de que pocas personas los escuchen. Algunos noticieros ya comenzaron y otros están por arrancar.

Es una hora poco contaminada de: mal humor, bajones emocionales, preguntas laborales incómodas, hay poco tráfico y normalmente, la gente saluda de buen ánimo. Algunos gimnasios están abiertos y ya se escucha a lo lejos la voz de los entrenadores tratando de motivar a los que madrugan para ejercitarse.

Es cierto que hay quienes desde más temprano ya salvaron vidas en hospitales, quienes abrieron un turno de fábrica desde las 4 am, quienes pusieron punto final a una edición de periódico o quien abrió la jornada de una televisora o radio difusora. También hay choferes que viajan de noche y de madrugada, jornaleros que van en bicicleta a sus destinos, con poca iluminación y escasa seguridad en el tránsito.

La madrugada, entre el alba y el amanecer, puede ser desgastante, pero también puede ser un tiempo perfecto para poder soportar después lo abrumador de cada día: el ruido, la prisa, el tráfico y lo urgente. Después de todo, siempre habrá café para cada alma somnolienta.

Twitter: @Lavargasadri.