Amsterdam 2022
David O. Russell, odiado y amado por igual, es un director que crea expectativas inmensas apenas se anuncia un nuevo proyecto suyo. Tachado como acosador, y conocido por su tiránico y déspota comportamiento durante sus rodajes, ha logrado que 3 de sus cintas lleguen al Oscar en la categoría principal, posicionando a dos de ellas, Silver Linings Playbook (2012) y American Hustle (2013), en el tan difícil de lograr Big 7 (nominaciones en película y dirección, las cuatro categorías actorales y alguna de las dos de guionismo). A pesar de que a se le han escapado los premios en lo referente a dirección y escritura, podemos decir que es debido a él que Jennifer Lawrence tiene tres Golden Globes y un Oscar, así como que Christian Bale y Melissa Leo hayan recibido sus premios de la Academia por The Fighter (2010).
A pesar de que estos tres actores han mencionado no tener reparo en volver a trabajar con el director, otros tantos han dejado en claro que no piensan volver a hacerlo, como lo son Mark Wahlberg, quien soportó dos trabajos bajo su dirección, antes de rechazar un papel en American Hustle; Lily Tomlin, cuya enemistad con el realizador se volvió viral al filtrarse un video del rodaje de I Heart Huckabees (2004), en el que es humillada y ofendida a gritos por O. Russell; o la misma Amy Adams quien, de forma más diplomática, y a pesar de haber recibido dos nominaciones al Oscar y un Golden Globe por sus producciones, dijo haber sido llevada hasta las lágrimas en uno de los rodajes y que no comulgaba con la forma de trabajar del director.
Toda esta prensa negativa alrededor del cineasta, si bien provocó cierto tipo de anti-campaña, no impidió que el mundo cinematográfico esperara con ansias su siguiente proyecto, Amsterdam, el primero desde que dirigiera la cinta Joy en el 2015. Con un reparto inflado de superestrellas, un presupuesto de 80 millones de dólares y con una campaña de publicidad que la perfilaba para formar parte de la temporada de premios, la cinta se ha estrenado esta semana en las salas de casi todo el mundo, pero con resultados muy diferentes a los que se hubiera esperado, dejando en claro que ningún realizador es a prueba de balas y que no por repetir una fórmula que le ha funcionado antes, el éxito está asegurado.
David O. Russell no es ajeno a tomar sucesos de la vida real para utilizarlas en sus películas, siendo ejemplo de esto su anterior cinta, la biografía de la emprendedora Joy Mangano; pero si tenemos que encontrar un referente con el cual comparar Amsterdam, entonces debemos hacerlo con American Hustle, cuya historia es una ficción que toma como base la operación ABSCAM realizada por el FBI en la década de los 70. Si la mencionada película logró 10 nominaciones al Oscar y fue un éxito en taquilla, no es de extrañarse que se buscara intentarlo de nuevo, viajando algunas décadas al pasado, diluyendo el hecho histórico en el que se basa e inyectando una mayor dosis de intriga y misterio, acercándose más a la comedia y el cine detectivesco, mientras se aleja, tal vez demasiado, de la historia que quiere contar.
En esta ocasión, el telón de fondo para la trama de la cinta es el supuesto complot político conocido como Business Plot, en el que un grupo de poderosos empresarios trataron de derrocar al presidente Franklin D. Roosevelt para instaurar otro tipo de orden político. Aunque este nunca fue totalmente verificado, el rumor tomó fuerza cuando un general retirado de nombre Smedley Butler testificó que trataron de reclutarlo, debido a su popularidad entre las tropas militares, para llevar a cabo un golpe de estado.
Utilizando este hecho histórico, la película comienza con un par de amigos veteranos de guerra: por un lado, el doctor Burt Berendsen (Christian Bale), dedicado a ayudar a otros exsoldados que padecen los dolores que las heridas en batalla dejaron en sus cuerpos, así como la experimentación con medicamentos para estos malestares; por el otro, el abogado Harold Woodsman (John David Washington), quien le pide a su amigo que realice una autopsia al cadáver del senador Bill Meekins, a petición de su hija Elizabeth (Taylor Swift), quien no cree que su padre haya fallecido de causas naturales. Una vez han realizado el trabajo para el que fueron contratados y de encontrar posibles pruebas, ambos son culpados de un homicidio, por lo que deben esconderse de la policía que los busca para interrogarlos sobre el suceso.
La historia entonces viaja al pasado, a un extenso flashback en el que se nos muestra el momento en que Burt es técnicamente enviado a la guerra a la fuerza, ya que la familia de su esposa espera deshacerse de él, su encuentro debido al racismo con Harold y la amistad que se da entre ambos, para después terminar malheridos bajo los cuidados de una peculiar enfermera de nombre Valerie (Margot Robbie), quien realiza obras de arte con el metal que extrae de los cuerpos maltrechos de los soldados que llegan al hospital donde ella da su apoyo. Durante su recuperación dentro del lugar, entre los tres se genera una amistad que los lleva a viajar a Ámsterdam, ciudad donde ella tiene contactos y terminan relacionados con Henry Norcross (Michael Shannon) y Paul Canterbury (Mike Myers), un par de pintorescos personajes que insisten en “no ser espías”. Durante su estancia, se dedican a la vida bohemia, ayudar a otros veteranos y pasársela bien, desarrollando un romance entre Valerie y Harold, al mismo tiempo que la amistad entre los tres se vuelve cada vez más fuerte.
Como nada puede ser para siempre, la vida los obliga a separarse uno a uno, con el par de hombres reencontrándose en New York, retomando su amistad hasta el día en que inicia la trama, viéndose inmiscuidos en una red de intrigas relacionadas con un misterioso grupo de conspiradores que trabaja en las sombras, lo que los obliga a buscar el apoyo de un millonario de nombre Tom Voze (Rami Malek) y su esposa Libby (Anya Taylor-Joy), lo que provoca un reencuentro con Valerie, quien se encuentra en un estado muy diferente al que sus amigos recuerdan. A partir de ese momento, los tres vuelven a trabajar en conjunto para descubrir lo que está sucediendo, al mismo tiempo que tratan de limpiar sus nombres, con el apoyo del General Gil Dillenbeck (Robert De Niro), a quien la malvada y misteriosa organización trata de utilizar para sus fines.
Dejando de lado el gusto o rechazo popular, la calidad o falta de esta de la película, tarde o temprano llega un punto en que a muchos directores les explota uno de sus proyectos en la cara y parece que le ha llegado el momento a O. Russell. Atacado por muchos como un director pretencioso, errático y con proyectos sobrevalorados, en esta ocasión no hay manera alguna de defenderlo, ya que la cinta puede ser definida, aunque con momentos logrados y divertidos, con estos adjetivos a la perfección. En pantalla vemos mucho de todo, con aspectos técnicos realmente logrados y algunas actuaciones que valen la pena, pero ninguna de las partes termina funcionando en la amalgama final que debería representar tanto talento relacionado a un proyecto. Digamos entonces que todo lo que hizo lucir a American Hustle, en esta ocasión se hunde en un mar de incongruencia y sin sentido, pero mucho lujo.
Pero vamos por partes, la película tiene cosas buenas que se deben mencionar, sobre todo en el apartado visual del que no puedo decir nada en contra, ya que ese presupuesto se nota y mucho. Empezando con la fotografía de Emmanuel Lubezki, de quien no se necesita escribir mucho para saber que realizará, nacionalismos de lado, un trabajo impecable como siempre; aunque en definitiva le hemos visto mejores, su ya conocido manejo de la luz, espacios y atmosfera ayudan a enmarcar el despliegue artístico que representó la recreación de las épocas por las que la trama avanza. La música creada por Daniel Pemberton resulta efectiva, creíble y mucho más orgánica que la historia misma, saltando entre géneros con mucha más fluides que el guión. El diseño de vestuario, de producción, los decorados y la ambientación también son para remarcar, haciendo evidente que si la película no termina olvidada en las premiaciones que vienen en meses próximos, será una de esas ocasiones en que varias nominaciones le llegarán en las llamadas categorías creativas, que son sus verdaderos puntos fuertes.
Ahora, saltando a la yugular, porque aquí no venimos a edulcorar la realidad, el principal problema que tiene este producto es su historia. Si tu primer cuadro en pantalla indica que “mucho de lo que vamos a ver ocurrió”, uno espera que el tema central gire en torno al conflicto verídico, aunque ficcionado, de este hecho; pero esto tarda una eternidad en suceder. El director pierde demasiado tiempo, después de un muy buen inicio, con intriga y asesinatos efectivos, en presentarnos el conflicto, ya que el suceso sólo se muestra vedado entre historias románticas e intentos aleccionadores fallidos sobre el valor de la amistad. Hay más en pantalla sobre amores perdidos, relaciones que se han alargado más de lo que deben, el apoyo incondicional entre colegas, que un avance lógico en una trama que salta del film noir, a la comedia negra, al cine romántico, a la crítica social con chispazos humorísticos (sobre todo en los comentarios de Chris Rock), haciendo parecer que el director y guionista no tenía la más mínima idea de a donde dirigir su historia o el mensaje que quería transmitir, pero que sí estaba seguro de que debía ser grande, muy grande, en todo sentido. El montaje, atropellado por momentos, termina provocando una sensación de inestabilidad imposible de ignorar, por lo que, cuando por fin logra definir la trama, con una que otra vuelta de tuerca que, la verdad sea dicha, no toma por sorpresa a casi nadie, ya es demasiado tarde, ya que su historia se ha vuelto tan dispersa que el espectador lo que quiere es que termine. El tercer acto mejora mucho, porque es cuando parece que el director recordó la base de su historia, sobre todo cuando aparece en escena un genial Robert De Niro, con su versión ficticia del general Smedley Butler, pero para ese momento ni su talento puede hacer mucho para mejorar algo que no tuvo una armonía desde el inicio y que desperdicia a la mayoría de un reparto que en manos de otros como Wes Anderson (a quien es evidente trato de copiar su estética visual y estilo narrativo) o Robert Altman, si nos vamos a la vieja escuela, hubieran sacado chispas en cada una de sus escenas. Sus personajes están mal delineados, sobre todo los tres protagonistas, con desarrollos argumentales casi nulos, y con el resto del reparto apenas logrando sacar algo de provecho de sus pocos minutos en pantalla.
Si en tus filas tienes el privilegio de contar con nombres tan brillantes como Christian Bale, Margot Robbie, John David Washington, Anya Taylor-Joy (quien debo aceptar que lo hace bien, logrando lo imposible, lo cual es que la odiara en sus pocas escenas, caso difícil, ya que si ella me pidiera ingresar a una secta, posiblemente lo haría sin pensarlo), Chris Rock (siendo Chris Rock), Michael Shannon, Mike Myers, Timothy Olyphant, Zoe Saldana, Rami Malek, Robert De Niro (lo mejor de este desastre) e incluso Taylor Swift (en su papel más largo hasta el momento, ya que está tan aferrada en volverse estrella de cine, como Lady Gaga en ganar un Oscar, pero que los directores ya deberían captar que siempre que aparece en una cinta, la misma termina fracasando), lo menos que puedes hacer como artífice total de una producción, es regalarles papeles memorables y escenas que los hagan lucir; tristemente eso no sucede y tenemos unos de esos casos donde los nombres brillan más que el resultado final. Como dije, en otras manos, esta historia hubiera dado para más, pero parece que el ego y soberbia del director terminó volviéndose su peor enemigo, ya que la cinta ha resultado el peor fracaso en la taquilla del año y una de las que peores reseñas ha tenido en este 2022.
Amsterdam daba para mucho, pero se quedó en buenas intenciones y no llega a ningún lugar. Posiblemente estemos ante la primer y última película de semejante envergadura del director, a quien parece que el karma ha alcanzado por fin. Si piensan verla, posiblemente funcione entre los fanáticos de algunos de los nombres relacionados o a espectadores que sólo buscan pasar el rato, pero nada más, ya que, al final resulta en ese tipo de productos a los que llamo “pasteles de boda”, que por lo general son hermosos, pero que una vez nos ha llegado una rebanada a nuestras manos y la consumimos, terminamos dejando una gran porción en el plato, ya que su sabor es muy inferior al bello diseño con el que se presentó aquella supuesta maravilla de repostería. Cuando una película de este tamaño es opacada en números por una cinta de terror de bajo presupuesto, como lo es Smile (2022), es que algo malo ha sucedió, y en este caso no hay forma de contradecir la regla. Sin reparo puedo decir que acabamos de eliminar un nombre de la lista de posibles contendientes a premios este año.