Good Luck to You, Leo Grande (2022)
Películas sobre la satisfacción sexual en personas que pasan de los 50 años son casi imposibles de encontrar. Si el personaje principal es femenino, las cosas se dificultan mucho más, salvo que las actrices protagonistas luzcan como Jennifer Lopez, Elizabeth Hurley o Monica Bellucci, es decir, que sobrepasen la edad mencionada, pero que aparenten no tenerla para mantener ese anhelo de juventud eterna y frustración constante en las masas. Con esto no significa que estas actrices no merezcan cierto reconocimiento por lucir como lo hacen, cualquier persona que pueda hacer lo que hizo JLO (actuación bastante sobresaliente aparte) en la cinta Hustlers (2019), sin que se le moviera nada que no quisiera que se le moviera en sus escenas meciéndose en un tubo, merece aplausos de píe por la constancia para mantener ese físico; pero debemos aceptar que ellas son la excepción y no la regla, porque las personas promedio no envejecemos de esa manera.
Para el resto de las actrices, las que han padecido el paso del tiempo a un ritmo normal, parece que les está prohibido este tipo de proyectos, ya que la industria cinematográfica trata de reiterar que una mujer madura debe dejar atrás todo deseo sexual y buscar papeles de dulce ancianita para la que cuidar de sus nietos es la única alegría que le queda. Esto no quiere decir que nadie se haya atrevido a realizar esas casi impensables producciones con mujeres reales en busca de su satisfacción, ya que existen algunas cintas que han tocado el tema, de manera superflua porque pues estamos hablando de Hollywood, pero lo han hecho, siendo las representantes más memorables en épocas recientes las comedias románticas Something’s Gotta Give (2003) con una espléndida (y desnuda) Diane Keaton, y en menor medida It’s Complicated (2009) con Meryl Streep; ambas de la directora Nancy Meyers.
Ahora, cintas que exploren el trabajo sexual desde un ángulo no moralista son pocas. Es entendible que, debido a la trata de personas o las condiciones de vida de muchos de los que se dedican a esta labor, es difícil un acercamiento en un tono que no sea denso. Los pocos casos en que el enfoque ha sido diferente, el tratamiento que se les ha dado es demasiado ligero, ridículo o ingenuo, rayando en la irrealidad. En este sentido, si bien no la primera, Pretty Woman (1990) se convertiría en la Citizen Kane de este tipo de producciones, bajo el formato de comedia romántica, donde la damisela es rescatada por el príncipe/cliente. Como en el párrafo anterior, pero inverso, encontrar alguna producción donde el protagonista sea masculino es complicado y la calidad de estos deja mucho que desear, citando como ejemplos la olvidable Loverboy (1989), con un joven Patrick Dempsey que se transforma de repartidor en gigolo, o la terrible Deuce Bigalow: Male Gigolo (1999) y su peor secuela European Gigolo (2005).
Hablo de lo anterior, porque precisamente la insatisfacción sexual en mujeres mayores de cierta edad y la prostitución masculina son los temas principales que explora la comedia dramática “Good Luck to You, Leo Grande”, película que utiliza los puntos mencionados para ahonda en las diferentes capas de sus personajes, así como analizar el antes y después de una sociedad que se encuentra en constante cambio, retratando las mentalidades de dos seres que no pueden ser más diferentes, pero cuyas vidas los han hecho converger en el lugar y momento, tanto física como emocionalmente, en que se encuentran en esa hora y media que dura la película.
La trama, que bien podría ser una obra de teatro adaptada al cine, nos muestra durante más del 90% de la historia a tan sólo dos personajes: El Leo Grande (Daryl McCormack) que da título a cinta, y a Nancy Stokes (Emma Thompson). Él, un apuesto y misterioso joven sexoservidor, que ronda sus veintes, atlético, seguro de sí mismo, encantador y con una aparente mayor experiencia de vida en todo sentido que su clienta; ella, una mujer viuda desde 2 años atrás, madre de 2 hijos ya adultos a quienes no tolera del todo, maestra de religión jubilada, conservadora, insegura, inconforme con su cuerpo, pasando por una crisis de identidad y consciente de no estar satisfecha con su vida, tanto sexual, como familiar y profesional, motivo por el que se ha atrevido a solicitar los servicios del joven.
Para narrarnos la relación entre ambos, la película está dividida en 5 secciones que comienzan con un prólogo en el que se nos muestran los dos personajes por separado, situación que sirve para definirlos. Él sentado en una cafetería, esperando a que de la hora para acudir a la cita concertada, luciendo como si acabara de ser extraído de un catálogo de una agencia de modelos, seguro, sonriente y confiado, ya que está al tanto de que domina la situación y sólo se trata de un trabajo más; ella, por su parte, arribando al cuarto del hotel donde han acordado verse, nerviosa, dubitativa, contemplándose en el espejo, acicalándose, cambiando sus zapatos planos por unos de tacón, andando de un lugar al otro sin saber en realidad que hacer.
Después de esta introducción sin diálogos es cuando nos toca contemplar los tres capítulos principales, en la forma de los encuentros que sostienen dentro de la misma habitación, las tres ocasiones en las que interactúan, en que las diferencias entre la personalidad de ambos y los choques generacionales se hacen evidentes; las situaciones que están viviendo, la manera de pensar de cada uno, sobre todo en el caso de ella, ya que él no deja de ser, por lo menos al principio, un personaje diseñado para su clienta, la cual no deja de hablar y realizar preguntas debido a su nerviosismo, mismo que el joven logra calmar gracias a la experiencia que tiene en su trabajo.
Estas interacciones, estos momentos de intimidad con maravillosos diálogos, son los principales atractivos de una historia que logra mostrarnos los estragos de una educación castrante en las mujeres de ciertas generaciones y que en algunos casos se extiende hasta las de ahora. La directora Sophie Hyde, en este su tercer largometraje de ficción, logra transmitir la angustia y desesperación, aunque sin dejar de lado esa parte cómica de su proyecto, de una mujer que siente haber perdido la mayor parte de su vida existiendo en un limbo sin el mayor ápice de satisfacción personal. La visión de la realizadora, apoyada en el atinado y fluido guión de la también actriz Katy Brand, más un soberbio trabajo de su actriz protagonista, hace que el espectador sea testigo de ese sube y baja emocional por el que está transitando Nancy. Conforme el metraje avanza y los encuentros se repiten, comenzamos a ver en ella un cambio, una evolución que choca constantemente con esos valores arcaicos que tiene arraigados en lo más profundo de su ser. Nancy se descubre, se abre por primera vez, confiesa nunca haber tenido un orgasmo, habla de su inexperiencia sexual, de lo monótono de su matrimonio y la aburrida intimidad que llevó con su marido durante todo ese tiempo; habla de sus hijos, de cómo los ama por sobre todas las cosas, pero no se siente satisfecha con ellos; expresa el tedio que sentía para su trabajo, el hastío al realizarlo sistemáticamente durante gran parte de su vida. Una existencia que inició con ilusiones y en todo sentido se fueron perdiendo hasta casi consumirla, para luego encontrarse sola y no saber quién es. Cuando una mujer de esa edad, que fue programada de cierta manera, ya no es necesaria como madre, como esposa y ha dejado la distracción de su empleo, ¿qué es lo que queda en realidad? Porque puede que esta película tome su base en los aspectos sexuales, en los encuentros que se dan entre ambos, pero esta es una historia en la que el alma de los personajes se desnuda ante la cámara mucho antes de que lo hagan sus cuerpos.
Emma Thompson borda cada una de estas etapas por las que transita su personaje, con una facilidad que pareciera no estar actuando mientras recita los geniales diálogos que le fueron regalados, en la que es posiblemente una de sus mejores y más valientes actuaciones en años, o de toda su carrera, lo cual es mucho decir. La actriz logra transmitirnos la vacilación inicial, ganando seguridad conforme avanzan los encuentros, aunque sin librarse de ser atacada por la culpa de desear su placer y gozo personal, pensando por momentos en echarse para atrás, para luego decidir que quiere hacer todo lo que nunca se ha permitido, sin abandonar en su totalidad esa actitud controladora que define a su personaje; todo esto, con la maestría que solo alguien con las tablas de Thompson puede hacer de una manera tan natural que parece no esforzarse.
Acompañándola durante toda su travesía se encuentra el otro personaje, Leo Grande, la aparente voz de la razón, el centro en el que Nancy se sostiene para no colapsar en algunas de las secuencias. Aunque su historia personal tarda en despegar, siendo reducido en los primeros actos al catalizador que desencadena la transformación de su compañera en pantalla, conforme avanza la historia nos deja ver destellos de su verdadero ser, primero en los pocos momentos en solitario donde se filtra la inseguridad que se oculta bajo esa fachada inescrutable que ha fabricado para defenderse del exterior, pero que parece querer ser derrumbada por su clienta, quien se empeña en cuestionar todo lo que él trata de esconder. Su historia personal, familiar, los motivos por los que escogió su profesión, su visión del amor, todo forma parte del interrogatorio al que es sometido en sus largas conversaciones antes de consumar el contrato para el que fue contratado. No es fácil dar el ancho cuando compartes casi cada toma con alguien como Thompson, pero Daryl McCormack, que se vuelve una revelación, lo logra con una transformación inversa en su caso, pasando de la seguridad inicial al malestar de sentirse expuesto y descubierto.
Es él quien se encarga de mostrar la otra cara de la moneda, los que se han visto afectados al pertenecer a una familia con una madre como Nancy, una mujer de mente cerrada, religiosa, que jamás aceptará la forma en que su hijo se gana la vida y lo obliga a mentir, pretender ser quien no es para evitar ser rechazado. También es a través de sus ojos que nos percatamos de la soledad en que viven tantas personas, sus clientes, hombres y mujeres, que buscan sus servicios no sólo para cubrir deseos físicos, aunque venga en el paquete, sino para llenar esos vacíos o necesidades especiales que no pueden decir en voz alta o saben que serán juzgados. Son sus palabras las que nos muestran que su mundo no es únicamente desenfreno carnal, sino que también se desempeña como terapeuta. A través de él es que la guionista toca temas sociales, aunque se traten sin la profundización necesaria, mostrando que en la profesión del protagonista, como muchas otras, las mujeres están expuestas mucho más al peligro y la estigmatización que los hombres. El Leo de McCormack es contenido cuando habla de estos temas, cuando habla de su vida, la ficticia y la verdadera, pero expresa con una sonrisa o una mirada cada uno de los sentimientos que lo embargan, los secretos que oculta y todo aquello que pesa dentro de él; luego viene el cierre de estos capítulos, donde por fin lo vemos explotar, cuando ha sido llevado al límite y todo aquello de lo que huye lo ha alcanzado y ya no hay forma de ocultarlo, cerrando esos tres actos con un clímax muy diferente al que se esperaba.
Good Luck to You, Leo Grande es una feel good movie que contagia al espectador por sus diálogos frescos, la manera en que se acerca a ciertos temas y la forma en que interaccionan sus personajes; un drama que te hace pensar sobre los roles impuestos por la sociedad sobre ciertas edades y géneros, que no teme hablar, aunque de forma contenida, de temas que pueden incomodar; una comedia romántica donde el sentimiento no se da entre los personajes centrales, porque en esta ocasión estos deben aprender a amarse a si mismos, enamorarse de quien son en realidad. Todo esto proyectado en ese cuarto y último encuentro entre los dos, el epilogo en el que las etiquetas, máscaras y represiones han sido dejadas de lado en pro de la satisfacción sexual, la aceptación interna y la felicidad personal.
Magníficamente escrita y mucho mejor actuada, esta es una cinta que vale la pena, en la que no se percibe el pasar el tiempo, te hace sentir bien y te dejará con una sonrisa al final de la proyección. Totalmente recomendable para quien quiera distraerse un par de horas, pero también para los que estén abiertos a pensar un poco sobre los temas que expone. Quien la seleccionen como opción para ver este fin de semana, al salir de la proyección sabrán que tomaron la decisión correcta.