Bros (2022)

En una semana en la que posiblemente todo mundo vaya a escribir sobre Bardo, Falsa Crónica de Unas Cuantas Verdades (2022) de Alejandro G. Iñárritu, decidí optar por otra cinta que se estrenó el mismo fin de semana y esperar a que la producción mexicana llegue a Netflix. Esto, porque nunca he sido fanático del realizador mexicano, a quien considero muy bueno en su faceta de productor, pero no tanto en la de director; también porque me encontraba en un momento en que prefería algo más sencillo y sin tanta pretensión (sí, es sarcasmo a todo el hate que se le ha tirado a Iñárritu, aunque debemos aceptar que esa característica es constante en su filmografía). Esperando que la decisión no me explote en la cara, como sucedió cuando antepuse el documental Flee sobre el fenómeno que significó Top Gun: Maverick, cinta por la que no apostaba nada y resultó la más taquillera del año hasta el momento, procedo entonces a hablar sobre la cinta Bros, del director Nicholas Stoller. 

El género de la película seleccionada es el de comedia romántica, quizás sólo superado en esa dualidad amor/odio por el de terror, pero que definitivamente nos ha regalado algunas películas más que memorables, cosa que no es de extrañar si tomamos en cuenta que este tipo de producciones son casi tan antiguas como el cine mismo. Desde la clásica It Happened One Night (1934), una de las tres cintas ganadoras de los 5 premios Oscar más importantes en la historia; o The Philadelphia Story (1940), estelarizada por Katharine Hepburn, quien también fue nominada al Premio de la Academia por su papel; pasando por la triada Roman Holiday (1953), Sabrina (1954) y Breakfast at Tiffany’s (1961), todas estelarizadas por la otra Hepburn, Audrey, con Oscar incluido para la actriz por la primera;  llegando a The Apartment (1960), con Jack Lemmon y Shirley MacLaine, haciendo lo suyo en el apartado de Mejor Película en su año; moviéndonos a los 70, donde Woody Allen renovaría el formato con Annie Hall (1977); para finalmente encumbrarse como uno de los géneros más taquilleros de los 80 y 90, donde actrices como Meg Ryan, Julia Roberts y, un poco más adelante, Sandra Bullock, basaron su celebridad y fortunas en interpretar a las protagonistas de este tipo de producciones, logrando el amor del público masivo.

El párrafo anterior, es para dejar en claro que con una comedia romántica bien escrita y llevada se puede lograr mucho. Reese Witherspoon, Renée Zellweger e incluso Jennifer Lopez han logrado aplausos y aceptación al participar en este tipo de cine; algunos guiones se han vuelto parte referencial de la historia cinematográfica; venga, Cher y Helen Hunt tienen un Oscar por realizar los protagónicos de Moonstruck (1987) y As Good As It Gets (1997), respetivamente. Otra cosa que resalta en este texto previo es la notoria presencia de nombres femeninos, porque sí, aunque algunos hombres han logrado colarse y hacer carrera como héroes románticos, este tipo de películas ha sido dominado por mujeres desde el inicio de los tiempos. Cine “para mujeres”, con mujeres protagonistas en busca del amor, en la mayoría de los casos realizadas por mujeres; aunque el mercado no se cierra a ellas, ya que luego viene otro sector que tiende a consumirlas, que es el LGBTIQ+, lo que hace razonable la idea de haber realizado esta producción. 

Ahora, ya que he ahondado en los puntos antes mencionados, debo decir que en esta ocasión no me centraré en la película como tal, hablaré de ella, claro, pero tomando como punto principal el fracaso comercial de esta; porque para los que no lo sepan, Bros es uno de los más grandes del año, ya que no ha logrado recuperar ni la mitad de su presupuesto, a pesar de que cuenta con una calidad superior a la media, por lo que decidí tratar de encontrar las razones de dicho descalabro económico. Pero antes, ¿de qué va la trama?

Bobby Leiber (Billy Eichner), es un hombre gay blanco en sus cuarentas, viviendo en Nueva York, que ha logrado un éxito relativo en todo lo que se ha propuesto; poseedor de un podcast sobre historia LGBTIQ+ que acaba de lograr un millón de suscriptores, ha publicado algunos libros con la misma temática y, sobre todo, ha logrado formar parte de la mesa directiva que intenta abrir el primer museo donde se conmemorará a los personajes e historia de la comunidad de la que forma parte. Por estos motivos ha sido seleccionado para recibir el premio a “mejor hombre gay cis” en una ceremonia que organiza el colectivo LGBTIQ+. Es en la transmisión de su programa, horas antes de recibir su premio, que uno de sus escuchas lo cuestiona sobre el amor, a lo que él responde que jamás ha estado enamorado y que se encuentra bien con eso, ya que piensa que ese sentimiento no es para él, puntualizando que ama su independencia y libertad. En medio de estos acontecimientos, se nos muestra la vida “amorosa” del protagonista, que no pasa de citas sexuales efímeras con otros hombres que conoce por medio de la app para encuentros Grindr, los cuales no le satisfacen del todo, pero se ha acostumbrado a vivir de esa manera y cree estar conforme con eso. Y digo cree, porque esto es una comedia romántica, por lo que no es un misterio para nadie que los protagonistas, por más que juren no necesitar o incluso odiar el amor, van a terminar ahogándose en el fango del enamoramiento, lo quieran o no, así como sufriendo en determinado momento del metraje por eso. 

No han pasado ni quince minutos de la película cuando esto sucede, ya que Bobby es invitado por su amigo Henry (Guy Branum) a la fiesta de lanzamiento de una nueva app de encuentros para gays (porque al parecer nunca se tienen suficientes), en un club nocturno, donde conoce al insanamente atractivo y descamisado Aaron Shepard (Luke Macfarlane), la viva imagen de la belleza hegemónica y los resultados del crossfit, quien es tachado de aburrido por Henry. Para conveniencias del guión, Bobby y Aaron terminan conversando un par de ocasiones, descubriendo que el segundo no es ni aburrido, ni tan superficial como podría parecer, pero generando en el primero malestar, ya que todos sus encuentros durante la noche terminan de forma abrupta cada que Aaron desaparece de su lado para terminar bailando o hablando con alguien más. Debido a la frustración que esto crea en Bobby, lo busca para reclamarle su actitud, para terminar enfrascados en una discusión que parece provocar mayor atracción entre ambos de la que debería.

A partir de esta introducción, el dueto protagonista coincidirá en varias ocasiones, cada vez más recurrentes, para recorrer todos los lugares que una comedia romántica sobre dos seres opuestos está obligada a transitar; la aceptación personal, las inseguridades de cada uno de ellos, los sueños frustrados, el conformismos que viene con la edad sobre ciertos aspectos de la vida, luchas personales internas y externas, las diferencias que los separan, los puntos en común que los unen, así como una serie de situaciones cómicas que se presentan, tanto a favor, como en contra de la relación de los dos hombres que poco a poco comienzan a tener un sentimiento más grande para con él otro, pero que se resisten a aceptarlo por un pasado y estilo de vida que los ha hecho actuar como lo hacen. Todo, acompañado de un soundtrack que edulcora el crecimiento de su romance, porque ¿qué sería de una comedia romántica sin este tipo de secuencias? 

¿Les resulta familiar? Claro que lo es, porque lo que escribo lo hemos presenciado antes en decenas de películas del mismo corte. Una comedia romántica tiene puntos que son obligados y, salvo películas como las que enlisté al inicio, que se esmeran un poco más, todos acudimos al cine esperando algo sencillo para ser testigos del milagro del amor. Una cinta de este estilo debe terminar haciéndote sentir feliz porque la pareja pudo contra todo y los protagonistas lograron permanecer juntos, al mismo tiempo que te sientes miserable al comparar lo que acabas de ver con tu deplorable vida amorosa, pero consciente de que las diferencias entre la pareja que toda la película fueron evidentes terminarían por destruir aquella relación de cuento de hadas en la vida real. Pero eso no importa, los créditos han aparecido, una canción melosa y pegadiza suena de fondo, y los protagonistas vivirán felices y juntos para siempre; salvo excepciones como My Best Friend’s Wedding (1997), que debo mencionar es uno de mis filmes favoritos, posiblemente por ese cambio en la estructura clásica. Siempre Jules, nunca Kimmy, pero mi triste vida sentimental no es parte de esta reseña, así que prosigo.

¿Bros cumple como una buena película? Dejando preferencias personales y posibles identificaciones de lado, sí, lo hace y de una manera bastante destacada, sin ser la joya cinematográfica que el mundo estaba esperando. El guión, escrito a dos manos por el mismo director y Billy Eichner tiene momentos en verdad graciosos, pero sobre todo realistas para los que hemos vivido experiencias similares; las referencias populares, las bromas basadas en usos y costumbres de la comunidad gay son atinadas, los conflictos existenciales de los personajes se manejan de manera correcta, por lo que en ese sentido no tiene mayor queja que la falta de tratamiento o profundidad para el resto de los personajes que no son protagonistas, ya que por momentos pareciera que sólo están ahí para llenar la cuota de cada una de las letras que conforman el colectivo LGBTIQ+. 

Por el lado de las actuaciones, los actores centrales muestran mucho más química entre ellos que algunos romances forzados heterosexuales en otras comedias románticas, donde parecía que la pareja estaba ahí sólo para cobrar su cheque y retirarse a sus camerinos. En esta ocasión el avance sentimental entre los dos se da de forma orgánica y fluida, incluso en los pocos momentos en que se muestra la intimidad entre ambos; pero como dije, son ellos los que lucen, ya que el resto aparece tan poco que parecen extras lanzando alguna que otra frase graciosa o motivacional a los protagonistas, para después desaparecer hasta el siguiente acto.

Dejando en claro que se trata de una película con calidad superior a la media, me adentro al tema del que quiero hablar, que es su fracaso en la taquilla. Al tanto de que no se trata de la primera película en la historia con calidad decente que termina siendo una bomba (como se les conoce a los fracasos económicos), es de llamar la atención que esto haya ocurrido el mismo año en que Lightyear pasó por algo parecido. Los aspectos que pudieron haber causado esta debacle son muchos, pero trataré de dar mi opinión al respecto.

El primer punto es la segmentación de mercado. Tomando en cuenta que las estadísticas dictan que la comunidad LGBTIQ+ conforma poco más del 12% de la población mundial, datos que no incluyen a los países donde todavía se considera un delito, por lo que ocultan su orientación. Ese porcentaje puede sonar alto, ya que dentro de otras minorías se ha logrado que productos con los que se identifican se vuelvan éxitos enormes, pero en nuestro caso, la película sólo retrata a la segunda letra de las siglas, al centrar la historia en un par de hombres blancos, con posiciones sociales superiores a la media, donde incluso el personaje que no se siente tan atractivo como el otro, lo es mucho más que una gran mayoría. Se puede decir que la cinta va dirigida a un micromercado, producto de la división de un grupo que ya está segmentado desde el principio. Las escenas en las que los encargados de la apertura del museo, representantes de los diversos géneros que conforman el colectivo, luchan para ponerse de acuerdo, son un claro ejemplo de esto que acabo de mencionar.

El género, orientación sexual y edad de los protagonistas. En las comedias románticas no es extraño ver personajes gais, como en la ya citada My Best Friend’s Wedding, la cuestión es que estamos acostumbrados a verlos como acompañantes de la mujer en busca del amor, no como protagonistas. Era obvio que tenía que llegar el momento en que algún homosexual tuviera su propia historia de amor producida por un estudio importante con presupuesto considerable, pero al no estar estelarizada por una mujer, perdió más del 65% de su mercado base, que es la media aproximada para las comedias románticas. Las personas vamos al cine a vernos reflejados en este tipo de productos y parece ser que en esta ocasión el público que pudiera sentir esta identificación fue demasiado reducido (incluido yo, que no logré empatizar con ninguno de los dos protagonistas). En el 2018, con la mitad de presupuesto, se estrenó la cinta Love, Simon, resultando en un sorpresivo éxito medio del que nacería una serie spin off. La diferencia entre ambas producciones fue tanto el tono de la historia, como el mercado al que iba dirigido. Mientras Bros habla de hombres que han pasado los 40 años, Simon se centra en el proceso de aceptación y primer romance de un joven que estudia la preparatoria, un mercado mucho más receptivo a todo tipo de historias y a recibir el cambio en los formatos con mucha más facilidad.

La campaña de publicidad. Desde que el primer trailer y poster apareció, nunca estuvo claro de que tipo de película se trataba. Los nombres relacionados con la producción y dirección no eran comunes en la comedia romántica, por lo que el público dudaba si se trataba de un romance, una comedia escatológica o una parodia. Cuando la distribuidora quiso solucionar esto fue tarde, ya que el interés por la cinta había decaído mucho.

Los protagonistas. Como ya mencioné, aquí no se trata de falta de talento, sino del peso de los nombres relacionados. Una comedia romántica lésbica con Jodie Foster, por citar alguna, hubiera sido un producto más llamativo para el público por la fama de la semi retirada actriz. Billy Eichner y Luke Macfarlane son muy capaces, pero distan mucho de ser estrellas que atraigan a las masas. Se entiende que no hay, hasta el momento, una superestrella que represente a la comunidad LGBTIQ+, no una equiparable al nivel comercial de las heterosexuales, pero posiblemente con otros nombres la taquilla hubiera funcionado mejor.

Un guión demasiado exclusivo. El guión está bien escrito, con personajes definidos correctamente, a pesar de que por momentos quería golpear en la cara al protagonista por ciertas actitudes, pero eso es un punto de vista personal al no empatizar con él. Entiendo que cada minoría tiene el derecho absoluto de tener películas que cuenten historias para cada una, pero parte del éxito de una producción, porque esto no deja de ser un negocio, es la universalidad del tema que trata. Una historia sobre la abolición de la esclavitud pesara siempre más sobre las victimas de la misma, pero debe ser contada de manera que atraiga a un publico más amplio. En este caso, donde el humor es vital, el mismo llega a ser incomprensible para una gran parte del público, ya que se centra demasiado en referencias que sólo los que formamos parte de este colectivo podemos entender, incluyendo los cameos de celebridades que para el espectador promedio no representan mucho peso. 

Bros es una película que pudo haberse realizado mejor, sin que por eso se demerite su calidad. Los tiempos han cambiado y con ello los productos que se realizan, siendo esta la primera vez que un estudio se arriesga a este nivel, esperando que el descalabro económico no la vuelva la última. Tal vez bajo la dirección de otra persona y con una historia más abierta las cosas hubieran resultado diferentes, pero las buenas intenciones se notan. Una cinta que pudo haber tenido más relevancia en streamings, donde el peso del dinero no es tan importante, que es lo que termino hundiéndola. 

Para el resto del año quedan dos producciones importantes que se estrenarán en cines con personajes gais como protagonistas (My Policeman con Harry Styles hará mucho ruido, pero no cuenta porque se estrenará en Amazon), Spoiler Alert con Jim Parsons (gay declarado) y The Whale con Brendan Fraser (heterosexual). La primera con estreno limitado, ya que acaba de ser sacada del calendario para su ampliación de salas; la segunda con miras a acaparar nominaciones y premios en la temporada. Necesitaremos que el año termine para ver si alguna de estas termina convirtiéndose en un éxito o si los estudios darán un paso atrás en este tipo de producciones. Como sea, ambas son dramas, por lo que necesitaremos que alguien más se arriesgue para saber si el colectivo tiene futuro en el cine comercial.