The Survivor (2021)
Esta semana toca una película para televisión que no lo es. ¿Por qué? The Survivor, de Barry Levinson, tuvo un recorrido peculiar desde su estreno en el Festival de Cine de Toronto en septiembre del año pasado. Dicho evento, sirve como escaparate para que ciertos filmes sean exhibidos para su adquisición por distribuidoras que apuestan por ellos para lanzarlos durante la temporada de premios, debido a su manufactura y calidad. La cinta de la que hoy hablo tiene todo lo necesario para que, en otras épocas, la pelea por adquirirla fuera encarnizada; pero esta situación no se dio, por lo que terminó siendo HBO quien se hiciera con los derechos de distribución exclusiva dentro de territorio estadounidense, programándola para su estreno en su plataforma HBO Max. Por este motivo, es que una producción que fue pensada para cine al final resultaría vista sólo en formato casero, aunque no en otros países, como México, en el que sí fue proyectada en las salas de los complejos cinematográficos, motivo por el que escribo de ella.
Para hablar de The Survivor hay que hacerlo primero de su director. Levinson fue una celebridad, un cineasta taquillero, que podemos llamar clásico, esos que hacen cine de formula, con altos estándares de calidad, pero apegados a formatos que en los tiempos que vivimos ya no funcionan del todo. El 6 veces nominado al Oscar (1 como productor, 2 como director y 3 como guionista), que logró hacerse con el triunfo por la dirección de Rain Man (1988), tuvo un inicio de carrera envidiable, puesto que, desde su opera prima Diner (1982), casi todas sus cintas eran por lo menos nominadas a un premio de la Academia. The Natural (1984), Young Sherlock Holmes (1985), Good Morning, Vietnam (1987), Rain Man, Avalon (1990) y finalmente Bugsy (1991), que lograría su máximo récord con 10 nominaciones, aunque no tendría mucho que hacer al final contra The Silence of the Lambs.
Tristemente, tan sólo un año después, la suerte pareció abandonarlo, cuando Toys (1992) resultó un fracaso de crítica y taquilla, a los que se le unieron todos sus proyectos para cine siguientes. Jimmy Hollywood y Disclosure, del 1994, reafirmarían esa mala racha que se ha extendido hasta la actualidad, por lo que el director se ha dedicado en los últimos años a realizar episodios para series, miniseries o películas para televisión, campo en el que se ha visto favorecido, por lo que resulta irónico que el que parecía su retorno a la gran pantalla, terminara volviéndose un producto con estreno hibrido.
La historia que Levinson seleccionó para su regreso a las grandes ligas nos cuenta la vida de Herschel “Harry” Haft, un boxeador polaco de la vida real, que contó con cierta notoriedad al ser conocido como “El Sobreviviente de Auschwitz”, un campo de concentración nazi. Iniciando en 1963, la trama nos muestra, utilizando flashbacks a las décadas de los cuarenta y cincuenta, la vida de Harry desde su juventud en la que es testigo de cómo su novia Leah (Dar Zuzovsky) es apresada por los alemanes, para luego ser él quien termina siendo ingresado en el mencionado campo, la manera en que logró sobrevivir a este confinamiento, su traslado a Estados Unidos una vez que recuperó su libertad, su breve carrera como boxeador, sus inagotables intentos por encontrar a la mujer que amó en su juventud y que asegura sigue con vida, motivo principal por el que luchó, ya sea por su vida como prisionero de guerra o por lograr mantenerse en pie arriba de un cuadrilátero. A la par, lo vemos pelear con los fantasmas de la traumática época de encierro en que hizo cosas que lo atormentan, pero que de otra forma no hubiera sobrevivido; el rechazo una vez que narra a la prensa las razones por las que continúa con vida, formando parte de sus múltiples intentos de notoriedad para que su nombre apareciera en los medios y Leah supiera que no había muerto, como lo hacía al tratar de conseguir peleas con boxeadores de renombre por el mismo motivo; su lucha por dejar el pasado atrás en la forma de una relación con la que se volvería su esposa Miriam (Vicky Krieps), su retiro del boxeo, la fase familiar como padre, esposo y comerciante que le dieron cierta felicidad; hasta el momento en que logra encontrar lo que tanto buscó, en una etapa en que había dejado de intentarlo y que no resulta de la forma que él hubiera deseado.
¿La trama les resulta familiar? Películas sobre víctimas del Holocausto, ya sean basadas en hechos reales o ficción, hay muchas, lo cual no se reprocha, porque este no debe ser olvidado jamás; pero, por tal motivo, es que resulta difícil que una obra logre, en estos tiempos, trascender como lo han hecho otras. The Pawnbroker (1964), Sophie’s Choice (1982), La vita è bella (1997), The Pianist (2001) y más recientemente Saul fia (2015), son algunas que han logrado quedarse en la mente colectiva y se volvieron referencia obligada para todo aquel que toqué el tema. Si comparamos a The Survivor con la lista mencionada, en definitiva no terminará dentro de esta, pero no por eso quiere decir que sea una mala película.
Como he dicho en otras ocasiones, hay cintas a las que es casi imposible encontrarles algún defecto, ya que no lo tienen, todo es correcto o hasta sobresaliente en ellas, salvo el tratamiento que se les da a sus historias, siendo este uno de esos casos. En esta película todo está cuidado, desde los aspectos técnicos, las actuaciones y la forma en que está estructurada, logrando lo que se proponen, mover fibras en el espectador, dejando esa sensación de realización y paz una vez que ha terminado la función. Levinson es muy bueno en este tipo de historias y su mano se siente en cada toma que se nos muestra, apoyado por el equipo que seleccionó para darle forma a su proyecto, haciendo que todo funcione con sincronización perfecta.
Empecemos con la fotografía, que creo es uno de los aspectos sobresalientes en esta ocasión, ya que, si bien se nota que trató de copiar estilos de otras producciones, el manejo del deprimente y asfixiante blanco y negro que se utiliza en las secuencias dentro de los campos de concentración contrasta con el colorido de un Estados Unidos en pleno auge, donde todo es posible y la guerra ha quedado atrás. El cinematógrafo George Steel, curtido en la televisión, nos presenta dos mundos que chocan entre ellos, pero que cohabitan dentro del protagonista, reflejando la persona que fue, contra la que es después de haber vivido semejante calvario. Esta dualidad se extiende en cada dirección, ya sea en el vestuario creado por Marina Draghici, quien nos presenta la ruina del pasado, contra los vibrantes colores que tratan de ocultar los recuerdos amargos, todo con el realismo y exactitud necesaria para volver creíbles a los personajes y sus historias; el diseño de producción de Miljen Kreka Kljakovic hace su parte, una muy vital al momento de definir personalidades, momentos históricos y situaciones que giran alrededor del eje que es Harry en esta historia; Hans Zimmer, el que está más acostumbrado a este tipo de producciones, nos regala partituras características de su estilo, adaptadas a las necesidades de estas dos realidades del protagonista, en un trabajo eficaz y cumplidor, pero que no está dentro de lo mejor del compositor; por último, y posiblemente uno de los aspectos que pueda no ser tan llamativo, pero que es tremendamente fundamental en esta ocasión, es el trabajo realizado por el montador Douglas Crise, responsable de la edición de cintas como Babel (2007) y Birdman (2015), ambas de Iñarritu, que en esta ocasión no sólo se enfrenta al reto del que salieron airosos sus compañeros en aspectos técnicos, sino que él, acompañado de departamento de sonido, tienen que realizar desde largas secuencias para los momentos de mayor angustia, acompañándolos de sonidos característicos del drama bélico, para luego realizar cortes ágiles, con el apartado sonoro necesario para las escenas sobre el ring, en que los golpes y movimientos deben ser precisos y medidos de forma que el espectador pueda darse cuenta de lo que sucede, sin perder el ritmo que se necesita en estos momentos. Un grupo que supo trabajar en conjunto, donde nada se desperdicia y se logra un nivel artístico de primera.
Sobre las actuaciones no hay mucho que decir y esto no es porque el reparto no haga un muy buen trabajo. Peter Sarsgaard como el incisivo reportero que publica la historia de Harry y el responsable de brindarle la verdad que tanto ha deseado; Saro Emirze como el hermano y representante del protagonista, que trata de entender algo que él no vivió; Danny DeVito, siendo Danny DeVito, como el entrenador que intenta darle una oportunidad al boxeador, en el que es su enfrentamiento más importante; John Leguizamo, con pocas escenas, como el otro encargado de poner en forma al protagonista; y Dar Zuzovsky, como el objeto de la obsesión de Haft, con sólo dos escenas, pero que son las causantes del inicio y cierre de esa deuda que el protagonista cree tener para con ella. Todos realizando un trabajo eficaz, pero sin el tiempo suficiente para que luzca lo suficiente. Luego estarían Billy Magnussen y Vicky Krieps, el nazi responsable de las pesadillas del boxeador, pero también quien logró que este se mantuviera con vida, con una actuación dual, porque es fácil odiarlo, pero difícil una vez que entabla conversaciones con su protegido y mina de oro, al mostrar su visión burocrática, en la que nos muestra que para él no se trata más que de un trabajo como otro, a pesar de no estar de acuerdo del todo con los actos que realiza; luego está ella, la salvadora, la mujer que se enamora de Harry, sabiendo que vivirá bajo la sombra de un recuerdo contra el que no puede competir, y aun así continúa a su lado, apoyándolo, guiándolo y tratando de entender lo que sucede en su cabeza y el porqué de sus actos. Ambos dando lo mejor en personajes un poco más complejos que el resto, pero que palidecen ante el que es el amo y señor, centro de todo y único faro que guía a esta historia, el cual es Ben Foster.
El actor realiza un trabajo titánico, tanto física como internamente. Aquí no hay trucos o prótesis que sirvan de apoyo, aunque el maquillaje hace resaltar algunos aspectos esenciales. Foster decidió hacer todo a la antigua, bajando casi 30kg para las escenas dentro de Auschwitz, mismos que recuperó en semanas, sumándole algunos otros, para parecer el boxeador semi profesional que ha entrenado para fortalecer su cuerpo. Estos cambios físicos, que pudieron quedarse en eso, ayudan al actor en su verdadera transformación, la interna, la que lo hace pasar del hombre frágil y temeroso que termina por deshumanizarse si es que quiere sobrevivir, hasta el momento en que se libera, en todo sentido, al terminar con el causante de las acciones que cometió; luego viene el Harry libre, aunque parco, con destellos violentos y que sufre de pesadillas que nos muestran que puede que su cuerpo ahora goce de libertad, pero su mente siempre estará ligada a lo que ha vivido. Una mezcla de emociones que en otros años hubiera estado en boca de todo critico al momento de hablar de los posibles nominados al Oscar, pero que este año, a pesar de la potencia de su actuación, no logró siquiera entrar en la terna para el Emmy, premio donde la cinta si compite en su respetiva categoría. Una pena que un trabajo de este tamaño no tenga el reconocimiento que se merece.
Para el final, lo único que lastra a esta película, que es el guión escrito por Justine Juel Gillmer, lleno de lugares comunes y repitiendo los que hemos visto a la saciedad, desde el uso de flashbacks, recurrentes en este tipo de historias, hasta la manera en que los conflictos se resuelven. Posiblemente esto se deba al libro base, de la autoría del mismo hijo del personaje central, Alan Scott Haft, pero creo que en manos más experimentadas, ya que esta es su primer intento fuera de la televisión, con menos miedo a la innovación, la historia de Herschel hubiera brillado más. La dirección de Levinson, si bien correcta y funcional, tampoco ayuda a encumbrar el que debió ser su regreso incontestable y definitivo, lo cual es una pena, al haber dejado pasar semejante oportunidad, aunque es muy difícil luchar con años de repetir las mismas maneras de realizar tu trabajo.
The Survivor al final resulta una cinta muy bien realizada, que tiene como único pecado el ser demasiado correcta, clásica y genérica en un momento que lo que vende y atrae son otro tipo de cine. Una que puede funcionar mejor en un público adulto que creció con este tipo de cine y que posiblemente lo extrañe, pero que en definitiva no pasará a la historia como una de esas cintas entrañables. Conmovedora y desgarradora, pero sin el golpe suficiente para volverse memorable. Recomendable para quien busca regresar al pasado en todo sentido, a esas producciones motivadoras que se realizaban en los ochenta y noventa, que te hacen pensar que nada es imposible y que se puede salir de cualquier problema si se lucha lo suficiente.