The Black Phone (2021)

Scott Derrickson ha vuelto al terreno en que ha desarrollado la mayoría de sus proyectos. Con una sinuosa carrera que inició con más penas que glorias en el año 2000, con la criticada película para video Hellraiser: Inferno, comenzaría su andar por el cine de terror. Cinco años le tomaría que un estudio volviera a creer en él, pero la espera valdría la pena, ya que The Exorcism of Emily Rose (2005) resultaría un más que aceptable éxito económico que recuperó su inversión con creces, lo que significó el abrazo por parte de los estudios. 

Tristemente, su incursión en los grandes presupuestos se estrellaría con su siguiente proyecto, el remake The Day the Earth Stood Still (2008), mismo que no fue un fracaso total en la taquilla, pero para nada tuvo los resultados que se esperaba y fue atacada sin piedad por los críticos. Su siguiente película, Sinister (2012), con un presupuesto de apenas 3 millones de dólares, se convertiría hasta ese momento en su cinta mejor reseñada y recaudaría más de 80 millones a nivel mundial, situación que volvería a ponerlo bajo los reflectores, mismos que bajaron un poco su intensidad cuando su siguiente cinta, Deliver Us from Evil (2014), no resultó tan bien recibida, pero con una recaudación casi idéntica a la anterior; eso sí, con un presupuesto mayor, por lo que no se consideró igual de exitosa.  

Entonces, y a pesar de tener una trayectoria tan irregular, llegaría su gran oportunidad cuando los estudios Disney lo seleccionaron como director de la cinta Doctor Strange (2016), su más grande éxito hasta el momento, tanto en critica como recaudación, elevándolo al grupo de directores a los que hay que poner atención; lamentablemente las negociaciones para que él repitiera como director en Doctor Strange in the Multiverse of Madness (2022) no llegaron a buen punto debido a diferencias creativas, siendo sustituido por Sam Raimi. Esto, que podría ser visto como negativo, le permitió desarrollar un proyecto más personal, la esperada cinta de suspenso The Black Phone, producida por Blumhouse Productions y de la que hoy hablo.

Basada en un cuento del mismo nombre de Joe Hill, The Black Phone se sitúa en el año 1978, cuando una comunidad en Denver se ve asolada por una serie de desapariciones entre los adolescentes de la zona, a manos de un secuestrador que los medios han bautizado como The Grabber (Ethan Hawke). En medio de este ambiente de paranoia y desconcierto, se encuentra un par de hermanos, Finney (Mason Thames) y Gwen Shaw (Madeleine McGraw), quienes viven bajo el techo de un hogar fracturado. 

Él, un adolescente inteligente que sufre bullying por parte de algunos de sus compañeros de clase, que tiene como único amigo y defensor a un joven de su escuela de nombre Robin (Miguel Cazarez Mora), quien trata de hacerle entender que, tarde o temprano, tendrá que defenderse de quienes lo atacan; ella, una niña mucho más despierta que su hermano, valiente, sensible y con la aparente capacidad de tener visiones en sus sueños. Ambos, a la par de luchar con los problemas de su edad, más el miedo que ha impregnado a su comunidad, deben vivir con Terrence (Jeremy Davies), su padre alcohólico y violento, que obliga a su hija a base de golpes a negar su don, debido a que su esposa se suicidó años atrás por una supuesta enfermedad mental que la hacía escuchar y ver cosas que nadie más podía. Como si su vida no fuera lo suficientemente caótica, Finney se convierte en una de las víctimas de The Grabber, siendo secuestrado y mantenido como prisionero en un sótano, lugar que solo cuenta con un baño, un colchón y un teléfono negro colgado en una de las paredes, mismo que se encuentra desconectado. 

Después de algunos días de cautiverio y visitas por parte de su captor, el teléfono comienza a sonar inexplicablemente, primero escuchándose estática al momento que el joven lleva el auricular a su oído, pero luego logra entablar conversaciones con las victimas anteriores que se comunican con él desde otro plano, contando lo que vivieron ahí dentro antes de ser asesinados, al mismo tiempo que le aconsejan que hacer para salir de ahí con vida. Gwen, por su parte, debe hacer uso de su habilidad para encontrar pistas sobre el paradero de su hermano antes de que sea demasiado tarde. 

Si observamos la trayectoria del director, después de cada éxito la suerte le daba la espalda y su siguiente proyecto fracasaba o era atacado; en esta ocasión, con The Black Phone parece que la maldición se ha roto, tanto para él, como para el escritor del material base, quien hasta el momento no había logrado que alguna de sus obras fuera llevada a las pantallas con éxito. Lo anterior se debe al trabajo de adaptación realizado por Derrickson y el guionista C. Robert Cargill, quienes escriben en conjunto por tercera ocasión. La atmosfera y las situaciones desarrolladas, impregnadas de una nostalgia mitad fantasía, mitad realidad, es uno de los principales puntos a favor de esta película. Los setenta fueron una época de cambio, libertad y evolución, pero el mismo tiempo de miedo y terror, donde personajes como Ted Bundy y John Wayne Gacy demostraron que no se necesitaba de ningún ente sobrenatural para que los monstruos existieran; y la película logra retratar de maravilla estos dos aspectos de una manera equilibrada, orgánica y fluida, sin profundizar en las razones de lo que sucede en pantalla, cosa que puede agradar a uno y molestar a otros, pero que facilita una trama ágil que no pierde su tiempo en demasiadas explicaciones. 

Esta dualidad se presenta desde el tono mismo de la cinta, ya que, quien espere una cinta de terror de manual, con sustos fáciles y efectistas, aunque sí cuenta con algunos momentos así, se topará con que el director optó por profundizar más en su tratamiento, mezclando en su historia varios géneros como el horror, el suspenso y hasta el drama familiar. Por lo anterior es que, a mi punto de vista, la cinta funciona como una coming of age en la que el personaje central es obligado a madurar, dejando atrás todo vestigio de inocencia infantil, de la manera más oscura y cruda posible. Finney ha quedado huérfano de madre, su padre se ha desmoronado después de esto y ahora le teme, ha sido rechazado por compañeros de su edad, perdió otros en manos de un asesino serial, ha recibido golpizas por parte de sus acosadores, su hermana ha tenido que defenderlo, para terminar encerrado por un maniático que lo obliga a madurar y enfrentar el peligro que vive, o de otra forma su vida se acabará. Al mismo tiempo, el que el protagonista y su posible verdugo sean capaces de escuchar el repicar del teléfono nos muestra otra capa de esa dualidad, donde dos personajes tan opuestos poseen la misma capacidad, logrando que nos preguntemos si en algún momento el asesino fue como el niño o si el niño puede llegar a volverse como su captor. ¿Qué pasó en la vida de The Grabber que lo hizo volverse lo que es? Como dije antes, esas respuestas nunca se nos dan, pero no son necesarias porque lo que importa es lo que sucede en pantalla, el monstruo que aparece, no como se transformó en el mismo. Todo esto, en medio de un suspenso fino y una historia sobrenatural que hace navegar la trama en diversas direcciones, no todas logradas con la misma fuerza, pero embonando para crear un todo que la pone por arriba de otros productos de su tipo. 

La cinta tiene muchos puntos a favor, desde la recreación de la época, apoyada en la fotografía nostálgica y lúgubre de Brett Jutkiewicz quien parece haber aprendido como crear la atmosfera necesaria con su trabajo en la serie Stranger Thing, pero con un aire de realismo que deja de lado cualquier tipo de romanización a la época; o el diseño de los personajes mismos, como lo fue el cambio radical de The Grabber a comparación del cuento en que se basa, optando por dejar de lado el concepto original, en el cual es un payaso, debido a obvias comparaciones reales y ficticias, para fabricar este monstruo que cubre su rostro con la máscara fragmentada diseñada por el genio Tom Savini; todo coronado con la tensa partitura que ideó Brett Jutkiewicz que, aunque no es su mejor trabajo, logra que todo fluya. 

Ahora, así como los puntos buenos resaltan, puede haber situaciones que algunos consideren en contra, como las múltiples referencias, ya sean realizadas de forma planeada o no, que la película arroja al espectador. Joe Hill, para quien no lo sabe, es el hijo de Stephen King, por lo que su carrera se ha visto ensombrecida por la sombra de un nombre tan pesado; no importa lo que él haga, siempre será conocido como el hijo de King. Parece que él lo sabe y lo ha superado, por lo que su trabajo nos recuerda en ocasiones, aunque con cierto estilo propio, al de su padre. Por momentos la película parece haberse infectado por este fenómeno, ya que hay ciertas situaciones en las que se puede tener la sensación de haber visto ya lo que se proyecta en la pantalla. Los niños protagonistas, la ingenuidad en algunas situaciones, los dones sobrenaturales de algunos personajes, los globos, hasta el impermeable amarillo aparece en pantalla, lo cual no es malo como tal, pero puede hacer que la cinta pierda originalidad por momentos; aunque son efímeros y no se tarda en retomar la atención a la historia como un producto independiente y original. 

Otro punto que a mi parecer lastra un poco, es la notoria disparidad entre las dos historias que nos cuentan. Porque sí, aunque Finney es el protagonista, el que desata el conflicto de la trama y se relaciona directamente con la parte sobrenatural de la historia, su hermana cuenta con un desarrollo propio, conflictos individuales y carga emocional ajena a su hermano; lamentablemente, después de la mitad de la película, después de haber iniciado de forma potente con el desarrollo de su personaje, Gwen termina sirviendo únicamente para ayudar a sostener la otra parte de la narrativa, dejando casi sin cierre a sus propios conflictos, que parecen arreglarse de la nada. Aunque, aun así, como ya mencioné, este desbalance no se percibe a menos que trates de encontrar defectos en una producción que logra solventarlos de forma satisfactoria. 

Aprovechando que he llegado al punto de hablar de los personajes y que ya he dejado ver los que considero son algunos de los puntos fuertes de esta producción, ha llegado el momento de mencionar lo que considero el máximo de esta: sus trio de actores protagonistas. Aunque en la película vemos desfilar más, algunos ejecutados de forma muy buena, como el Terrence de Jeremy Davies, son tres los que tienen el mejor desempeño y los que se les da el peso necesario para sus actuaciones sobresalgan. El primero que debe mencionarse es evidentemente Mason Thames quien nos vuelve muy difícil creer que este es apenas su cuarto crédito como actor, ya que demuestra una fuerza interpretativa muy difícil de encontrar en alguien de su edad, dejando ver el dolor que ha invadido su vida y el terror que vive en su confinamiento, sobre todo en la escena donde se quiebra al creer todo perdido. Pero si de actuaciones juveniles hablamos, es Madeleine McGraw quien demuestra ser una verdadera fuerza roba escenas, acaparando la atención cada que aparece en pantalla, llegando a eclipsar a todo el que aparece a su lado, motivo por el cual se reciente un poco su falta de protagonismo en la segunda mitad de la cinta. Ahora, si hay alguien que merece aplausos de pie por su caracterización es Ethan Hawke, quien parece estar en racha después de su interpretación en The Northman (2022), ya que logra algo muy difícil, transmitir emociones cuando la mayor parte de su participación lleva la cara cubierta, total o parcialmente; su Grabber es terrorífico, perturbador, te hace temer cada que aparece, sin necesidad de verle el rostro; su corporalidad y entonación son suficientes para saber que estamos ante una bestia capaz de devorar, metafóricamente, a sus presas, cazarlas, jugar con ellas, para terminar consumiendo la vida que hay en su interior; uno de esos personajes que se vuelven icónicos con el tiempo y se transformarán en referencia de asesinos cinematográficos. Un trio que, aunque no aparecen todos juntos en pantalla, hacen funcionar el engranaje de este proyecto de la manera más precisa. 

The Black Phone es entrenamiento, pero también sentimiento y emoción, es un producto bien realizado que nos recuerda porque Blumhouse es la digna competidora de A24 en cuanto a películas del género se refiere, y que no se necesita ser “terror elevado” para poder llegar a contar historias con un grado de profundidad que traspasa el simple susto. Salvo que otra cosa suceda, es probable que estemos, junto a X de su competidora, ante la que será la película de horror del año, aunque no lo sea del todo. Totalmente recomendable si se piensa acudir al cine pronto, no saldrán defraudados.